¿Cómo es que podemos encontrar paz y consuelo cuando todo parece estar lleno de caos, confusión, sin esperanza y decepción?
“¿Dónde hallo el solaz, dónde, el alivio cuando mi llanto nadie puede calmar, cuando muy triste estoy o enojado y me aparto a meditar?”
Las preguntas del alma planteadas en el conmovedor himno de Emma Lou Thayne “¿Dónde hallo el solaz?” Son las mismas preguntas que muchos pueden hacerse hoy en día.
¿Cómo es que podemos vivir nuestro día a día y encontrar la paz y el consuelo que tanto buscamos y necesitamos al estar viviendo lo que parece ser una película de ciencia ficción, con las reglas de “distanciamiento social” que abarcan gran parte de nuestra actividad y el estrés del aislamiento, tanto físico como emocional?
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¿A dónde podemos ir para hallar solaz? La respuesta es simple. Podemos recurrir a Jesucristo, la fuente de paz.
En Mateo 11: 28-30 leemos:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.”
Esa invitación aún está vigente para nosotros.
Muchos se sienten “cargados” en este momento.
Desde padres solteros con hijos, que trabajan desde casa e intentan cuidarse a sí mismos y a sus hijos al mismo tiempo a parejas con niños en edad escolar que ahora también trabajan de manera remota.
Personas que viven solas y que no han podido ver sus familiares ya sea por vivir en diferentes ciudades o por querer cuidar a los que son vulnerables en este momento. Parejas sin hijos que están aprendiendo a convivir, donde solo uno de ellos tiene la posibilidad de trabajar desde casa.
Las diferentes circunstancias que atravesamos pueden llegar a ser abrumadoras.
¿Cómo podemos avanzar? ¿Cómo encontramos el equilibrio entre trabajar de manera efectiva, pasar tiempo en familia, ya sea de manera virtual o física, y asegurarnos de cuidarnos individualmente? ¿Cómo podemos evitar estresarnos y volvernos locos?
“Cuando la pena ̮es tal que languidezco, cuando las causas busco de mi dolor, ¿dónde ̮hallo a un ser que me consuele? ¿Quién puede comprender? Nuestro Señor.”
Vuélvete a Él. En palabras del Padre, como nos ha recordado tan elocuentemente nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, “escúchalo”.
¿Pero cómo lo escuchamos?
Esa es una pregunta que el presidente Nelson nos ha invitado a meditar. Podemos tomarnos un tiempo para pensar en la restauración y las muchas formas en las que el Salvador se ha comunicado con nosotros desde entonces, incluidas las Escrituras y el apacible espíritu que viene cuando damos nuestro testimonio del Salvador.
Podemos escucharlo a través de la oración y sentir Sus palabras en nuestros corazones y mentes.
“Él siempre cerca está; me da Su mano. En mi Getsemaní, es mi Salvador. El sabe dar la paz que tanto quiero. Con gran bondad y amor me da valor.”
Él responde en privado. Él se suma a nuestros esfuerzos. En nuestro Getsemaní personal, Él está allí como nuestro Salvador y Amigo. Solo Él puede darnos la paz, que sobrepasa todo entendimiento. Es siempre constante y bondadoso.
¡Su amor es eterno!
A medida que pasamos por las pruebas y tribulaciones de la vida, es bueno recordar las palabras del Señor a José Smith mientras se encontraba en la Cárcel de Liberty (Doctrina y Convenios 122: 5-8):
“Si te es requerido pasar tribulaciones; si te encuentras en peligro entre hermanos falsos; si estás en peligro entre ladrones; si peligras en tierra o mar; si se te acusa con todo género de acusaciones falsas;
Si te acometen tus enemigos; si te apartan del lado de tu padre y madre, hermanos y hermanas; si con la espada desenvainada tus enemigos te arrebatan del seno de tu esposa y de tu familia, y tu hijo mayor, que solo tiene seis años de edad, se prende de tu ropa, diciendo:
Padre mío, padre mío, ¿por qué no puedes quedarte con nosotros? Padre mío, ¿qué van a hacer contigo estos hombres?; y si entonces lo echan de tu lado a fuerza de espada, y te arrastran a la cárcel, y tus enemigos te rodean como lobos que buscan la sangre del cordero;
Si eres echado en el foso o en manos de homicidas, y eres condenado a muerte; si eres arrojado al abismo; si las bravas olas conspiran contra ti; si el viento huracanado se hace tu enemigo;
Si los cielos se ennegrecen y todos los elementos se combinan para obstruir la vía; y sobre todo, si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien.
El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?”
Debido a que descendió por debajo de todas las cosas, Cristo sabe cómo socorrernos en nuestro tiempo de necesidad, como se describe en Alma 7: 11-12:
“Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo.
Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos.”
Podemos estar atravesando por diferentes pruebas en este momento, pero sé que estás también pasarán. Jesucristo está a la cabeza y sabe cómo ayudarnos a navegar por aguas turbulentas.
Él está al tanto de nosotros y de lo que sucede en el mundo. Al volvernos a Él, al buscarlo, escucharlo y confiar en Él, es mi testimonio que, pase lo que pase, estaremos a salvo y saldremos victoriosos gracias a Él.
Fuente: ldsblogs.com