“En la actualidad, la presión sobre los niños y jóvenes es extraordinaria e implacable, ¿qué podemos hacer para ayudarlos a sobrellevar sus cargas?”
Cuando era una joven en Los Gatos, California, me subía a mi bicicleta después de la escuela o durante el verano y me iba con mis amigas a la piscina que tenían en sus casas. O nos íbamos al arroyo o a las colinas y jugábamos todo el día. Llegábamos a casa exhaustas justo a tiempo para tal vez almorzar, pero definitivamente cenar.
Como adolescentes, acordábamos ir a Santa Cruz: hacer deportes acuáticos, pasear por Beach Boardwalk y comer comida chatarra en abundancia. Después de los partidos de fútbol o baloncesto de la secundaria, nos íbamos a comer pizza.
No existían las computadoras, los teléfonos celulares ni dispositivos, pero teníamos un teléfono con un cable largo colocado en la pared del pasillo (sin correo electrónico, mensajes de texto, Siri, etc.) y cuando sonaba ocupado no podías dejar un mensaje.
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Escuchábamos la radio de transistores con un auricular, algunos canales de AM con una terrible recepción. Por la noche mirábamos televisión o leíamos libros, y durante el año escolar hacíamos algunos deberes.
En los fines de semana y las noches de verano, salía con mis amigas, nos íbamos a la playa, iba a las casas de mis amigas o nos íbamos a San Francisco. No obtuve mi primer trabajo hasta después de haber terminado la secundaria.
En la escuela, estaba obsesionada con los deportes y estuve en tres equipos durante cada año de la secundaria. Dependiendo de lo que me atraía, jugaba en diferentes equipos deportivos: baloncesto, sóftbol, tenis, natación, atletismo y voleibol.
Estando en Arizona recientemente, tuve una conversación con una encantadora estudiante de secundaria llamada Livy. Sabiendo que ella ha sido una jugadora de sóftbol desde hace mucho tiempo, le pregunté cómo le iba porque en estos días cualquier actividad extra curricular dura todo el año.
“Oh, estoy tomando un descanso de eso por el momento.”
“¿Por qué?”
“Estoy un poco exhausta”
¿Y por qué no?
Recordando mi juventud le respondí: “No sé cómo lo haces. A mi me encantaba comenzar un nuevo deporte y jugar durante dos o dos mesas y medio, aunque también esperaba que la temporada llegase a su fin, tomarme un descanso e intentar algo nuevo.”
No tenía una presión terrible durante todo el año, porque las becas para jóvenes no existían. Los deportes eran competitivos pero encantadores y la escuela era relativamente divertida y segura.
Aquellos que fueron a la universidad a menudo sólo escogían una universidad y entraban a ella. Al carecer de la tecnología de ahora, las universidades eran menos exigentes, pero egresábamos con educación, capaces y mucho menos adoctrinados.
En la actualidad, la presión sobre los niños y jóvenes es extraordinaria e implacable. Disculpa mi hipérbole, pero hoy en día los jóvenes parecen tener que elegir un deporte a los 5 años, jugar en equipos itinerantes y entrenar durante todo el año si esperan obtener una beca deportiva.
Comienzan a aprender un instrumento musical, tienen clases de baile o de teatro desde muy temprano. Tienen que aprender a leer en el jardín. Yo en el jardín de niños, jugaba en el patio de recreo, en el aula, comía galletas y bebía leche, jugaban con los bloques, tomaba una siesta y me iba a casa feliz de la vida.
Para algunos jóvenes de hoy, la vida sigue siendo agradable y participan en muchas experiencias divertidas y gratificantes. Sin embargo, cada vez con más frecuencia asocian a la secundaria con maldad, intimidación, grupos separados y lenguaje soez: parece una zona de guerra. Ellos lo detestan.
Aquellos que desean ingresar a ciertas universidades toman clases avanzadas, hacen enormes cantidades de tarea, toman toneladas de actividades extra curriculares y se preparan para mejorar su puntaje en sus exámenes de admisión a dichas universidades.
Deseando estar conectados, se sientan solos en una habitación con un dispositivo que aumentará su soledad y disminuirá su conexión humana. En internet se enfrentan al bullying, o quizá son quienes lo hacen, leen publicaciones falsas y eliminan sus publicaciones cuando no reciben los suficientes me gusta.
Son presionados a socializar y a realizar prácticas peligrosas (drogas, alcohol, pornografía, trastornos alimentarios, actividad sexual) que reducen su autoestima y pueden crear adicciones.
La brecha entre mi juventud y las suyas es enorme, la mía era súper relajada en comparación a las presiones que reciben en la actualidad.
¿Debería sorprendernos cuando algunos niños y adolescentes se deprimen, tienen ansiedad severa, pensamientos suicidas, entre otros?
No tengo respuestas a todos estos problemas, pero son reales. Escribo para ayudar a esta generación de padres y apoderados, para que estén conscientes y en mayor sintonía con el estrés que enfrentan los jóvenes hoy en día. Sugiero que tomemos los desafíos de nuestros jóvenes en serio y que les ayudemos cuando lo necesiten.
Espero que seamos mejores oyentes, más comprensivos, más compasivos, más amorosos y menos exigentes de perfección. Espero que amemos a nuestros hijos por quienes son, que los abracemos, riamos, juguemos con ellos y les enseñemos a trabajar y sacrificarse.
Espero que les enseñemos los principios eternos de lo correcto y lo incorrecto, los ayudemos a comprender sus destinos y potencial divinos y los armemos contra el adversario. Espero que seamos su mano amiga cuando luchen o caigan, y lo harán, y lo haremos. Espero que los veamos como los ve el Salvador y los amemos como los ama el Salvador.
Este artículo fue escrito originalmente por Kristine Frederickson y fue publicado originalmente por deseret.com bajo el título “The enormous stress on young people today”