Los datos que se revelan de estudios recientes, universidades, institutos y agencias sanitarias no dejan de dar la alertadora, y aleccionadora, noticia de que la salud mental de la Generación Z está en ruinas.
Las pruebas cada vez más numerosas del aumento de la ansiedad, la depresión, la vergüenza corporal, el acoso y el suicidio entre jóvenes y adultos menores de 30 años son alarmantes.
Asimismo, hemos visto cómo un estudio tras otro confirman que cada vez más personas afirman no tener ninguna afiliación religiosa ni interés en tener una, tal como una reciente encuesta de AP-NORC informó:
“El aumento de los no creyentes y de las personas sin una afiliación religiosa está disminuyendo la influencia de la religión en la sociedad.
Este distanciamiento de la religión es aún más marcado entre los adultos más jóvenes, con un 43% de estadounidenses entre 18 y 29 años que responden “ninguna” cuando se les pregunta qué religión siguen”.
Este es un aumento significativo en comparación con las personas mayores de 60 años, de quienes menos del 20% respondieron de forma negativa ante la práctica de costumbres religiosas.
No soy psicólogo ni psiquiatra ni trabajador social o un profesional de la salud mental, pero así como usted, observo lo que ocurre a mi alrededor en la sociedad.
Entonces, no hace falta ser un científico especializado para preguntarse si existe una relación entre la disminución de la fe en los jóvenes y el abismal aumento del número de personas que sufren problemas de salud mental.
No estoy afirmando en lo absoluto que la fe, la oración y la religión resuelvan todos los problemas de salud mental, pero he experimentado suficiente ansiedad como para saber de primera mano lo dulce que puede ser el bálsamo de la fe en Dios en momentos de estrés.
Afortunadamente, este tema se analizó el 9 de octubre en el Foro del Bienestar de Londres.
Uno de ellos era un estudio de Gallup que demuestra un paralelismo directo entre la práctica espiritual y una salud mental más positiva. El segundo analizaba las prácticas espirituales en el Internet de la Generación Z.
Aquí hay algunos datos de los estudios analizados en el Foro del Bienestar:
- La Generación Z es consciente de la importancia de la salud mental y, aunque muchos de sus miembros afirman que no les interesa la religión, reconocen que el “autocuidado espiritual” debería formar parte de su rutina diaria.
- Los que incluyeron la oración y otras actividades espirituales en sus vidas afirmaron dormir mejor y tener niveles de ansiedad más bajos.
- Más de la mitad de la generación Z que participó en estos estudios afirmó que buscaba contenido espiritual, especialmente en Internet.
Estas cuestiones son demasiado importantes como para ignorarlas. Cualquier cosa que pueda ayudar a aliviar el sufrimiento de una generación debe aplicarse, incluidas las formas en cómo ayudar a los jóvenes a acercarse a la religión y viceversa.
El vínculo entre la religión, la fe y la salud mental de los jóvenes y los adultos jóvenes merece una exploración más seria y reflexiva.
Los medios de comunicación, los educadores, las empresas tecnológicas y las comunidades religiosas deberían entrar de lleno en este debate.
Para los seguidores de Jesucristo, como es mi caso, este vínculo parece claro como el agua. Las palabras del Salvador pronunciadas hace más de dos mil años nunca han sido más oportunas:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”. (Juan 14:27)
Los que hemos experimentado en carne propia el poder de las palabras del Salvador tenemos que manifestarlo.
No puedo imaginarme tratando de superar los obstáculos emocionales de la vida sin saber que hay un Dios y que puedo hablar con Él a través de la oración. No podría imaginarme no poder pedirle ayuda, valor y una fuerza superior a la mía.
Sin embargo, muchos de los jóvenes ni siquiera saben que existen estos privilegios espirituales, y como muchas de sus familias se han alejado de las organizaciones religiosas, algunos ni siquiera saben dónde buscarlos.
Si hemos experimentado por nosotros mismos la paz y la fuerza que la fe y la religión pueden aportar a nuestra vida, tenemos la responsabilidad de ayudar a los demás a encontrar esas mismas bendiciones.
Si nosotros, que creemos en el poder de Dios y en Su voluntad de ayudarnos, no hablamos de ello, ¿quién lo hará? ¿Cómo se darán cuenta las generaciones más jóvenes de que ellos también pueden cultivar una relación con la Divinidad?
¿Cómo se dará cuenta la Generación Z de que el Influencer Definitivo no es una celebridad ni un candidato político, sino Dios mismo, que se preocupa profundamente por Sus hijos y está dispuesto a ayudarnos a cada uno de nosotros?
Es hora de animar fervientemente a toda una generación a conocer el poder de una conexión espiritual con los cielos.
Esto no solo podrá ayudarles a sentirse mejor consigo mismos y con sus vidas, sino que podrá construir una base más sólida para la salud mental de las generaciones venideras.
*Imagen de portada por Eliza Anderson, Deseret News
Fuente: Deseret News