El presidente Thomas S. Monson dejó un legado de servicio y ministración. Con frecuencia, hablaba del gozo que proviene de trabajar en la obra del Señor.
“La experiencia más dulce que conozco en la vida es recibir una impresión del Espíritu y actuar en función a ella. Luego, descubrir que fue la respuesta a la oración de alguien. Siempre deseo que el Señor sepa que si Él necesita que se haga algo, Tom Monson lo hará por Él”.
A lo largo de su vida, el presidente Monson compartió algunas de sus experiencias con el servicio con la esperanza de inspirarnos a sentir ese gozo también.
Algunas maravillosas experiencias espirituales
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Sabemos de la historia de cuando encontró a su amigo, que estaba confinado a una silla de ruedas, sentado junto a la piscina, a pocos instantes de quitarse la vida.
Cuando el hombre miró hacia arriba y vio al presidente Monson, en ese momento de necesidad, recordó el amor de Dios por él.
Asimismo, recordamos su visita a su amado maestro de la Escuela Dominical, el hermano Brems, cuando estaba en su lecho de muerte.
El presidente Monson escribió su nombre en la palma de la mano de su viejo amigo, T-O-M-M-Y M-O-N-S-O-N.
El presidente Monson habló sobre el Espíritu que sintió la última vez que visitó al hermano Brems y le dio una bendición del sacerdocio.
Cuando el presidente Monson fue la respuesta inesperada a una oración
No hay duda de que hay muchas otras historias de la vida del presidente Monson que no hemos escuchado hasta entonces.
En este artículo, compartiremos una experiencia de Jalyn Shaw y su esposo, Acey Shaw.
Jalyn habló, en una entrevista, sobre la fe de su esposo al orar para recibir la visita del presidente Monson.
Acey contrajo una enfermedad muy extraña, que hizo que estuviera internado en un hospital durante mucho tiempo.
En la entrevista, Jalyn comparte cómo las oraciones de Acey fueron respondidas milagrosamente por el profeta.
El siguiente extracto ha sido editado para mayor claridad.
Entrevistador: Escuché que el presidente Monson te visitó cuando Acey estaba en el hospital. ¿Puedes contarme un poco sobre esa experiencia?
Jalyn: Cuando estábamos en el hospital, venían muchas personas a visitarlo. Siempre tenía visitas. Todas las mañanas le preguntaba: “Acey, adivina quién vendrá a verte hoy”. Siempre le hablaba de todas las personas que venían a verlo y se emocionaba mucho.
Uno de los días hice mi pregunta habitual: “Acey, adivina quién vendrá a verte hoy”. Él respondió: “¡El presidente Monson!” Le dije que no. Al día siguiente, me respondió lo mismo. No podía entender por qué seguía diciendo que el presidente Monson lo visitaría.
Finalmente, decidí preguntarle a Acey por qué siempre respondía que el presidente Monson vendría a visitarlo. Dijo: “Bueno, es porque estoy orando para que venga a verme y me dé una bendición”.
Le respondí que no podíamos orar por esas cosas, ya que el presidente Monson podría estar muy ocupado en alguna parte del mundo. Entonces, me miró y dijo: “Por supuesto que podemos orar por eso”.
Hablé con mi padre al respecto y le dije que no quería que Acey perdiera la fe. No quería que pensara que nuestro Padre Celestial no estaba escuchando sus oraciones.
El problema es que estaba pensando que Acey perdería su fe y no en que yo carecía de fe.
Aproximadamente dos días después (ya llevábamos casi dos meses en el hospital) pensamos que sería bueno que Acey saliera un rato de la habitación, y que viera algo más que solo paredes.
Entonces, tres o cuatro personas lo pusieron en la silla, le colocamos un collarín para que pudiera levantar su cabeza, porque no podía hacerlo por sí solo en ese momento. Le dijimos que íbamos a salir a tomar un poco de aire fresco y que volveríamos pronto.
Salimos por un máximo de 5 a 10 minutos y mientras regresábamos a la habitación de Acey, vimos al presidente Monson.
El presidente estaba hablando con una mujer, me incliné hacia Acey y le dije: “Acey, ¡adivina qué! ¡El presidente Monson está aquí!” Me miró y dijo: “Sí, sabía que vendría”.
Entonces, esperamos que terminara de hablar con esa mujer y vino a hablar con nosotros. Fue muy amable y conversó con nosotros durante un rato. Luego, dijo: “¿Puedo tener la información de Acey? Porque nosotros, los apóstoles, nos reunimos los jueves a las 11 y, realmente, me gustaría orar por él”.
Pensé que todo era perfecto, que pronto estaríamos en casa. Transmití la información de Acey y, luego, el presidente Monson fue a visitar a alguien en UCI.
Pensé que nadie creería que vimos al presidente Monson. Corrí a la habitación, tomé nuestra cámara y esperé a que regresara el presidente Monson.
Cuando regresó, hablamos un rato con él y me preguntó: “¿Cree que a Acey le gustaría recibir una bendición?”. Pensé: “Esto es exactamente lo que necesitamos. Si le gustaría. Sería perfecto”.
Fuimos a una pequeña zona del pasillo donde recogían la ropa de los pacientes. Todos entramos a esa pequeña habitación y esperamos la bendición.
¿Conoces ese sentimiento que tienes cuando estás a punto de recibir una bendición y ya sabes lo que quieres que suceda?
Tenía tantas ganas de decirle al presidente Monson qué bendiciones deseaba. Pero, yo sabía que él era un profeta de Dios y que por lo tanto sabía exactamente lo que Acey necesitaba y no era necesario que yo siguiera hablando.
Todo el tiempo pensé que el presidente Monson curaría a Acey. Sabía que Acey se curaría.
Estaba prestando atención a cada palabra que decía. Las palabras que deseaba que dijera nunca fueron pronunciadas. Deseaba que dijera: “Levántate y camina”. Deseaba que dijera: “Estás curado”. Sin embargo, esas palabras nunca salieron de su boca. Bendijo a Acey con perseverancia, paciencia y amor.
Esta experiencia fue algo que pudo fortalecer mi testimonio, ya que me faltaba fe. Algo que a Acey nunca le faltó. Se sintió muy agradecido con nuestro Padre Celestial, por saber que Él escucha y contesta nuestras oraciones, incluso cuando parecen imposibles.
Él encuentra la manera de hacer que nuestras oraciones puedan ser respondidas o nos ayuda a superar las terribles experiencias que puedan surgir.
Esta es una traducción del artículo que fue publicado en LDS Living con el título “How a hospital visit from President Monson answered one man’s earnest prayer”.