“Vivir nuestros estándares a veces viene con la tentación de juzgar a otros que percibimos no están a la altura de ellos. Y cuando nos dejamos llevar por eso, la situación puede pasar de positiva a hiriente en segundos.”
Recuerdo lo mal que me sentí el día que avergoncé a otra compañera de trabajo por no tener los mismos estándares que yo.
No quise avergonzarla. Ni siquiera sabía que la estaba incomodando hasta que fue demasiado tarde.
No recuerdo exactamente cómo comenzó la conversación, pero hice un comentario nada halagador sobre las personas que consumen bebidas alcohólicas.
“Yo bebo en ocasiones”, fue todo lo que dijo ella.
Pude escuchar lo dolida que estaba en su voz. Sabía que ella sentía que la había juzgado, y lo había hecho y con bastante dureza.
Ella no es una Santa de los Últimos Días. Ella no vivía la Palabra de Sabiduría. Pero estaba usando mis estándares contra ella y los convertí en algo que pudo herirla. Es injusto en todos los sentidos de la palabra.
También te puede interesar: “¿Cuál es el propósito de nuestra existencia?”
En lugar de crear un ambiente positivo donde pudiera llegar a conocerla mejor, con sólo un par de palabras, desperdicié mi oportunidad de ser como Cristo y de compartir lo que creía de una manera positiva y productiva. No aprobaba o estaba de acuerdo con su estilo de vida, pero tampoco estaba siendo una buena discípula de Jesucristo.
Eso debe haber sucedido como hace cinco años, pero aún puedo recordar la sensación de malestar que sentí en el estómago cuando me di cuenta de lo que había hecho. Había usado mis estándares como un arma sin saberlo, lastimando a otros que pensé no estaban a la altura de ellos.
Todavía pienso en ese momento y me preocupa que pueda haber otros momentos en los que juzgue y lastime involuntariamente a alguien, Santo de los Últimos Días o no, por no cumplir con mis estándares.
Por supuesto, no estoy hablando de bajar o renunciar a nuestros estándares para que otros se sientan más cómodos. De hecho, más que nunca, necesitamos vivir nuestros estándares de la manera más visible posible.
Como dijo el Presidente Russell M. Nelson:
“Ya pasó la época en que se podía ser un cristiano pasivo y descansado; la religión de ustedes no es sólo ir a la Iglesia los domingos, sino ser un verdadero discípulo desde el domingo por la mañana hasta el sábado por la noche, ¡veinticuatro horas al día, todos los días de la semana! No hay tal cosa como un discípulo de tiempo parcial del Señor Jesucristo…
Pablo estableció ese modelo cuando declaró: “Porque no me avergüenzo del Evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” (Romanos 1:16; véase también 2 Timoteo 1:8)” ( Presidente Russell M. Nelson, “Los discípulos y la defensa del matrimonio”)
Vivir nuestros estándares a veces viene con la tentación de juzgar a otros que percibimos no están a la altura de ellos. Y cuando nos dejamos llevar por eso, la situación puede pasar de positiva a hiriente en segundos.
Creo que todos podemos pensar en un momento en que nos ha sucedido esto de una forma u otra. Tal vez fue un comentario sobre nuestra falda demasiado corta o un arete demás o un tatuaje visible. Todos sabemos lo que se siente ser juzgado rápidamente según los estándares de otra persona.
Recuerdo una ocasión en la que sentí que los demás estaban usando sus estándares para juzgarme. Fue después de que me hice otro perforación en la oreja conocido como daith piercing. Las perforaciones Daith son un enfoque no tradicional para tratar las migrañas. Después de tener cinco migrañas al mes durante un año sin ningún medicamento que pudiera contrarrestarlas, estaba lista para probar cualquier cosa.
Investigué y descubrí que la Iglesia apoyaba las perforaciones con fines médicos, así que me sentí totalmente cómoda al hacerme una. Y, curiosamente, la perforación funcionó.
Pero después de un par de semanas en la Iglesia, noté que el tema de los piercings se mencionaba mucho a mi alrededor.
Ahora me doy cuenta de que pude haber sido más susceptible al respecto y que esas conversaciones pudieron no haber tenido nada que ver conmigo, pero en ese momento, sentí que las normas de otras personas estaban siendo utilizadas en mi contra cuando ni siquiera estaba haciendo nada malo.
Nadie preguntó por qué me tuve que hacer un piercing, y sentí que la gente simplemente asumía que de alguna manera me estaba rebelando contra los estándares por lo que necesitaban recordarmelos. Esto, por supuesto, me hizo sentir incómoda en la Iglesia y en las actividades de la Iglesia.
Finalmente, me di cuenta de que juzgar a otros por juzgarme no me llevaba a ninguna parte. Cada vez que surge el tema de los piercings entre mis amigos Santos de los Últimos Días, hablo de mi piercing y trato de hablar sutilmente sobre cómo no debemos juzgar a los demás por lo que percibimos como una falta a los estándares del Evangelio.
A través de esta experiencia, tuve una pequeña muestra de lo que le había hecho a mi compañera de trabajo años atrás.
Me di cuenta de que hubiera sido mejor amarla y vivir mi vida de manera correcta para que ella pudiese ver cómo mis estándares me ayudan a acercarme a Cristo, que los estándares del Evangelio me ayudan a mantener y honrar los convenios que hice con Dios, esos estándares del Evangelio están destinados a ser faros para que otros vengan a Cristo, armas de condenación.
Como dijo el Elder Dieter F. Uchtdorf:
“La forma más efectiva de predicar el Evangelio es por medio del ejemplo. Si vivimos de acuerdo con nuestras creencias, la gente lo notará. Si recibimos la imagen de Cristo en nuestros rostros, si sentimos gozo y paz en el mundo, la gente querrá saber el porqué.
Uno de los sermones más grandiosos que se haya pronunciado sobre la obra misional es este sencillo pensamiento atribuido a San Francisco de Asís: “Predica el Evangelio todo el tiempo y, si es necesario, utiliza las palabras.”
Cuando surjan este tipo de situaciones y pensemos que es bueno recordarle a alguien un estándar del Evangelio que, a nuestros ojos, no están cumpliendo, tal vez seria bueno hacer una pausa y pensar en la cita del Elder Dieter F. Uchtdorf antes de continuar.
“No sé exactamente cómo expresar este asunto de no juzgar a los demás con la suficiente elocuencia, pasión y persuasión para que se grabe en ustedes.
Podría citarles pasajes de las Escrituras, podría tratar de explicar a fondo la doctrina e incluso citar una calcomanía que vi hace poco que estaba pegada en la parte de atrás de un auto cuyo conductor parecía un tanto rústico, pero las palabras de la calcomanía me enseñaron una gran lección; decía: ‘No me juzgues por pecar de una manera distinta a la tuya’”
Este artículo fue escrito originalmente por Katie Lambert y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Why We Should Treat Our Standards as Beacons of Discipleship, Not Blowhorns of Condemnation”