Si la ciencia moderna pudiera acabar con todas las enfermedades. Incluso, volver a diseñar nuestros cuerpos para que no muriéramos, ¿el plan de Dios se desplegaría? No.
La enfermedad y la muerte forman parte del plan con el que estuvimos de acuerdo cuando gritamos de alegría por la oportunidad de llegar a la mortalidad. La persona que lucha valientemente contra el cáncer, pero muere, no pierde la guerra. En cambio, entra al único portal posible que conduce a una resurrección gloriosa.
Acabo de echarle un vistazo a un capítulo de “Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball”, que cita su maravilloso discurso “Tragedia o destino”. Si no lo has leído recientemente o nunca, te lo recomiendo. Veamos algunas citas:
“Si todos los enfermos por los que oramos sanaran, si todas las personas rectas fueran protegidas y los inicuos destruidos, el programa entero del Padre quedaría anulado y el principio básico del Evangelio, el albedrío, llegaría a su fin. Nadie tendría por qué vivir por la fe”.
Lee la siguiente cita sin la palabra “terrenal” y ve cómo se aplica a todos los muertos:
“Si dijéramos que la muerte prematura es una calamidad, un desastre o una tragedia, ¿no sería como decir que la vida en la tierra es preferible a una entrada temprana en el mundo de los espíritus y finalmente, a la salvación y exaltación? Si la vida terrenal fuera el estado perfecto, la muerte sería una frustración; pero el Evangelio nos enseña que no hay tragedia en la muerte, sino sólo en el pecado. “…bienaventurados los muertos que mueran en el Señor…” (véase D. y C. 63:49).
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La muerte no es una tragedia, sino la graduación hacia una existencia mucho más gloriosa de aprendizaje, progreso y servicio. Al hablar en un funeral, el Presidente Kimbal dijo una vez:
“Nuestra visión es limitada. Con los ojos podemos ver sólo unos pocos kilómetros hacia adelante; con los oídos podemos oír sólo durante unos pocos años. Estamos encerrados, enclaustrados en un cuarto, por así decirlo, pero cuando nuestra luz de esta vida se apague, entonces veremos sin limitaciones terrenales…
“Al entrar en la eternidad, las paredes se derrumban, el tiempo llega a su fin y la distancia se esfuma y se pierde… e inmediatamente salimos a un mundo grandioso en el cual no existen las limitaciones terrenales”.
Si pudiera escoger que mi cuerpo devastado por la enfermedad se curara del cáncer y vivir más décadas en la mortalidad, ¿lo haría? No. Además del cáncer que padezco, cada célula de mi cuerpo se siente agotada. ¡Quiero dar volteretas, correr hasta la montaña y hacer muchas cosas que nunca pude!
Por mucho que odie dejar a mi familia, creo completamente en que tendré una reunión gloriosa con cada uno de ellos. Especialmente, con mi esposo, que odia perderme. Anhelo dejar este valle de lágrimas, caos y corrupción, donde el poder de Satanás siempre se esfuerza por destruir nuestra paz.
Aprecio mucho la idea de poder avanzar y entrar a una esfera en la que nuestros deseos de bendecir a los demás no se limiten por el tiempo, los recursos o los cuerpos débiles.
El don de la crisis
A menudo, me he maravillado con las historias de crecimiento espiritual y los testimonios de la presencia de Dios en los tiempos de crisis y tragedia. ¿Cuántas historias has escuchado en las que las personas dijeron que estuvieron agradecidas por esos momentos? En el último año, leí muchas historias de personas que consideraron el cáncer como un amigo, incluso una bendición en sus vidas debido al crecimiento espiritual y la cercanía a sus seres queridos que se produjeron a causa de ello.
Hace años, ayudé a un traumatólogo clínico a armar un libro llamado “Sudden Trauma”, que incluía pautas para enfrentar la tragedia. Estas pautas fueron extraídas de su capacitación y experiencia con una clientela, que estaba conformada completamente por aquellos que experimentaron algunos de los eventos más terribles de la vida.
Cuando le pregunté cómo podía sobrellevar esas cosas día tras día, me explicó que la crisis abre la puerta a un cambio más positivo que cualquier otra cosa. Pero, por supuesto, las personas no siempre miran en esa dirección, sino que se vuelven amargadas y, se cierran a Dios y los demás.
Desde el punto de vista del Evangelio, podríamos decir que la pregunta siempre es si escoger recurrir a Dios y experimentar su gran consuelo y poder de refinación y enseñanza, o si optar por utilizar nuestro escaso depósito de conocimiento para cuestionar, luchar contra la realidad y alejarnos de Dios. El Presidente Kimball dijo:
“Al enfrentar lo que parezca una tragedia, debemos poner nuestra confianza en Dios, sabiendo que, a pesar de nuestra visión limitada, Sus propósitos no fallarán. Con todos sus problemas, la vida nos ofrece el enorme privilegio de progresar en conocimiento y sabiduría, en fe y obras, preparándonos para regresar a Dios y ser partícipes de Su gloria”.
Estos versos de “Qué firmes cimientos” enseñan todo esto de manera muy elocuente:
“Pues ya no temaís, y escudo seré,
que soy vuestro Dios y socorro tendréis;
y fuerza y vida y paz os daré,
y salvos de males, y salvos de males,
y salvos de males vosotros seréis”.
“Y cuando torrentes tengáis que pasar,
los ríos del mal no os pueden turbar,
pues yo las tormentas podré aplacar,
salvando mis santos, salvando mis santos,
salvando mis santos de todo pesar.”
La muerte inevitable
El Presidente Kimball dijo:
“Todos tenemos que morir; la muerte es una parte importante de la vida. Por supuesto, nunca estamos totalmente preparados para el cambio. Como no sabemos cuándo nos sobrevendrá, es natural que luchemos por retener la vida. Sin embargo, no debemos temer a la muerte. Aunque oramos por los enfermos, bendecimos a los afligidos, imploramos al Señor que sane y alivie el dolor y salve la vida y posponga la muerte, y es apropiado que así lo hagamos, no lo hacemos porque la eternidad sea algo temible…”
“Al enfrentar lo que parezca una tragedia, debemos poner nuestra confianza en Dios, sabiendo que, a pesar de nuestra visión limitada, Sus propósitos no fallarán. Con todos sus problemas, la vida nos ofrece el enorme privilegio de progresar en conocimiento y sabiduría, en fe y obras, preparándonos para regresar a Dios y ser partícipes de Su gloria”.
“Si todas las oraciones se contestaran de inmediato de acuerdo con nuestros deseos egoístas y nuestro entendimiento limitado, entonces el sufrimiento sería mínimo o no existiría, y no habría dolor, desilusión, ni siquiera muerte; y si todo eso no existiera, tampoco habría gozo, éxito, resurrección ni vida eterna ni divinidad”.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Darla Isackson y fue publicado en latterdaysaintmag.com con el título “Disease is Not the Enemy; Death is Not the Ultimate Defeat”.