¿Alguna vez has visto a un niño alejarse de sus compañeros de clase durante el recreo porque tiene miedo de unirse a ellos?
Tal vez sea porque duda de su habilidad para cierto juego, sin embargo, con frecuencia su incertidumbre viene de si será o no bienvenido y aceptado por ellos.
Es probable que quizás tú hasta hayas sido ese niño.
Un terapeuta que conozco le pide a sus pacientes que califiquen su valor del 1 a 100. Con frecuencia muchos eligen un número bajo. Por el contrario, si le pidieras al Padre Celestial que calificara tu valor, Él te daría el valor más alto.
Él nos ama y desea que todos regresemos a Él. Nuestro Salvador nos conoce a cada uno de nosotros por nuestro nombre y ha expiado cada uno de nuestros pecados. Esto de por sí debería convencernos de nuestro valor.
El presidente Dieter F. Uchtdorf dijo una vez:
“Hermanos y hermanas, el Ser más poderoso del universo es el Padre de su espíritu; Él los conoce. Él los ama con un amor perfecto… Él los ve como Sus hijos o hijas; Él los ve como los seres capaces de llegar a ser aquello para lo que fueron concebidos. Él quiere que sepan que son importantes para Él”.
Entonces, ¿en qué momento dejamos de creer en esa verdad?
En algunos casos podemos sufrir de abuso verbal y aquellas palabras crueles todavía resuenan en nuestras cabezas cuando somos adultos. Algunos se sienten abandonados.
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En otras instancias puede ser que hayamos cometido pecados tan graves que ahora dudamos de que podamos ser perdonados.
A menudo nos comparamos con otros que parecen estar muy por delante de nosotros, espiritualmente, intelectualmente, atléticamente, de muchas maneras. Sin embargo, incluso las personas más inteligentes pueden cuestionar su valor.
Las dudas y el desánimo son poderosos. Pueden robarte la felicidad que tienes, afectar tu salud y evitar que alcances tu potencial aquí en la tierra. Veamos algunas causas y soluciones.
1. No caigas en las comparaciones
La primera y la más común, es la tentación de compararnos con los demás. Digo tentación porque creo que es el adversario quien está detrás de dichas comparaciones.
Vemos a otros que tienen más habilidades, tienen más experiencia, son más inteligentes en algo y, de alguna manera, nos olvidamos por completo de nuestros propios talentos y fortalezas.
Todo lo que sabemos es que no los tenemos. Todos sabemos que las redes sociales avivan estas llamas. Malcolm Forbes lo describió de una manera excelente:
“Demasiadas personas subestiman lo que son y sobrevaloran lo que no son”.
Déjame decirte algo que comencé a hacer cuando era niño. Cuando conocía a alguien que era mucho mejor que yo en algo, rápidamente recordaba mis propios talentos y habilidades.
Esto no solo me impidió hundirme en la depresión, sino que me dio la oportunidad de ser feliz por los demás. Me di cuenta de que tenía mis propios talentos, por lo que me fue fácil celebrar los dones y talentos de los demás.
Irónicamente, las personas que se valoran mal a sí mismas en realidad desconocen la cantidad de personas que envidian sus habilidades. Es posible que sientas algo de envidia de la hermosa casa de alguien, pero puede que ellos sientan envidia de tu matrimonio o tu éxito profesional.
2. No olvides que hay mucho por aprender
Quizá te encuentres dudando de tu valor porque careces de las habilidades que necesitas en tu trabajo o carrera profesional. Aquí es donde quizá te preguntes: “¿Podré aprender de esto?” ¡Por supuesto que puedes! Todos han comenzado como principiantes en algún momento de su vida.
El excelente programa de Autosuficiencia de la Iglesia ofrece un ingenioso conjunto de manuales y clases para ayudar a las personas a aumentar sus capacidades y habilidades para un empleo. Si tu falta de confianza proviene de una carencia de habilidades, abórdalo y opta por recibir la formación educativa necesaria.
“No importa dónde vivan, no importan sus humildes circunstancias, cuán precario sea su empleo, cuán limitadas sean sus habilidades, cuán común sea su apariencia… ustedes no son invisibles para su Padre Celestial”.– Dieter F. Uchtdorf
3. Deja el pasado en el pasado
A veces nos asignamos un valor muy bajo debido a pecados o errores cometidos en el pasado. A Satanás le encanta poder convencernos de que nuestro pasado no puede ser superado. Nos hace dudar del poder del arrepentimiento y nos dice que no podemos cambiar. Esto no es solo una doctrina falsa, es una doctrina destructiva.
Una vez que te has arrepentido, has hecho todo lo posible para rectificar la situación y realmente has cambiado tu corazón, necesitas creer en ti mismo, aceptar el perdón de Dios y seguir adelante.
El verdadero arrepentimiento es algo que causa felicidad, no vergüenza. Cuando realizamos un cambio verdadero, participamos del sacrificio expiatorio de Cristo y nos damos cuenta de cuán misericordioso y amoroso es Él en verdad.
“Nuestro Padre Celestial creó el universo para que pudiésemos lograr nuestro potencial como hijos e hijas de Él. Ésta es la paradoja del hombre: comparado con Dios, el hombre no es nada; no obstante, somos todo para Dios”. -Dieter F. Uchtdorf
4. No te dejes llevar por las críticas
Puede que estes lidiando con las voces que critican todo lo que haces. Un buen truco es gritar mentalmente “¡Alto!” o “No es cierto!” cuando estas voces parecen abrumarte. Sácalas de tu cabeza cada vez que surjan y verás cuán poderosa es realmente tu mente.
Reemplaza esos comentarios negativos con cumplidos. Tómate un tiempo para recordar lo bueno que haces, lo bueno que eres y que Dios te ama. Dite a ti mismo que eres increíble. Perdona a los que te hablaron mal, libérate de aquellos fantasmas.
Y, si alguna de estas personas todavía está en tu vida, establece límites saludables para que no tengas que asfixiarte con sus mensajes deprimentes.
5. Sé agradecido
La gratitud puede cambiar rápidamente una evaluación errónea de nosotros mismos. Llevar un diario de gratitud es un método efectivo y verdadero utilizado por millones. Te hará más optimista y te ayudará desarrollar mas esperanza.
Rodéate de perdonas que edifiquen a los demás, en lugar de aquellos que derrumbarlos. Con mucha frecuencia es difícil sentir que somos valiosos cuando estamos nadando en un mar de comentarios sarcásticos y humillaciones.
Debes estar dispuesto a recibir ayuda. Puede ser un consejero profesional, un amigo de confianza, un entrenador o un ser querido. Cuando alguien más nos ayuda a recordar nuestro valor, nos levanta el ánimo y nos recuerda que somos muy importantes.
“Ruego que por siempre creamos, confiemos y alineemos nuestra vida a fin de que entendamos nuestro verdadero valor y potencial eternos”. -Dieter F. Uchtdorf
6. No esperes la aprobación del mundo
Por último, no te esfuerces por obtener la aprobación del mundo. Incluso si los consigues, esta perecen rápidamente cuando la próxima “tendencia” aparece. A cambio, busca solo la aprobación de Dios.
Incluso si toda una multitud te abuchea, quédate con lo que sabes que agrada a Dios y superarás aquella tormenta pasajera. De hecho, cuando nos mantenemos firmes en lo que sabemos que es correcto, eventualmente conocemos a personas que nos admiran por ello y desearían tener nuestro valor.
Tu valor está escrito en piedra. No importa lo insuficiente que te sientas, eso no afecta el amor de Dios por ti. Por supuesto, Él desea que nos arrepintamos y mejoremos, pero Su amor no vacila en absoluto. El élder Neal A. Maxwell dijo una vez:
“Nuestro valor individual ya está establecido divinamente como ‘grande’ y no fluctúa como la bolsa de valores”.
Y cuando pienses en Cristo sufriendo al expiar nuestros pecados y dolores, recuerda que cada individuo nacido es grande a la vista de Dios y eso te incluye a ti.
Fuente: Meridian Magazine