Durante mis años de servicio como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, las personas a menudo me preguntan si puedo compartir alguna experiencia que haya aprendido gracias a este llamamiento.
He obtenido diferentes experiencias gracias a los miembros de la Iglesia alrededor del mundo. Sin embargo, el principio de “Uno por uno” me ha bendecido y ha influenciado en mi ministerio de maneras poderosas.
He sido consciente de que he obtenido experiencia con el principio de “Uno por uno” mucho antes de ser llamado a servir como apóstol.
Recuerdo con cariño las lecciones que aprendí de mi madre, ella fue un modelo de ministrar “uno por uno” así como mi familia que fue un gran ejemplo para mi.
Los líderes, los maestros del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares de mi juventud, constantemente recalcaron la importancia de servir y bendecir a las personas una por una.
Las oportunidades de servir como líder del sacerdocio a lo largo de mi vida han aumentado mi comprensión de ministrar a las personas, una por una.
Ejemplos de servir “uno por uno”
El mayor ejemplo humano del principio de “uno por uno” es mi esposa, Susan Bednar.
He sido testigo de su amor y atención para mi, mis hijos, sus padres, hermanos, amigos, hermanas que ministra, miembros del barrio, vecinos e incontables personas alrededor del mundo.
Desde mi llamamiento como apóstol, las experiencias han enriquecido mi entendimiento de este principio y testificar que el Señor nos conoce “uno por uno”. Él conoce nuestros nombres, preocupaciones y potencial.
La primera palabra de Dios hacia el hombre que restauró la Iglesia fue “José”. El Padre y el Hijo conocían a José Smith como uno.
En un revelación dada al profeta José Smith en junio de 1820, el Salvador explicó sobre el ministrar a otras personas:
“Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios. Y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo y me traéis aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre”.
Una norma en todas las cosas
Mientras estaba reparando el techo de mi casa, me quedé sin clavos y otros materiales por lo que visité un establecimiento para comprar los que me faltaba.
Llevaba mi ropa habitual (pantalones, zapatos, un polo muy usado y una gorra de béisbol).
Queriendo regresar rápido a mi casa y terminar mi proyecto, entré con prisa a la tienda y empecé a buscar las cosas que me faltaban.
Un hombre se acercó a mí mientras estaba eligiendo algunos materiales. Él al observarme comentó,”élder Bednar, ¿Le importa si le hago una pregunta?”
Yo respondí, “Bueno, es por eso que estoy aquí” .
Él contestó, “¿A qué se refiere?”
Dije, “Usted es la razón por la que estoy aquí, estoy haciendo un trabajo en casa y necesito algunas cosas para terminar este trabajo, pero no solo estoy en la tienda para comprar clavos. Estoy aquí porque Dios sabía que nos íbamos a conocer en la tienda y usted tenía algo que preguntarme. Entonces, adelante, comparta conmigo su pregunta”.
Hablamos durante 15 minutos y traté de ayudar a este hombre a encontrar una respuesta a su pregunta.
¿Fue esta una simple coincidencia? ¿O fue parte del plan divino de nuestro amado Salvador que conoce y responde las preocupaciones de un hombre fiel?
Creo que la obra del Señor no es una coincidencia, el valor de las almas es grande a la vista de Dios.
En una revelación de Dios al profeta José Smith en junio de 1981, el Señor declaró:
“Y además, os daré una norma en todas las cosas, para que no seáis engañados; porque Satanás anda por la tierra engañando a las naciones”.
Considera una frase específica en este versículo, “una norma en todas las cosas”. Curiosamente, el Señor nos dio una y no las normas en todas las cosas.
No creo que el Señor esté sugiriendo que tiene solo una norma que debe ser utilizada en cada situación, más bien el camino del Señor incluye variedad de patrones que pueden utilizarse para lograr diferentes objetivos espirituales.
Fuente: LDS Living