¿Por qué Dios me hace esperar tanto por las bendiciones que anhelo?

Todos hemos esperado algo en algún momento de nuestras vidas.

De hecho, probablemente, esperamos algo todos los días: Hacemos cola para esperar un autobús que nos lleve a la escuela o al trabajo; esperamos que la gente responda nuestros mensajes de texto o correos electrónicos; esperamos que un automóvil lento se incorpore a la carretera; esperamos que termine el día; y otros escenarios que se han vuelto comunes en nuestras vidas y aún nos cuesta aceptar.

Por eso, a veces, esperar es simplemente difícil.

Esperar se vuelve aún más difícil cuando deseamos algo que realmente nos importa: un trabajo soñado, una familia, curarnos de alguna enfermedad o dolor, una dirección cuando estamos perdidos, paz en medio del caos o alivio de las muchas pruebas de la vida.

En ocasiones, pensamos que hemos hecho todo lo posible para ser dignos de tales bendiciones. Sin embargo, frustrantemente, el cielo parece distante.

Dios no nos hace esperar sin un motivo

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Dios no nos hace esperar sin un motivo. Nos hace esperar porque en la espera se da el crecimiento.

Es en la espera que no damos cuenta del valor del trabajo duro, la constancia, la disciplina, el compromiso y la resiliencia.

Es en la espera que descubrimos nuestras fortalezas y talentos, y los usamos para nuestro progreso mortal y espiritual.

Es en la espera cuando disminuimos la velocidad y podemos reconocer la mano de Dios en los pequeños detalles de nuestras vidas.

Es en la espera que aprendemos a esperar, amar, perdonar además de apreciar la vida y nuestras muchas otras bendiciones. Es en la espera que aprendemos a dejar de apoyarnos en nuestro tiempo y confiar en Su tiempo.

Él nos hace esperar para ayudarnos a refinar nuestro carácter y aumentar nuestra fe en Él.

A veces, nos hace esperar para redirigirnos a nuevos caminos de oportunidades y felicidad. Nos hace esperar para mostrarnos que sus promesas son ciertas. Desea que aprendamos que una demora no es una negación de las bendiciones que buscamos con sinceridad.

La espera nos trae las más grandes bendiciones

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A través de las Escrituras, hemos aprendido de muchas historias de personas que necesitaban esperar para recibir las bendiciones que anhelaban.

Una de ellas es la historia de Zacarías y Elisabet, los padres de Juan el Bautista.

Ellos eran una pareja fiel, que oró fervientemente durante muchos años para poder tener hijos. Sin embargo, no recibieron una respuesta a sus oraciones de la manera que esperaban. A pesar de esto, mantuvieron la fe y la esperanza.

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Finalmente, fueron bendecidos con un hijo, Juan el Bautista, que preparó el camino para Jesucristo y bautizó no solo al Salvador sino a muchos que estuvieron listos para recibir Su evangelio.

Qué maravilloso debió haber sido para Isabel darse cuenta de que concibió a una edad avanzada a fin de que su hijo pudiera cumplir un llamamiento divinamente designado: actuar como precursor de Jesucristo y Su ministerio.

La espera nos acerca a Dios y fortalece nuestra fe

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Al recordar el tiempo transcurrido entre el embarazo de Elisabet y el de María, no puedo evitar pensar que Dios deseaba que Elisabet estuviera al lado de María mientras se preparaba para su llamamiento divino de convertirse en la madre del Mesías.

En esta historia, el tiempo y las circunstancias tienen perfecto sentido, como piezas de un rompecabezas que se unen a medida que se desarrolla la historia.

Hay más historias de la Biblia sobre personas que esperaron muchos años por bendiciones. No obstante, el mensaje principal de estas historias es el mismo. Las demoras no son una negación. Todas nuestras oraciones son escuchadas y respondidas, a veces no como esperábamos, sino de la manera que Dios considera conveniente para nosotros. Dios es un Dios todopoderoso que puede hacer que sucedan milagros.

Mantenernos fieles a Sus mandamientos no solo nos sostendrá durante nuestros tiempos de espera, sino que también puede acercarnos aún más a Él.

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Esperar puede ser difícil. Especialmente, cuando no sabes cuándo mejorarán las cosas.

No obstante, puedes encontrar consuelo en el hecho de que el Señor comprende perfectamente tu dolor y tus desafíos.

Él escucha tu angustiado grito de auxilio y alivio. Su respuesta a eso es: “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

A medida que trabajes activamente para lograr tus metas y permanezcas fiel al Señor, Él te fortalecerá para que puedas esperar Sus bendiciones con esperanza y fortaleza.

Cuando recibas la bendición por la que has orado tanto, reconocerás Su abundante amor y que fue Él quien lo hizo posible.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Garnetta y fue publicado en faith.ph con el título “Why God Makes Us Wait For Blessings?

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