Un correo electrónico de parte del élder Holland llevó a lo que el presidente de la Misión de Corea Seúl, Brad Taylor, se refiere como “ese día terrible”.
Se suponía que iba a ser un viernes maravilloso. La semana previa al correo recibido, los 131 misioneros del presidente Taylor que estaban en cuarentena estuvieron ansiosos de participar en una videoconferencia realizada para toda la misión por el Élder Jeffrey R. Holland, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles.
El élder Holland y los misioneros disfrutaron tanto de esa videoconferencia, que él sugirió que se uniera nuevamente toda la misión en otra videollamada la próxima semana para tener un estudio de las Escrituras.
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El presidente Taylor y su esposa, Ann, se estaban preparando para la llamada del élder Holland el 6 de marzo cuando su correo electrónico los detuvo en seco.
“Están a punto de recibir noticias difíciles”, escribió el élder Holland. “Avísenme si aún quieren hacer el estudio de las Escrituras”.
Después de cinco minutos, el Departamento Misional de la Iglesia le informó al matrimonio Taylor que necesitaban evacuar a todos sus misioneros no coreanos.
Los Taylor, después de pensar en lo que debían hacer, le enviaron al élder Holland un correo electrónico con su respuesta: “Aún nos encantaría que los misioneros estudien las Escrituras con usted”.
Se viene un tiempo de milagros
Cada compañerismo inició su sesión en la videoconferencia 30 minutos antes de que el élder Holland se uniera, y los Taylor les comunicaron la sorprendente noticia: 101 de los 131 misioneros necesitaban empacar todo, limpiar y dejar temporalmente 50 departamentos y correr a la oficina de la misión en Seúl para tomar vuelos de regresos sus países de origen.
En casa, debían ser puestos en cuarentena durante dos semanas y luego ser reasignados a sus nuevas misiones dentro de su país de origen.
“Ya es bastante difícil decir adiós a seis misioneros cuando regresan a casa al final de sus misiones”, dijo el presidente Brad Taylor. “Decir adiós a 101 misioneros de una sola vez… fue una de las cosas más difíciles que hemos hecho”.
Mientras los misioneros intentaban procesar el cambio recibido, el élder Holland se unió al llamado. Compartió un mensaje que resonaría en decenas de miles de misioneros que tendrían que regresar a casa en un período de dos meses.
“La adversidad con frecuencia precede a acontecimientos monumentales que cambian la vida. Recuerden que Dios puede tomar cada experiencia mortal que tengamos y cambiarla para nuestro bien.
Él siempre dirige los asuntos de la Iglesia y a Sus hijos fieles. Él convertirá todo esto en una ventaja para Su obra. Milagros y mucho bien vendrán de esto para la Misión Corea Seúl. Hagan todo lo que puedan con gozo y luego podrán ver cómo se producen los milagros”.
Retornando misioneros
La Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia de coronavirus el 11 de marzo.
Al día siguiente, 12 de marzo, la Primera Presidencia suspendió todas las reuniones de la Iglesia en todo el mundo “por precaución y con una profunda preocupación por la salud mundial”, no obstante la respuesta de la Iglesia en Asia ya estaba en marcha con ayuda humanitaria y protección para los Santos de los Últimos Días.
Para el 25 de marzo, el día en que la Primera Presidencia anunció el cierre temporal de los 168 templos de la Iglesia en todo el mundo, una iglesia cristiana coreana que se congregó a fines de febrero había tenido 5,080 casos confirmados de COVID-19.
Eso representaba más de la mitad del total de casos en Corea del Sur en ese momento, según el Washington Post.
Al final del día que comenzó con el mensaje del élder Holland, los 101 que debían evacuar la Misión de Seúl llegaron a la casa de la misión. Al día siguiente, el 7 de marzo, casi todos estaban en vuelos de regreso a su país, fue “un milagro logístico, diferente a cualquier otro que haya visto antes”, dijo el presidente Taylor.
Los líderes y el personal de la Iglesia organizarían el vuelo que regresaría a casi la mitad de los 67,000 misioneros de la Iglesia a sus países de origen. Durante dos meses, todos los misioneros extranjeros de 377 de las 399 misiones globales de la Iglesia regresaron a casa.
Mitigando la propagación del virus
El COVID-19 detuvo todas las prácticas regulares de reunión en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y alteró dramáticamente no solo sus misiones sino también sus prácticas misionales.
Los ritos más sagrados de la fe, desde el servicio sacramental semanal hasta la adoración en el templo, cesaron temporalmente.
La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles dejaron en claro que los líderes y miembros de la Iglesia querían “ser buenos ciudadanos en el mundo y hacer lo que [podían] para controlar esta enfermedad contagiosa”.
El presidente Russell M. Nelson señaló que “[la] seguridad y bienestar [de los miembros] siempre serán [su] mayor preocupación”.
Los líderes de la Iglesia, siguiendo las indicaciones de los líderes de salud locales y mundiales y con espíritu de oración trabajaron para mantenerse un paso a delante de la propagación del coronavirus.
Las primeras declaraciones públicas de la Iglesia sobre el coronavirus se realizaron el 29 de enero, cuando se anunció que el presidente Nelson había ayudado a facilitar una donación de mascarillas y otros equipos de protección personal a trabajadores médicos en un hospital infantil de Shanghai.
Esa misma semana, los líderes de la Iglesia cancelaron las primeras reuniones de Santos de los Últimos Días en Hong Kong debido al COVID-19, basándose en las instrucciones del gobierno y profesionales de la salud.
Los Santos de Hong Kong en la actualidad llevan cuatro meses sin congregarse en una reunión sacramental, desde el 26 de enero, según Annie Wong, directora de asuntos públicos del Área de Asia.
Las medidas de emergencia resaltaron la efectiva estructura administrativa de la Iglesia. La Iglesia a nivel mundial está dividida en 21 áreas, cada una con una presidencia de área supervisada por un miembro del Quórum de los Doce y un miembro de la Presidencia de los Setenta.
Cuando enero se convirtió en febrero, manifestantes en Hong Kong pidieron el cierre de sus fronteras con China. Los líderes de la Iglesia en Salt Lake City estuvieron en consejo con la presidencia del Área de Asia, que a su vez asesoraban al presidente de la misión de Hong Kong, Dennis Phillips.
En la noche del 3 de febrero, el gobierno cerró todos los transbordadores con dirección a Macao, una región autónoma donde el presidente Phillips tenía ocho misioneros, incluido el élder Ka Po Kwok, de 19 años, de Hong Kong.
A la mañana siguiente, se tomó la decisión, recordó el élder Kwok: Evacuar a los misioneros de Macao de la única manera posible, en autobús sobre un puente de agua.
En la mañana del 5 de febrero en Hong Kong (4 de febrero en Utah), después de la primera muerte de COVID-19 en el lugar y 490 muertes en China, los líderes de la Iglesia anunciaron que habían decidido cerrar temporalmente la Misión de Hong Kong.
El presidente Phillips envió un mensaje de texto a los 125 misioneros, diciéndoles que debían empacar, limpiar sus apartamentos y dirigirse a la oficina de la misión porque regresarían a casa. Los misioneros regresaron a la casa de la misión y se organizaron vuelos.
Los 12 misioneros provenientes de Hong Kong que servían en la misión fueron relevados y enviados a casa, mientras que los otros 113 regresaron a sus países de origen.
El presidente Phillips pasó dos meses en el Centro de Capacitación Misional en Provo, apoyando en la capacitación misional online, esperando el día en que pueda llevar a sus misioneros de regreso a Hong Kong.
Un paso adelante
El primer templo que se cerró debido a la pandemia fue el Templo de Taipei Taiwán a mediados de febrero. Los templos que siguieron fueron los de Japón, Italia, Seattle y Nueva York, siendo las áreas más afectadas por el virus.
Tan rápido como se propagó el virus, la Iglesia trabajó para mantenerse a la vanguardia de la amenaza, cesando reuniones, cerrando templos, cesando la obra misional de persona a persona y impartiendo medidas en cuanto a viajes.
El 27 de febrero, los líderes anunciaron que las autoridades generales y otros miembros de la Iglesia no deberían viajar a Utah para la Conferencia General, y que las sesiones de liderazgo de la conferencia se pospondrían hasta octubre.
Las decisiones anunciadas con rapidez durante dos días en el mes de marzo fueron especialmente impresionantes.
La mañana del 11 de marzo, el mismo día en que el brote fue declarado una pandemia, los líderes de la Iglesia anunciaron que la Conferencia General de abril que conmemoraba el bicentenario de la Primera Visión de José Smith sería sólo de manera digital y que toda capacitación misional se realizaría de manera online.
Al día siguiente, los colegios y universidades de la Iglesia anunciaron que cerrarían temporalmente y que volverían a abrir como instituciones digitales por el resto del semestre. Esas medidas todavía continúan.
No se ha tomado una decisión sobre si los estudiantes regresarán a los campus en octubre. BYU informó esta semana que esa decisión podría tomarse en julio.
El 12 de marzo, la Primera Presidencia suspendió todas las reuniones de la Iglesia indefinidamente.
“Fui a la Iglesia esta mañana, y fue un poco triste porque no había nadie allí”, dijo el obispo del barrio Eaglecrest Nº 3, Ryan Kirby, a su esposa y sus cinco hijos cuando se sentaron juntos el domingo siguiente.
La familia Kirby, y cientos de miles de familias y Santos de los Últimos Días como ellos, comenzaron a adorar en casa, utilizando el nuevo plan de estudios “Ven, sígueme” centrado en el hogar e impulsado por un mensaje de optimismo por parte del Presidente Nelson.
“Estos desafíos únicos pasarán a su debido tiempo. Sigo siendo optimista para el futuro”, dijo en el video, publicado el 14 de marzo.
El 16 de marzo, la Primera Presidencia suspendió temporalmente la obra vicaria en los 155 templos que permanecieron abiertos. Para el 25 de marzo, los 168 templos de la Iglesia fueron cerrados.
Para ese día, la Organización Mundial de la Salud había confirmado 413,467 casos de COVID-19 y 18,433 muertes en 183 países.
Un mensaje profético
Quizás el sentimiento de esperanza colectivo más fuerte llegó con la Conferencia General a principios de abril. Millones vieron y escucharon por transmisión o transmisión en vivo al presidente Nelson en su invitación a un ayuno mundial para el alivio de la pandemia el Viernes Santo.
Los escucharon anunciar nuevos templos y un nuevo símbolo con la estatua del Christus. Lo escucharon leer una nueva proclamación sobre la restauración de la Iglesia de Jesucristo y dirigir a la Iglesia en un grito de Hosanna en todo el mundo.
“En tiempos de profunda aflicción, como cuando una enfermedad alcanza proporciones pandémicas, lo más natural que hacemos es recurrir a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo, el Maestro Sanador, suplicando que manifiesten Su maravilloso poder para bendecir a los habitantes de la tierra”, dijo el presidente Nelson.
La Iglesia continúa participando enviando ayuda y socorro a países afectados por la pandemia, que ha crecido a 481 proyectos en 115 países hasta el sábado, dijo el portavoz de la Iglesia Doug Andersen a Deseret News.
Esos proyectos incluyen el suministro de alimentos, productos de higiene, equipos de protección personal, equipos médicos, dinero en efectivo y otras necesidades.
Desde principios de marzo, la Iglesia ha entregado semanalmente 15 camiones de alimentos y otros productos básicos, suficientes para alimentar a 1,400 personas durante una semana, desde los almacenes de los obispos hasta los bancos de alimentos en todos los rincones de los Estados Unidos.
En Utah, la Sociedad de Socorro ha ayudado a reclutar a decenas de miles de voluntarios para confeccionar 5 millones de máscaras para los profesionales de la salud en un proyecto conjunto con Intermountain Healthcare y la Universidad de la Salud de Utah.
Los misioneros regresan y vuelven a la obra
El élder Kim Dongmin, un joven misionero de Busan, Corea del Sur, dio positivo al test de COVID-19 mientras servía en la Misión de Nueva York, Nueva York. Después de cinco semanas de recuperarse en casa, regresó al campo misional el pasado miércoles y fue recibido por el presidente Taylor y su esposa en la Misión Corea Seúl.
De los 131 misioneros que tuvieron el día en que se anunció la evacuación, 32 fueron relevados y 47 ahora sirven en otras 40 misiones en todo el mundo.
“No puedo expresar lo difícil que fue dejarlos ir”, dijo el presidente Taylor. Los Taylor permanecen en contacto con todos ellos y oran junto con ellos para que los que aún están sirviendo puedan regresar a la Misión Corea Seúl.
Los milagros ocurrieron después de que el élder Holland les dijo a los misioneros que “aceptaran este desafío con todo el entusiasmo y ánimo con el que recibieron su llamamiento a la misión”.
Primero, los 30 misioneros coreanos restantes tuvieron una transición exitosa en la obra misional online. Un video que hicieron tiene 1,4 millones de visitas en YouTube.
Muchos otros tienen de 10,000 a 25,000 visitas, incluido uno donde los dos élderes desafían al campeón de lucha de brazo de Corea y otra de una hermana que canta con su dulce voz.
Algunas clases que imparten en Facebook Live atraen a hasta 1,500 personas en una cultura reservada donde, dijo el presidente Taylor, un misionero podría no hablar con 1,500 personas en una misión completa de dos años.
En segundo lugar, los misioneros coreanos han progresado mucho.
“Todos esos misioneros que eran más tímidos o callados realmente han progresado y se han convertido en fuertes contribuyentes, compartieron ideas, se han convertido en líderes”, dijo Ann Taylor.
Ambos ven los cambios como extensiones de cómo el élder Holland dijo que Dios trabaja a través de la adversidad. El élder Holland compartió para Deseret News en un correo electrónico la semana pasada.
“Muchos de los milagros que vemos en la obra del Señor provienen de situaciones estresantes o difíciles. Los desafíos para la obra siempre han existido.
En esos momentos, se nos llama con frecuencia a “quedarnos tranquilos y saber que [Él] es Dios”. Ninguna mano impía ni ninguna otra dificultad pueden detener la obra de Dios.
Él puede realizar Su propia obra y voluntad. Si nos unimos a Él como de seguro lo hacen los misioneros, cada dificultad se convertirá en [algo] para nuestro bien”.
Fuente: deseret.com