Esta es una adaptación del libro “To my friends”, escrito por el élder Jeffrey R. Holland.
En una ocasión, Jesús se encontró con un grupo de personas que discutía vehementemente con Sus discípulos.
Cuando el Salvador preguntó por la causa de tal disputa, el padre de un niño afligido dio un paso al frente y dijo que había acudido a Sus discípulos en busca de una bendición para su pequeño, pero que ellos no podían proporcionársela.
Con el niño todavía crujiendo los dientes, echando espuma por la boca y convulsionando en el suelo frente a ellos, el padre le pidió a Jesús, con lo que debió ser la desesperación de su último recurso en su voz: “Si tú puedes hacer algo, ¡ten misericordia de nosotros y ayúdanos!”.
Jesús le dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible”.
Y de inmediato el padre del muchacho clamó, diciendo: “Creo; ayuda mi incredulidad”..
Con este enternecedor relato de las Escrituras como referencia, deseo dirigir mis palabras a los jóvenes de la Iglesia: jóvenes por su edad, por sus años de membresía o por su años de fe. De una forma u otra, eso debería incluirnos a todos.
1. Aférrense a lo que ya conocen, demuestren la fe que tienen
La observación número uno con respecto a este relato es que cuando aquel padre se enfrentó al desafío de la fe, reconoció primero su fuerza y solo entonces comprendió su limitación.
Su declaración inicial es afirmativa y sin dudarlo dijo: “Señor, creo”.
Yo les diría a todos los que deseen tener más fe, ¡recuerden a este hombre! En momentos de miedo o duda o dificultad, manténganse en el ‘terreno’ que ya han ganado, incluso si ese terreno parece limitado.
En el crecimiento que todos tenemos que atravesar en la vida terrenal, el equivalente espiritual de la aflicción de este niño o la desesperación de este padre nos llegará a todos en algún momento.
Cuando lleguen aquellos momentos y surjan los problemas, y la solución parezca no llegar de inmediato, aférrense a lo que ya saben y manténganse firmes hasta que llegue el conocimiento adicional.
La magnitud de su fe o el grado de su conocimiento no es el problema, es la integridad que demuestran hacia la fe que tienen y la verdad que ya conocen.
2. Sean fieles a la fe que ya tienen
La segunda observación es una variación de la primera. Cuando surjan los problemas y preguntas, no inicien su búsqueda de fe resaltando lo que no tienen, guiándose, por así decirlo, por su “incredulidad”.
Permítanme ser claro en este punto: no les estoy pidiendo que finjan tener una fe que no poseen. Les pido que sean fieles a la fe que ya tienen.
En ocasiones actuamos como si una declaración honesta de duda fuera una gran manifestación de valor moral y no una declaración honesta de fe. ¡No es así!
Recordemos el claro mensaje de este relato bíblico: Sean tan sinceros con sus preguntas como sea necesario; la vida está llena de interrogantes con respecto a un tema u otro. Pero si ustedes y su familia quieren ser sanados, no permitan que esas preguntas se interpongan en el camino de la fe que obra el milagro que esperan…
Esta es una obra divina en proceso, cuyas manifestaciones y bendiciones abundan en todo lugar, así que por favor no caigan en la desesperación si es que de vez en cuando surgen problemas que necesitan ser examinados, entendidos y resueltos. Aquello se resolverá con el tiempo.
En esta Iglesia, lo que sabemos siempre triunfará sobre lo que no sabemos. Y recuerden, en este mundo, todos deben caminar por la fe. Así que sean amables con la fragilidad humana, la suya y la de aquellos que sirven con ustedes en una Iglesia dirigida por hombres y mujeres voluntarios e imperfectos.
Con la excepción de Su Único y Perfecto Hijo, las personas imperfectas son todo lo que Dios ha utilizado en Su obra. Eso debe ser terriblemente frustrante para Él, sin embargo. Él continúa haciéndolo.
De la misma manera, nosotros también deberíamos aceptar al resto. Y cuando encuentren imperfecciones, recuerden que la limitación no está en la divinidad de Su obra.
3. Pidan ayudan, Dios no los desamparará
Una última observación: cuando surja la duda o la dificultad, no teman pedir ayuda. Si lo deseamos con la misma humildad y honestidad como lo hizo aquel padre, la podremos conseguir.
Las Escrituras expresan ese deseo ferviente como una “verdadera intención”, acompañado de un “íntegro propósito de corazón, sin acción hipócrita y sin engaño ante Dios”.
Testifico que en respuesta a ese tipo de súplica, Dios enviará ayuda desde ambos lados del velo para fortalecer nuestra fe.
Un muchacho de catorce años me dijo recientemente con cierta vacilación: “Hermano Holland, todavía no puedo decir que sé que la Iglesia es verdadera, pero creo que lo es”.
Abracé a ese joven hasta que casi se le salían los ojos.
Le dije con todo el fervor de mi alma que creer es una palabra preciosa, que es un acto aún más precioso, y que nunca necesita disculparse por “solo creer”. Le dije que Cristo mismo dijo “no temas, cree solamente”, frase que, dicho sea de paso, llevó al joven Gordon B. Hinckley al campo misional.
Ahora, con la ventaja que me dan sesenta años desde que fui un joven creyente de catorce años, declaro algunas cosas que ahora sé.
Sé que Dios es en todo momento, en todas las formas y en todas las circunstancias nuestro amoroso y benevolente Padre Celestial.
Sé que Jesús fue Su único y perfecto Hijo, cuya vida fue dada amorosamente por la voluntad tanto del Padre como del Hijo para la redención de todos los que no somos perfectos.
Sé que regresó de la muerte para vivir de nuevo, y porque lo hizo, ustedes y yo también lo haremos.
Sé que José Smith, quien reconoció que no era perfecto, fue, sin embargo, el instrumento elegido en la mano de Dios para restaurar el evangelio eterno en la Tierra.
También sé que al hacerlo, en particular mediante la traducción del Libro de Mormón, me ha enseñado más sobre el amor de Dios, la divinidad de Cristo y el poder del sacerdocio que cualquier otro profeta de quien haya leído, conocido u oído en una vida de búsqueda.
Estas cosas les declaro con la convicción que Pedro llamó la “palabra profética más segura”.
Lo que una vez fue una pequeña semilla de fe para mí, se ha convertido en el árbol de la vida, así que si su fe es probada en esta o en cualquier época de su vida, les invito a que se apoyen en la mía.
Sé que esta obra es la verdad misma de Dios y sé que solo bajo nuestro propio riesgo permitiremos que la duda o los demonios nos desvíen de Su camino. Emprendan el camino, no dejen el sendero.
Reconozcan honestamente sus preguntas e inquietudes, pero primero y para siempre, aviven la llama de su fe, porque todo es posible para los que creen.
Fuente: ldsliving.com