Estar enojado con Dios

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Hay algo en lo que he pensado mucho últimamente y aunque no es doctrina, no me cites en esto, he llegado a una conclusión: Está bien estar enojado con Dios. Bueno, algo así.

Esta es la cosa: Dios no necesita que seas Su amigo. Él no te necesita para que seas feliz con Él o para aprobar Sus acciones. Tu permiso no es un requisito para Él porque Él es omnisciente y tiene una perspectiva eterna de la que, a menudo, carecemos.

Por eso, debido a nuestra comprensión limitada, habrá ocasiones en las que no entendamos Su plan o por qué Él permite que sucedan ciertas cosas. Esa  falta de entendimiento, y la frustración que produce, puede llevarnos a sentirnos derrotados y enojados con Dios.

Recientemente, he seguido ciertos pasos para controlar mi salud, mis dolorosos problemas estomacales. Se trata de una dieta y un estilo de vida de varios meses sugeridos por un médico y es costoso. Antes de comenzar, me sentía muy bien al respecto, como si el Padre Celestial me estuviera diciendo que esto era lo que debía hacer.

He estado haciendo eso por un mes y medio, y los cambios han sido beneficiosos, pero no cambiaron mi vida como esperaba. De hecho, durante las dos últimas semanas, tuve algunos calambres/dolores estomacales que me hicieron sentir muy mal.

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Después de uno de estos episodios dolorosos, me senté en mi cama mientras las lágrimas derramaban por mi rostro. Quería quejarme con Dios. ¿Por qué deja que atraviese por esto? Pensé muy enojada. Sé que Él podría quitarme este dolor si lo deseara.

Sé esto porque Él lo ha hecho antes. Antes de mi misión, experimenté problemas de salud similares,  pero no tan graves. Me preocupaba que esos calambres y dolores estomacales me impidieran hacer proselitismo, pero Dios literalmente me quitó el problema. A lo largo de mi misión, mis problemas estomacales desaparecieron, a pesar del aumento del estrés, la depresión y la ansiedad.

Luego, regresé a casa y adivina qué, reaparecieron.

Sé que si Dios quisiera, podría quitarme el dolor. Pero, por alguna razón, una que en verdad no entiendo, Él permite que tarde en desaparecer. A veces, eso me hace enojar mucho.

No creo que eso me convierta en una mala persona o una pecadora. Creo que me hace un ser humano con emociones y sentimientos normales. Está bien expresar esos sentimientos. De hecho, a menudo, es catártico liberarlos a través de la oración.

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Pero aquí está el problema:

“No, Dios no necesita que lo amemos; pero, ¡cómo necesitamos nosotros amar a Dios!” – Dieter F. Uchtdorf

Está bien estar enojado, pero no está bien estar enojado siempre, no porque estar enojado sea necesariamente un pecado, sino porque estar enojado y tener rencor nos convierte en las personas que no queremos ser.

De inmediato, después de que el Élder Uchtdorf declaró que Dios no necesita que lo amemos, sino que necesitamos amar a Dios, señaló:

Porque lo que amamos determina lo que procuramos.

Lo que procuramos determina lo que pensamos y hacemos.

Y lo que pensamos y hacemos determina quiénes somos, y quiénes llegaremos a ser.

Si siempre estamos enojados, nos amargamos y nos sentimos desagradables. Pero, si decidimos reconocer esos sentimientos de enojo y los expresamos a Dios, y a cualquier persona con quien necesitemos hablar al respecto sin que parezca que podamos quitárnoslos por nosotros mismos, y, luego, dejamos que se vayan, encontraremos la felicidad en medio de nuestras pruebas.

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Aunque mis propias pruebas apestan y no se las deseo a nadie, me siento agradecida por ellas a mi manera. Son, como el apóstol Pablo dijo, mi “aguijón en la carne”.

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.

Con respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí.

Y me ha dicho: Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

Por lo cual, por causa de Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. – (2 Corintios 12: 7 -10).

Creo que a veces cuando atravesamos por una prueba, pensamos: “Debe haber algo que se supone que aprenda y, por eso, Dios permite que atraviese por esto”. Ciertamente, hay cosas que aprender de cada prueba, pero no creo que Dios esté sentado en el Cielo y diga: “¿Cuándo vas a aprender esta lección para que pueda quitarte esta prueba?”

Creo que Él permite que sucedan ciertas cosas por razones que van más allá de nuestra comprensión. Y, algunas cosas porque son solo parte de la mortalidad. Nuestras pruebas no significan que estemos siendo castigados o forzados a aprender una lección. A veces, son solo los efectos secundarios de esta vida terrenal.

ver a Dios

Sin embargo, al igual que Pablo, cuando nuestras pruebas no sean apartadas de nosotros, podemos reconocer que son una oportunidad para acercarnos al Salvador. Podemos confiar en que Él nos fortalecerá cuando nos sintamos débiles y nos guiará a otros en situaciones similares que puedan consolarnos y ministrarnos.

Hace uno o dos años, después de un dolor estomacal, escribí una publicación en el blog con el único propósito de desahogarme. En él, escribí sobre cosas que me enojaban, y luego, por otro lado, cosas por las que me sentía agradecida. Al final, expresé algo que creo que fue una lección del Espíritu.

“Estoy enojada con Dios. Estoy enojada porque Él no me quita este dolor. Estoy enojada porque sé que si Él quisiera, podría…

Me alegra que Dios me haya dado tantas bendiciones. Me alegra creer en un Dios misericordioso. Me alegra que esta vida no sea el final, que algún día podré vivir sin dolor. Me alegra que Él me consuele cuando oro para que el dolor disminuya, Él me fortalece para poder soportarlo…

Me alegra que tantas bendiciones me hayan permitido saber que no soy débil; que Dios entienda que no puedo ser una persona normal de muchas maneras. Me siento agradecida por los muchos empleadores que me dejaron trabajar desde casa, por las oportunidades que aparecieron de la nada. Me alegro de no haber creído que esas cosas fueran coincidencias.

Me alegra tener que vivir en este mundo maravilloso, hermoso, aterrador y terrible. He llegado a darme cuenta de que esta vida no es color de rosa, que la mayoría de veces, es espinosa. Pero, me alegra que me haya pinchado tantas veces que ahora sé exactamente cómo ayudar a los demás que están sangrando.

Me alegra saber que está bien estar enojado. Me alegra que aunque me tome unas vacaciones ahí de vez en cuando, probablemente más a menudo de lo que debería, soy lo suficiente sabia para no vivir ahí”.

Así que recuerda, está bien estar enojado. Está bien dejar que la frustración y el enojo nos den una breve visita, porque eso solo forma parte de ser humano.

Solo no dejen que se queden.

Este artículo fue escrito originalmente por Amy Keim y fue publicado en thirdhour.org con el título “On Being Mad at God”.

Comentarios
Muchísimas gracias por compartir ésta vivencia en su relación con Dios. Soy una mujer a la que usted acaba de ayudar y consolar. Gracias al Señor, por no dejarla, y por utilizarla para edificación de otros que sufren sin comprender el porqué y el para qué.
Mabel

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