“Esas son tonterías, Fabio, deja de meterte en cosas sin sentido”. ¿Esa frase te suena conocida?
Ser el único miembro de la Iglesia en tu familia, puede ser un reto, así como una bendición.
Los élderes se acercaron a Fabio Miranda, no lo saludaron ni dijeron sus nombres, solo le hicieron una sencilla pregunta: ¿usted sabe a dónde vamos después de morir?
Esa pregunta le cambió la vida, su papá había fallecido tres semanas atrás. Fabio les preguntó: ¿Ustedes saben a dónde? Los misioneros movieron la cabeza afirmativamente. Cuatro semanas después, Fabio se bautizó.
Esa misma tarde, en la cena, él le comentó a su madre: “Mamá, ya sé dónde está papá”, le contó todo lo que había aprendido de los misioneros y con lágrimas en los ojos le dijo: “se lo pregunté a Dios, mamá, y Él me dijo que es verdad”.
Ante su sorpresa, ella respondió: “Esas son tonterías, Fabio, deja de meterte en cosas sin sentido”.
En esta vida, su familia nunca aceptó el Evangelio.
Hace siete años conocí a Fabio y al narrarme todo esto, con lágrimas, me dijo: “No te imaginas el dolor que se siente, saber algo tan valioso y que no quieran vivirlo contigo”.
Ese día, Fabio me compartió 3 “piedras valiosas” sobre el gran valor de ser el único miembro de la Iglesia de Jesucristo en tu familia.
Nunca olvides las “Cosas buenas que vendrán”
Por instantes puede nacer la desesperanza, discusiones o inclusive algunas lágrimas sobre la almohada.
Sin embargo, existe una hermosa promesa. El élder Holland enseñó:
“No te des por vencido. Sigue caminando. Sigue tratando. Habrá ayuda y felicidad más adelante“. Algunas bendiciones llegan pronto, otras tardan más, y otras sólo llegan en el cielo. Pero para los que aceptan el Evangelio de Jesucristo, llegarán. Al final, todo estará bien. Confíen en Dios y crean en las cosas buenas que vendrán.
Ninguna promesa se nos negará si somos fieles.
Nunca caminarás solo. Jamás lo harás
Puede que la primera vez que entraste al templo, ningún miembro de tu familia estuvo allí.
Puede que cuando recibiste el sacerdocio, tus padres no te acompañaron.
Puede ser las actividades familiares en la Iglesia, no hayan sido para ti tan “familiares”; pero el Señor te extiende esta promesa:
“(…) porque iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros” (Doctrina y Convenios 84:88).
Nunca estás solo. Dios tiene un cuerpo, Él es literalmente tu Padre.
Dios no comete errores, Él nunca se equivoca
Tal vez en algún momento te preguntes: ¿Por qué las cosas no fueron diferentes?
Fabio asistió a su graduación de seminarios con los papás de su mejor amigo, él cuestionó: ¿Por qué él no tenía esa bendición?
No obstante, algo en su corazón le dijo claramente: “Tranquilo, hijo. Yo nunca me equivoco”.
El año pasado la mamá de Fabio falleció después de una larga lucha contra el cáncer. La última pregunta que ella le hizo fue: “Hijo, ¿de verdad volveré a ver a tu papá?”
Él comenzó a llorar y con toda la fuerza de su corazón respondió: “Sí”. Ella lo abrazó con mucha fuerza, entonces Fabio no tuvo duda que, para los fieles, las promesas del Señor siempre llegarán.
Siempre llegarán.