“Escoger la buena parte”: ¿Estás demasiado ocupado para el Señor?

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Recuerdo que una vez escuché a alguien decir que estaba muy contento de estar siempre ocupado.

¿Porque? ¿Por qué tendemos a relacionar el estar ocupados con el éxito? Una querida amiga mía siempre está ocupada y cansada.

Cuando le pregunto sobre su vida ajetreada, se siente muy orgullosa y dice que prefiere tener siempre muchas cosas que hacer que aburrirse.

Pero, ¿tener un momento más tranquilo es lo mismo que sentirse aburrido? O ¿son cosas muy diferentes?

Estar tranquilo y en silencio nos permite tener un tiempo para la revelación, la introspección personal y la contemplación eterna. La tranquilidad no es sinónimo de aburrimiento, sino una forma de abrir las ventanas del cielo y prepararse para escuchar y aprender del Todopoderoso.

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Uno de mis discursos favoritos de todos los tiempos lo compartió el élder Uchtdorf en octubre de 2010, se titula “De las cosas que más importan”. En este discurso, habla de la necesidad de simplificar nuestra vida y centrarnos en lo más importante. Él dice:

“Seamos sinceros; resulta un tanto fácil estar ocupados. Todos podemos pensar en una lista de tareas que colmaría nuestras agendas.

“Algunas personas quizás piensen que su propia valía depende de lo larga que sea su lista de tareas; llenan los espacios libres de su horario con listas de reuniones y pequeñeces, incluso durante épocas de estrés y fatiga.

“Debido a que se complican la vida sin necesidad, suelen sentir mayor frustración, menos gozo y le hallan muy poco sentido a la vida”.

En los últimos meses, he escuchado varias veces que lo positivo de la pandemia de COVID-19 es la forma en que nuestro ritmo de vida se ha desacelerado y cómo hemos valorado las cosas que más importan: cosas como pasar más tiempo con la familia, jugar, comer juntos en la mesa.

Sin embargo, para muchos, la vida comienza a volver a la normalidad y estamos descubriendo lo difícil que es lograr un momento de tranquilidad.

Estamos volviendo al trabajo, a estudiar y a tener una rutina más agitada y llena de compromisos. Eso es bueno y está bien sentir alegría después de un día ajetreado por todas las cosas que hicimos y logramos.

Una de mis historias favoritas de la Biblia es la historia de María y Marta, en Lucas 10: 38-42 . Siempre me pregunto a qué hermana me parezco. Llegué a la conclusión de que de vez en cuando me parezco a ambas.

Cuando reservo un tiempo para mi Salvador y lo que Él desea que aprenda, me parezco más a María. Cuando quiero estar ocupada haciendo cosas buenas para mi Salvador, me parezco más a Marta.

Marta estaba haciendo el bien al servir al Salvador. Estaba ordenando la casa y preparando una comida para Él. Quería que el Salvador viera que ella sabía cómo servirle.

Sin embargo, una vez leí que “hacer eso no tiene poder si no estamos con Él”.

La incapacidad de Marta para dejar de lado sus tareas le impidió estar con Jesús. María sabía que estar con Jesús sería mejor para su alma. Sabía que no siempre estaría con Él y, por lo tanto, necesitaba reservar ese momento para aprender de Jesucristo.

María literalmente se sentó a los pies de Cristo, en actitud de respeto y adoración. En su tranquilidad, escuchó al Señor.

El presidente Uchtdorf dijo:

“Hermanos y hermanas, nos haría bien aminorar un poco el ritmo, marchar a la velocidad óptima de nuestras circunstancias, centrarnos en lo relevante, elevar la mirada y ver realmente las cosas que más importan”.

Varias veces escuché el siguiente dicho: “Si Satanás no puede influenciarte para el mal, te mantendrá ocupado“.

No creo que estar ocupado signifique que seas una mala persona. Sin embargo, estar ocupado siempre nos distrae. La distracción es exactamente lo que Satanás usa para llenar nuestras vidas con tareas insignificantes que nos impiden escuchar la “voz apacible y delicada“, como enseñó el élder Uchtdorf:

“El humilde Hombre de Galilea sigue con las manos extendidas, esperando. Su mensaje es sencillo: ‘Ven, sígueme’; y no habla por un megáfono de gran alcance, sino con una voz apacible y delicada. Es muy fácil que el mensaje básico del Evangelio pase desapercibido entre la oleada de información que nos inunda desde todas direcciones”.

Cada minuto de nuestros días nos bombardean con información. Hay búsquedas en Google por hacer, recetas por recordar, noticias por compartir con la familia, videos divertidos para reír, entre tantas otras distracciones que Satanás usa para llenar nuestro día de cosas insignificantes que lamentablemente no nos harán mejores discípulos de Jesucristo.

Para quienes eligen estar siempre ocupados como Marta, todavía hay tiempo para cambiar. Todavía hay espacio a los pies del Maestro. Nadie tiene por qué avergonzarse del tiempo perdido, todos hemos sido como Marta.

La diferencia está en cómo avanzamos en el conocimiento de lo tortuoso y persistente que es el enemigo de nuestra alma. Quiere que olvidemos las cosas que más importan. Quiere que vivamos en el mundo y para el mundo.

Arte de Yongsung Kim.

“Seamos conscientes de los preceptos fundamentales que nuestro Padre Celestial ha dado a Sus hijos que establecerán el cimiento de una vida mortal rica y fructífera, con las promesas de la felicidad eterna.

“Nos enseñarán a hacer ‘todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que corramos más aprisa de lo que las fuerzas nos permiten, sino que conviene que seamos diligentes, para que así ganemos el galardón’”.

Siempre puedes preguntarle al Salvador: “¿Qué me falta?” para que “los ojos de mi entendimiento se abran y reconozca lo que hay que hacer para purificar mi corazón y reorientar mi vida”.

¡No permitas que las tareas de la vida te roben la felicidad! Muéstrate dispuesto a dedicar más que un poco de tiempo al Salvador.

Abre tu vida para recibir revelación y motivación para convertirte en la persona que estás destinado a ser. El Salvador te dará la bienvenida con los brazos abiertos a Su reino en el último día. Entonces, verás que, al igual que María, “escogiste la buena parte”.

Fuente: Blogs SUD

Comentarios
Gracias. Excelente artículo
Néstor
Exelente publicación
Carlos Cavero
Gracias por la retroalimentación.
María Josefa Roca Viracochea

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