Vivir durante una pandemia causada por un fuerte virus significa estar en cuarentena y cambiar toda nuestra rutina. Para muchos Santos de los Últimos Días, ya han pasado más de 15 domingos sin poder ir a la Iglesia, e incluso más de 15 domingos sin poder tomar la Santa Cena.
Recientemente, la Primera Presidencia autorizó la reanudación de las reuniones dominicales en ciertos lugares del mundo, siempre que se sigan las medidas de protección adecuadas.
Sin embargo, no todos los miembros y barrios se han vuelto a reunir.
El élder James E. Faust pasó una experiencia similar al estudiar y adorar por su cuenta cuando prestó su servicio militar.
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Una historia que compartió en una entrevista cuando era miembro del Quórum de los Doce Apóstoles en 1985, antes de servir en la Primera Presidencia desde 1995 hasta su muerte en el 2007, nos muestra cómo fue esta experiencia para el élder.
Todo empezó cuando el élder Faust casi al final de su servicio misional de tiempo completo en Brasil en 1941, se enteró de que la base de Pearl Harbor había sido atacada. En ese momento supo que eso implicaría que tendría que servir a su país durante la guerra cuando regresara a su hogar en unos meses.
Sin embargo, la guerra no le permitió regresar a casa hasta 1942, después de 33 meses de servicio en la misión. El élder Faust compartió en aquel entonces, según Church News:
“No pudimos regresar a casa debido a la guerra. Llegué a Brasil en 1939 y regresé en 1942, estuve allí 33 meses. Esos fueron tiempos de incertidumbre, pero pude tener una misión más larga, lo cual fue una gran bendición”.
Tan pronto como llegó a casa, la Fuerza Aérea de los estados Unidos rápidamente lo reclutó. El élder Faust fue el único miembro de la Iglesia de Jesucristo a bordo del barco que lo transferiría a su base en el Pacifico Sur.
Mientras estaba en la costa de Nueva Zelanda, el barco en el que se encontraba tenía la tarea de remolcar un tanque, tan grande como el mismo barco. La misión duró 83 días, sin contar los otros días que el élder Faust estuvo en el barco, lo que hizo que él pasara más de 20 semanas sin poder asistir a una reunión sacramental.
Cada domingo, el élder Faust buscaba un lugar tranquilo en el barco para cantar himnos usando su pequeño himnario de bolsillo, leer las escrituras y reflexionar sobre ellas.
Era el único Santo de los Últimos Días en ese barco y realizar estas reuniones, aunque estuviera solo, lo fortaleció durante sus días en el ejército. Con lo poco que tenía hizo lo posible para mantenerse firme en su deseo de honrar el día de reposo.
Hoy en día, a pesar de las circunstancias que nos rodean por la existente pandemia, tenemos muchos recursos de la Iglesia disponibles en la Biblioteca del Evangelio, en el sitio web de la Iglesia, en las cuentas de redes sociales de los líderes de la Iglesia y en otros recursos adicionales que pueden ayudarnos a nutrir nuestro espíritu y fortalecer nuestros testimonios cada semana.
Como Santos de los Últimos Días, sabemos que las capillas volverán a abrir sus puertas, de eso no hay duda, pero por el momento, está en nosotros poder seguir fortaleciendo nuestro testimonio del Salvador, Su expiación y Sus enseñanzas.
Podemos utilizar todos los recursos que están disponibles para nosotros, a través de la tecnología, y de esa manera fortalecer y nutrir nuestros espíritus, testimonios y familias al compartir lo que vamos aprendiendo con las personas que amamos.
Los domingos sin reuniones sacramentales no significan domingos sin el Espíritu Santo. Sigamos el ejemplo del élder Faust al invitar al Señor cada domingo, donde sea que estemos, y disfrutemos de Su compañía divina hasta que un día podamos volver a reunirnos con nuestros hermanos y hermanas.
Fuente: Church News