Durante una conversación religiosa con un amigo cercano y ministro de La Asamblea de Dios muy leído, surgió el tema de la gracia.
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Él dijo: “La noción mormona sobre la salvación por la gracia es completamente diferente a la nuestra.”
Mi respuesta fue: “Desafiaré esa suposición y lo haré usando solo el Libro de Mormón”. Luego le pedí que me dijera qué entendía sobre la salvación por la gracia. Cuando terminó, le dije que no había diferencia con respecto a lo que él creía y lo que el Libro de Mormón enseñaba.
¿Qué es la gracia?
La gracia es todo lo que se nos da más allá de lo que merecemos.
De hecho, ni siquiera merecemos estar aquí en la tierra con un cuerpo y albedrío, y mucho menos nacer en circunstancias altamente privilegiadas, incluso de élite. Todo eso es un regalo de un Dios que está lleno de gracia y verdad.
La gracia comienza desde antes que naciéramos. No hemos hecho nada para “ganar” nuestro viaje a nuestra experiencia terrenal. Se nos ofreció enteramente por Su amor por nosotros como un regalo para que pudiéramos llegar a ser más de lo que somos y disfrutar de una felicidad mucho mayor y similar a la que Él disfruta.
Esto es importante: Él no nos amó en el mundo pre terrenal porque somos fáciles de amar. Él nos amó en el mundo pre terrenal porque está lleno de amor. De hecho, Juan dice que Él es amor (1 Juan 4:8).
Nuestra recepción de la gracia continuó dándonos pase a este mundo. No merecíamos venir. No merecíamos nuestros cuerpos, nuestras familias, nuestras increíbles condiciones de vida y así sucesivamente.
De hecho, las Escrituras tienen claro que la posibilidad misma de que algo bueno nos llegue es un acto de la gracia de Jesús que también se desborda de amor hacia nosotros, independientemente de lo que hayamos hecho para merecerlo o no. (1 Juan 4:19, Moroni 7: 24-25).
Hasta ahora, nosotros, como personas muy buenas y muy malas, estamos en la misma posición. La gracia de Dios nos dio a todos la vida más muchas cosas realmente buenas.
Lo que nuestras obras hacen por nosotros
Terminaríamos mereciendo algunas cosas en la vida debido a nuestras buenas obras, pero como señala el rey Benjamín, Él nos ha dado la vida y, por lo tanto, nos ha pagado y siempre estaremos en deuda con Él (Mosíah 2:24).
Esta es la razón por la cual la gracia está operativa, incluso cuando somos justos. Cualquier cosa buena que recibimos nos llega como un acto de la gracia.
Ahora llegamos a la parte más importante de la situación. En Moroni 10: 32-33 leemos:
“Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con todo vuestro poder, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo; y si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo, de ningún modo podréis negar el poder de Dios.
Y además, si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo y no negáis su poder, entonces sois santificados en Cristo por la gracia de Dios, mediante el derramamiento de la sangre de Cristo, que está en el convenio del Padre para la remisión de vuestros pecados, a fin de que lleguéis a ser santos, sin mancha.”
Observemos como se usa en la frase “perfeccionaos en Él”. No dice “perfeccionense ustedes mismos en él”. También se nos dice que si nos abstenemos de toda impiedad… por Su gracia podemos llegar a ser perfectos en Él. Nuestra abstinencia de la impiedad y el servicio a Dios con todo nuestro corazón no nos perfeccionan. El hecho de ser perfeccionado es un acto dado por la gracia.
Aquí es donde nos distinguimos de las personas inicuas. No obtienen la gracia que los perfecciona. Eso sería imposible porque Dios no forzará una naturaleza perfecta sobre un ser que quiere lo contrario.
Para ilustrar este punto más a fondo, Jacob, el hermano de Nefi, da una gran descripción de lo que él y otros eran capaces de hacer:
“Por tanto, escudriñamos los profetas, y tenemos muchas revelaciones y el espíritu de profecía; y teniendo todos estos testimonios, logramos una esperanza, y nuestra fe se vuelve inquebrantable, al grado de que verdaderamente podemos mandar en el nombre de Jesús, y los árboles mismos nos obedecen, o los montes, o las olas del mar.” (Jacob 4:6)
¡Eso es poder significativo! Luego Jacob enfatiza la fuente de ese inmenso poder:
“No obstante, el Señor Dios nos manifiesta nuestra debilidad para que sepamos que es por su gracia y sus grandes condescendencias para con los hijos de los hombres por las que tenemos poder para hacer estas cosas.” (Jacob 4:7)
Jacob sabe que él no es la fuente de poder para realizar milagros. Él sabe, confía y ama la fuente real del poder, que es Jesucristo. La “condescendencia” es una palabra maravillosamente descriptiva. Significa literalmente “descender”. Jesús hizo, hace y hará esto por nosotros de innumerables y diferentes maneras.
Nosotros también podemos dar esa gracia
La invitación a extender la gracia a los hijos de Dios viene en la forma de convertirnos en Uno con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Él nos invita a participar en la abundante gracia de nuestro propio amor. A esto le llamamos caridad.
Nos convertimos en seres rebosantes de amor y luz que están tan agradecidos por lo que Jesús nos ofrece que extendemos la gracia por lo deseamos, porque lo necesitamos, porque desborda de nosotros.
José Smith dijo:
“Un hombre lleno del amor de Dios, no se contenta con bendecir a su familia solamente, sino que abarca todo el mundo, ansioso por bendecir a toda la raza humana.”
La gracia es el principio básico sobre el cual se funda todo nuestro origen y destino. La manera en que nos volvemos más como Él es extender Su amor y gracia desbordantes y la nuestra a todos los hijos de Dios como nos sea posible.
La gracia y las obras en perspectiva
El Elder Bruce R McConkie enseñó:
“¿Viene la salvación por la gracia, o la gracia sola, por la gracia sin obras? Seguramente sí, sin ninguna duda, en todas sus partes, tipos y grados.
Somos salvos por la gracia, sin obras; es un regalo de Dios. ¿Cómo más podría venir?
En su bondad y gracia el gran Dios ordenó y estableció el plan de salvación. Se requieren obras de nuestra parte.
En su bondad y la gracia es que él creó la tierra y todo lo que está en ella, con el hombre como la criatura de coronación de su creación, sin la cual la creación de sus hijos espirituales no podía obtener la inmortalidad y la vida eterna. Se requieren obras de nuestra parte.
En su bondad y gracia que preveía la caída del hombre, con lo que la mortalidad y la muerte, sin los cuales no existiría la inmortalidad y la vida eterna. Y de nuevo no se requerían obras de nuestra parte.
En su bondad y gracia, y esto sobre todo, ha dado a su Hijo Unigénito para el hombre en rescate y toda la vida de la muerte temporal y espiritual fue traída al mundo por la caída de Adán.”
La crítica evangélica de cómo nosotros, como miembros de la Iglesia, hablamos de la gracia es precisa en la medida en que nos centramos en la forma en que el Libro de Mormón lo enseña. 2 Nefi 25:23 nos dice lo siguiente:
“Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos.”
El “hacer cuanto podamos” no significa “también ser salvos por nuestras obras”. Significa que llegamos a saber, después de todo lo que podemos hacer, que es por gracia que somos salvos. Es importante resaltar eso.
Dios no derramará Su gracia sobre aquellos que no pueden recibirla. Es por eso que nos “abstenemos de toda impiedad”, porque “entonces su gracia [nos] es suficiente, para que por su gracia [seamos] perfectos en Cristo.”
En Moroni 7:24 se nos dice:
“Y he aquí, de diversos modos manifestó cosas que eran buenas a los hijos de los hombres; y todas las cosas que son buenas vienen de Cristo; de lo contrario, los hombres se hallaban caídos, y ninguna cosa buena podía llegar a ellos.”
Esto significa que la posibilidad de cualquier relación positiva, de cualquier cosa buena es una función de la gracia de Jesús.
Fuente: Lds Living