Los últimos ocho meses han sido un desafío para todos en el mundo. Nos encontramos atravesando una situación de pandemia inesperada además de todos los demás problemas y desafíos que ya experimentamos.
Además de todas las pérdidas, restricciones y adaptaciones que se han generado por el COVID-19, también lidiamos con la depresión, la ansiedad, el dolor, el desempleo, los desastres naturales y muchos otros problemas que nos causan desánimo.
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Reflexionemos sobre la siguiente pregunta que hizo el élder Tad. R. Callister: “¿Podemos ser optimistas en tiempos de tribulación?”
En las Escrituras aprendemos de los ejemplos de Santos fieles que, a pesar de que parezca imposible, podemos ser optimistas y esperar lo mejor.
Aprendemos de Pablo que Dios “no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de fuerza, de amor y de moderación” (2 Tim 1:7).
Durante más de dos meses, José estuvo encerrado en la cárcel de Liberty, en medio de su desesperación, se dirigió a el Señor y se enteró de que su aflicción sería sólo por un breve momento y que al perseverar triunfaría sobre sus enemigos.
Hace poco más de 11 años, el presidente Thomas S. Monson enseñó que nuestro “futuro es tan brillante como [nuestra] fe”.
“Ninguno de nosotros pasa por esta vida sin problemas ni desafíos, y a veces tragedias e infortunios. Después de todo, en gran parte estamos aquí para aprender y progresar como resultado de esos acontecimientos.
Sabemos que habrá ocasiones en las que sufriremos, lloraremos y estaremos tristes; no obstante, se nos ha dicho: “Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo””.
Jesucristo mismo pasó por tiempos muy desafiantes durante los días previos a la Expiación, y cuando vio el temor y el miedo en los ojos de sus amados seguidores, les enseñó:
“En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo”.- Juan 16: 33
Reflexionando sobre el optimismo, el élder Callister enseñó:
“Puede que el optimismo no sea equivalente a la fe, pero ciertamente es un peldaño en la dirección correcta. De hecho, es tanto un componente necesario de la fe como un fruto de la fe.
Es una prueba poderosa de nuestra fe en Jesucristo y Su poder para sanarnos y salvarnos, aunque nuestras pruebas parezcan momentáneamente insoportables”.
“El optimismo aviva el fuego de la fe, por otro lado, el negativismo es como agua sobre sus llamas. El negativismo y el pesimismo son territorios de Satanás; el positivismo y el optimismo son territorios de Dios.
El optimismo es un rayo de luz en lo que podría ser un mundo en oscuridad. Es un reflejo de las palabras del Salvador: “Yo soy la luz del mundo””
Seamos optimistas incluso cuando todo parece ir mal. El optimismo fortalece nuestra fe y, a través de nuestra fe en Cristo, recuperamos nuestras fuerzas y podemos seguir adelante con la esperanza de que mejores días vendrán.
Fuente: Church News