Elizabeth Francis, quien vivió a lo largo de dos guerras mundiales y fue testigo de avances históricos como la invención de la televisión y el internet, falleció el martes 22 de octubre a la extraordinaria edad de 115 años, siendo la persona más longeva de Estados Unidos hasta el momento.
Nacida el 25 de julio de 1909 en Luisiana, Elizabeth vivió una vida que abarcó múltiples generaciones y cambios sociales. Después de perder a su madre a los 11 años, se mudó a Houston, donde su tía la crió, y allí residió el resto de su vida.
Su vida fue un testimonio de resiliencia, marcada por los valores de trabajo, familia y comunidad que compartió con cada generación de su familia.
Cada nuevo día, ella hace lo siguiente:
“Digo ‘gracias, Señor’ cuando me despierto por la mañana, y le doy gracias cuando me voy a la cama”.
Una de las últimas apariciones de Elizabeth ante los medios de comunicación fue en agosto del año pasado, cuando cumplió 114 años. En esa ocasión, una larga lista de familiares, que abarcaba cinco generaciones hasta sus tataranietos, se reunió para celebrar su onomástico junto a ella.
Cuando le preguntaron sobre el secreto de su longevidad, Francis respondió que nunca fumó ni bebió, aunque admitió con una sonrisa que disfrutaba de comer de todo.
Para los Santos de los Últimos Días, su respuesta puede resonar profundamente, pues conocen a la perfección esta elección, pues la abstención de estas dos sustancias forma parte de su día a día al vivir la Palabra de Sabiduría, una ley de salud.
Dorothy Williams, en la celebración de su cumpleaños 114, comentó:
“Es difícil de creer, pero es una bendición, porque ha sido una maravillosa madre y abuela para todos nosotros. Ella ha sido nuestro pilar”.
Para Elizabeth Francis, su longevidad fue una clara muestra de las “bendiciones del Señor”. Su familia y amigos también destacaron que su fuerte sentido de comunidad y la estrecha relación que mantenía con sus seres queridos jugaron un papel fundamental en su vida prolongada y feliz.
Su fe y sus relaciones fueron pilares que, sin duda, fortalecieron su espíritu. Uno de sus pasajes favoritos de la Biblia se encuentra en 1 Juan 4:8:
“El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor”.
De acuerdo con el sitio LongeviQuest, que monitoriza y verifica la longevidad de los supercentenarios (personas mayores de 110 años), Francis ocupaba el tercer lugar a nivel mundial, solo después de Tomiko Itooka de Japón, con 116 años, y de Inah Canabarro Lucas de Brasil, también de 116 años.
Para Ben Meyers, CEO de LongeviQuest, la longevidad de Francis se debía en gran parte a sus sólidos lazos familiares y a la conexión con su comunidad.
“Es difícil que las personas alcancen esa edad en aislamiento”, afirmó Meyers, destacando el ejemplo de vida de Francis como un testimonio de la importancia de la unión familiar.
Finalmente, Elizabeth Francis deja un legado que va más allá de los años vividos. Su vida y su fe en Cristo son un recordatorio constante para sus seres queridos y para quienes la conocieron de la fortaleza que se encuentra en Dios y en el amor familiar.
Su perspectiva de vida, basada en la gratitud y la esperanza, permanecerá con sus seres queridos, brindándoles inspiración y recordándoles que la fe en Cristo es la fuente de verdadera paz y propósito.
Fuente: Deseret News