Algunos pueden pensar que debido a que el divorcio se ha vuelto más fácil de obtener en la actualidad, este se ha vuelto menos traumático. Lamentablemente están equivocados.
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Mi propia experiencia y la de las otras personas que conozco documentan que el dolor aún está presente. Aquellos con hijos que están pensando en el divorcio y creen que el daño será sólo un inconveniente menor, a corto plazo, también están equivocados.
Ahora, 13 años después de mi divorcio, todavía tengo algunos días en los que tengo un simple y doloroso recordatorio de que soy un hombre divorciado.
El Matrimonio y El Divorcio
El lector puede preguntarse si el dolor que estoy describiendo hace que crea que el divorcio es siempre una equivocación y que nunca debe emprenderse bajo ninguna circunstancia. No creo eso. Pueden haber algunas circunstancias que hacen que el divorcio sea una opción apropiada a pesar de las complicaciones que trae.
Hay formas de seguir adelante a través del proceso de divorcio que pueden reducir los efectos nocivos hasta cierto grado. El espíritu humano es resistente; el crecimiento y la comprensión pueden venir de la tragedia cuando mantenemos un patrón habitual de opciones saludables.
Sin embargo, el aspecto del convenio del matrimonio, particularmente el del matrimonio en el templo con el significado de promesas eternas, hace del divorcio una decisión que debe emprenderse sólo después de que se han hecho todos los esfuerzos posibles para mejorar la relación matrimonial.
En Utah, Estados Unidos, aproximadamente una sexta parte de los divorcios tiene lugar entre parejas casadas por un año o menos. El Presidente Joseph Fielding Smith habló de la importancia de honrar los convenios y del precio que deben pagar quienes no lo hacen. Él dijo:
“El matrimonio es el convenio de la exaltación. Es la base de la exaltación eterna, ya que sin ella no podría haber un progreso eterno en el Reino de Dios. Nada preparará a la humanidad para la gloria en el Reino de Dios tan fácilmente como la fidelidad al convenio del matrimonio.”
En la actualidad, con una perspectiva menos emocional, puedo entender por qué mi ex esposa quería el divorcio. Ella no era una mala madre y yo no era un mal padre, pero como esposo y esposa no nos elevábamos de manera adecuada.
Nuestros intentos de ver y cambiar nuestros propios roles para hacer que nuestro matrimonio fuera feliz tuvieron menos éxito que nuestros esfuerzos por ver las debilidades del otro.
He oído decir que en la mayoría de los casos un divorcio espiritual precede al divorcio real, y ciertamente este fue el caso en nuestro matrimonio. Años de distanciamiento, con una base establecida en los desafíos experimentados durante nuestros dieciocho meses de noviazgo, nos llevaron a la ruptura final.
Una sincera reflexión
En retrospectiva, hubiera manejado las cosas de manera diferente. Hubiera prestado más atención a las diferencias que estaban presentes durante los meses en que salíamos en citas y en nuestro compromiso y las hubiera afrontado de una manera honesta, resolutiva y sin prejuicios.
Reconozco que las discusiones y los problemas recurrentes durante las citas predicen problemas para el futuro matrimonio. Estoy seguro de que en el periodo de compromiso, a pesar de los desafíos en el período de citas, ambas personas se sintieron bien con la decisión de contraer matrimonio.
Después de casarnos, no ignoraría los problemas recurrentes. Mi ex esposa y yo éramos buenos en demostrar resistencia, pero no éramos buenos para sentarnos juntos y hablar cuando las cosas iban bien y resolver nuestros problemas de manera permanente y total.
También hubiera sido más persistente con respecto a obtener ayuda de un líder eclesiástico y un consejero profesional. Periódicamente hablábamos con nuestro obispo, pero no lo suficiente como para recibir una ayuda permanente. Nos resistimos a llevar un asesoramiento profesional hasta que fue demasiado tarde.
El consejero ayudó mucho, cuando tomamos la decisión de buscar ayuda profesional, pero las decisiones ya se habían tomado. Cuando el dolor es intenso, los problemas persistentes y las soluciones difíciles de alcanzar, el divorcio puede parecer la única respuesta.
Ahora, catorce años después de la separación, me queda más claro el papel que jugué en nuestra separación.
Los malentendidos durante los meses de enamoramiento, basados en inseguridades y falta de experiencia, combinados con el estrés inevitable de estar en la escuela durante los primeros ocho años de matrimonio mientras trabajaba a tiempo completo, tener siete hijos, los desafíos financieros, etc, nos llevaron a lo que parecían problemas que no se podían superar.
Si tuviera que volver a hacerlo, discutiría menos con mi esposa sobre cómo “todo esto podría ser para nuestro bien” y pasaría más tiempo escuchando sus sentimientos haciéndole saber que me preocupaban por ellos.
No es que no haya hecho nada de esto mientras estábamos casados, pero desde la perspectiva de mi esposa, mi forma de mostrar afecto pareció más algo técnico que un esfuerzo sincero. Esto se complicó con el hecho de que a veces me molestaba cuando mis intentos por ser positivo no generaban una respuesta en ella.
Una Experiencia Diferente
Mi experiencia no es de ninguna manera un reflejo de cómo es el divorcio para todos los hombres. Mi experiencia es un reflejo de cómo es el divorcio para cualquier persona, hombre o mujer, que no quiera el divorcio pero que su pareja sí. En algunos casos, por supuesto, es el hombre el que quiere el divorcio.
La experiencia de estos hombres es muy diferente a la mía. Para ellos, gran parte del trauma viene antes de la separación real, a medida que examinan su situación marital y toman la decisión de abandonar un matrimonio que no está funcionando. El anuncio de la separación de estos hombres puede ir seguido de alivio y sanación.
La esposa puede caer en una crisis, que produce culpabilidad para el hombre, o puede estar de acuerdo o ser indiferente. Los datos han demostrado que los hombres generalmente están más satisfechos con sus matrimonios que las mujeres, y es más probable que se sorprendan cuando la esposa no es lo suficientemente feliz como para querer el divorcio.
Aproximadamente entre dos tercios y tres cuartos de los divorcios en la sociedad occidental son iniciados por mujeres.
Parte de la realidad, entonces, no es que el divorcio sea totalmente diferente para los hombres que para las mujeres, sino que el divorcio es diferente para quienes lo desean y no para los que no lo hacen. El divorcio es diferente para los que obtienen la custodia de los hijos que para los que no.
Es diferente para aquellos que han sido felices, o que al menos han estado satisfechos, con sus matrimonios que para aquellos que han sido infelices. Es diferente para aquellos que creen que sus sentimientos han sido escuchados y tomados en consideración que para aquellos que sienten que han tenido poco que ver con la decisión.
Algunos divorcios terminan de manera bastante amistosa, y ambos están seguros de que es lo correcto. Con mayor frecuencia terminan con un odio intenso, lo que deja cicatrices profundas y duraderas en tu autoestima y confianza. Tanto hombres como mujeres son víctimas.
El ajuste saludable al divorcio requiere la capacidad de ser amable aún cuando no tienes las ganas.
Para que puedas mantener tu confianza y autoestima a pesar de que estés recibiendo comentarios negativos.
Para que puedas tolerar sentimientos dolorosos mientras continúas con tu vida.
Para que puedas sobrellevar la incertidumbre que se puede sentir cuando otras personas, amigos, compañeros de trabajo, familia extensa, etc, luchan con sus propios sentimientos sobre tu divorcio.
Para que puedas ser justo y no vengativo, aunque sientas que estás siendo juzgado injustamente.
Para que puedas mantener un fundamento espiritual sólido, que te pueda acercar más al Señor, quien comprende tu dolor porque ha “descendido debajo de todas ello” y cuya gracia es suficiente para sanarte y levantarte.
Este artículo fue escrito originalmente por Dr. A. Dean Byrd y es una adaptación del libro “ “Finding Wholeness and Happiness After Divorce” y fue publicado por ldsliving.com bajo el título “A Latter-day Saint Man’s Raw, Honest Insight Into the Fallout of Divorce + What He Would Have Done Differently in Marriage”