“Y saliendo Jesús de allí, se fue a las regiones de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos alrededores clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero él no le respondió palabra.
Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Y él, respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces, ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija quedó sanada desde aquella hora”. – Mateo 15:21-28
Lo más resaltante de esta historia no es que Jesús haya comparado a la mujer con un perro, ni el anuncio de que Jesús fue enviado a los Hijos de Israel.
Estas son distracciones que Mateo y Marcos colocaron en la historia para, así como los buenos magos hacen, captar nuestra atención mientras se preparaban para el acto final.
Esta es una historia donde Jesucristo, el Mesías terrenal y la encarnación de Dios en el mundo, debate con la mujer cananea, pierde y cambia de opinión.
Mateo señaló que la mujer era cananea, mientras que Marcos la reconoció como sirofenicia. Lo que necesitamos saber es que no era judía, por lo que su nacionalidad era un problema para los que vivían en el lugar.
Para poder entender lo importante que es esto, veamos cuál era la audiencia original del libro de Marcos y, pocos años después, Mateo.
Ambos Evangelios fueron escritos para una iglesia que ya había decidido aceptar a los gentiles sin la necesidad de que vivan la abstinencia de ciertos alimentos ni se circunciden.
Esta decisión se tomó en el Concilio en Jerusalén (Hechos 15) entre 10 a 15 años antes de que el Evangelio de Marcos fuera escrito y 35 a 40 años antes que el de Mateo.
Esta decisión produjo divisiones en la iglesia entre los discípulos judíos originales y los gentiles recién conversos, quienes rápidamente se convirtieron en la mayoría.
Mateo, en especial, se dirigió a los judíos cristianos, quienes tenían que alinear cada vez más sus raíces judías con la emergente Iglesia Cristiana.
Además, tenía la gran y delicada responsabilidad de enseñar y confirmar la importancia de las Escrituras y tradiciones judías, y al mismo tiempo afirmar que llevar el evangelio a los gentiles siempre fue parte del plan.
Esto significó que Mateo hizo todo lo posible para demostrar que Jesucristo era el cumplimiento de la profecía judía, pero también tenía que demostrar que los gentiles estuvieron con Jesús desde el comienzo.
Para cumplir con este fin, Mateo colocó a los tres magos de Zoroastro, que podían haber sido hombres sabios o no, haciéndolos parte de la historia original.
Esto significa que las primeras personas en reconocer la divinidad de Jesucristo fuera de Su familia (en el evangelio de Mateo, ya que los pastores se registran en el Evangelio de Lucas) eran los gentiles devotos de un profeta persa.
Todos los apóstoles han colocado a los gentiles en puntos claves de las historias: el hijo del centurión, el Buen Samaritano, la mujer del pozo y, por supuesto, la mujer cananea o siriofenicia.
Cuando la mujer se acercó a Jesús, los discípulos quisieron retirarla.
¿Acaso Jesús no les había dicho a Sus discípulos que no pasaran por las ciudades de los gentiles, sino que fueran por “las ovejas perdidas de la Casa de Israel”? (Mateo 10:5-6)
Jesús le citó esas palabras a la mujer para luego decirle: “No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”.
Esta metáfora era difícil de refutar después de haberle dicho que Su trabajo era responsabilizarse por los judíos.
Esto implica que hay una gran diferencia en cuanto al valor de las personas, pues algunas tienen un valor incalculable, como la de los niños, mientras que otras podían ser desestimadas, como la de los perrillos.
Hablemos de la razón por la que Jesús, o por lo menos Marcos y Mateo, utilizaron una metáfora como esta para intentar explicarle a su audiencia que los judíos y los gentiles eran iguales ante Dios.
Ninguna de estas explicaciones tienen sentido para mí:
- Jesús estaba estableciendo el orden adecuado para predicar el evangelio
- Estaba probando la fe de la mujer antes de concederle el milagro
- En realidad le estaba diciendo que era una linda mascota.
Esto es lo que tiene sentido para mí: Una mujer le estaba pidiendo a Jesús que atienda sus necesidades, y Él, actuando como representante de Su cultura, se negó.
Sin embargo, más allá de simplemente decirle que no, Jesús conversó con la mujer compartiéndole una metáfora como argumento.
En lugar de marcharse triste o rechazar aquella metáfora, ella se queda y lo contraargumenta: “aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores”.
Jesucristo le había dicho a la mujer, metafóricamente, que cualquier atención que Él le dé a alguien que no sea judío le estaría quitando el tiempo y los recursos destinados a Su misión original.
Este es un argumento que solo te da una elección: ayudas a los judíos o los abandonas y ayudas a otros.
La mujer rechazó el escaso argumento reafirmando la metáfora con un punto de vista adicional. La mayoría de nosotros hace esto cuando alguien nos presenta un argumento con una metáfora.
Esto no significa que aceptemos la comparación, pues la mujer no asoció que ella fuera un perro, sino que le demostró a Jesús que la metáfora que Él mismo había escogido no favorecía su argumento.
No se trata de que solo una persona o un grupo de personas salgan beneficiadas. Los hijos y los perrillos pueden vivir juntos en una armoniosa relación donde ambos se benefician.
Los niños no saben comer, siempre dejan la comida y botan las “migajas” al piso. Si los perros no las comen, entonces las sobras se quedarán en el suelo y atraerán a las hormigas.
Además, no se trata de la comida, sino de la atención. Con el tiempo que Jesús se tomó para contar la historia sobre los perrillos y los niños, Él pudo haber curado a la hija de la mujer más de una vez.
Entonces, no era cuestión de tiempo.
La mujer triunfó y Jesús cambió de opinión porque demostró que tenía fe, pero también porque tuvo un mejor argumento.
Le tomó menos tiempo decir que la hija de la mujer había sido sanada que lo que le tomó en explicar la razón por la que no podía curarla.
Hay suficiente Jesús para todos.
Y este es el punto que tanto Marcos como Mateo querían transmitir a sus propias audiencias, sobre todo en un tiempo donde la diferencia entre los judíos y gentiles amenazaba con dividir a la iglesia.
Mateo y Marcos nos dicen que si Jesús pudo cambiar de opinión sobre los cananeos, samaritanos y los sirofenicios, entonces ellos también podían hacerlo.
Por lo tanto, y al parecer, todos debemos seguir Su ejemplo.
Traducido y adaptado al español de la página hermana de masfe.org: By Common Consent
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