La lucha con las adicciones y las debilidades es real y tan fuerte que a veces nos hace sentir como si ya no hubiera esperanza de mirar adelante con fe, y la historia de Jason Coombs, nieto del presidente James E. Faust, es una prueba de eso.

Jason parecía tenerlo “todo” hasta que un accidente, una mala decisión y una mentira lo arrastraron hacia una cadena de desastres.

Súbitamente, Jason pasó de ser un “hombre de fe” a ser adicto a opioides y al crack, vivir en la calle, ser excomulgado de la Iglesia de Jesucristo y pasar por prisión y centros de rehabilitación una y otra vez.

Aun así, Jason fue alcanzado por la misericordia de Cristo, demostrando que nunca estamos tan perdidos para no ser hallados por Dios.

Un joven con un futuro brillante

Jason Coombs y su esposa. Imagen: University of Utah

Jason creció rodeado del evangelio. Era nieto del presidente James E. Faust, miembro de la Primera Presidencia en ese entonces. Sirvió misión, se casó y se selló con su esposa, estudió en la Universidad de Utah y empezó su carrera soñada en KSL Television.

Parecía que su vida era “perfecta”, pero por dentro su fe estaba centrada más en expectativas que en una verdadera conexión con el Espíritu. Y entonces llegó el accidente.

En una noche lluviosa con las carreteras húmedas, Jason y su esposa fueron impactados por un joven de 17 años que perdió el control en las vías. Aunque el choque no fue grave, ese sería el inicio de una lucha mayor. 

Un par de días después, mientras almorzaba en el trabajo, un compañero le ofreció a Jason un frasco de OxyContin como ofreciendo un “ibuprofeno más fuerte” para tratar el dolor postaccidente. Aunque fue advertido por el Espíritu, Jason lo ignoró por completo, justificó lo que sabía que estaba mal y accedió a probar. Ese fue el primer error que lo desviaría.

Acciones que lo terminaron alejando

drogas y pastillas en una mesa
Jason Coombs libró una lucha fuerte con la adicción a las drogas. Imagen: Canva

Lo que siguió luego de ese evento fue una cadena de acciones devastadoras:

  • Un doctor corrupto le recetó ilegalmente opioides.
  • Consumió OxyContin por 5 meses descontroladamente.
  • Jason dio un paso más allá y recurrió al mercado negro para buscar crack.
  • En corto tiempo pasó a vivir en la calle.

A lo largo de ese tiempo, Jason perdió su matrimonio, su hogar, su salud e incluso su capacidad de reconocerse. Pero lo peor fue que aun viendo esa realidad, seguía sin creer que tenía un problema.

Debido a su adicción, Jason cayó en un estado que lo llevó a perderlo todo incluso su libertad. Imagen: Canva

Debido a eso fue encarcelado varias veces por recaer en la adicción. Pero un día, mientras estaba en la cárcel del condado de Davis, todo cambió cuando un oficial dijo:

“Coombs, tienes una visita clériga.”

Fue entonces cuando apareció una figura cálida. Era su nuevo obispo Brent Daines. Un hombre valiente e inspirado que también tenía un hermano luchando contra la adicción al alcohol. Esa experiencia preparó al obispo Daines para ver a Jason, no como “un adicto”, sino como un hijo de Dios.

Ese encuentro no cambió todo en ese día, pero sí despertó una esperanza dormida en el corazón de Jason.

El amor de Dios para Jason

Jason sintió el amor de Dios en diferentes ocasiones. Imagen: Canva

Su obispo lo visitó semana tras semana. Luego, cuando Jason salió de la cárcel, lo siguió buscando incluso cuando Jason no quería verlo.

Fue esa permanencia y amor insistente de su obispo y sus seres queridos, lo que sostuvo a Jason en los momentos críticos de su vida. Luego de eso, Jason siguió tocando fondo muchas veces, pero entonces, ocurrió otro evento crucial: el nacimiento de su hijo, gravemente enfermo.

Fue un tiempo muy duro, pero el milagro no tardó en aparecer. Su hijo sanó y Jason lo atribuyó a la intervención divina. Entonces pensó que si Dios había salvado a su hijo, él podría cambiar. Sin embargo, esa convicción no le duró mucho.

A pesar de su deseo de cambiar, Jason siguió recayendo varias veces, pasando por cinco rehabilitaciones. Imagen: Canva

Jason siguió recayendo varias veces, pasando por cinco rehabilitaciones. Era claro que aún faltaba algo por hacer. Cuando estuvo listo, tomó una decisión tajante y necesaria: confesar todo al obispo Daines incluyendo los pecados que sabía que lo llevarían a ser excomulgado.

Aunque estaba aterrado por lo que eso significaría, descubrió una verdad durante su excomunión que le ayudó a sanar: la disciplina en la Iglesia de Jesucristo no es un castigo, sino un puente a Cristo.

Jason confesó, fue disciplinado y ahí fue donde comenzó su verdadero proceso de conversión.

Un final feliz y una reflexión

hombres realizando el bautismo
Luego de ser excomulgado, Jason regresó y se bautizó nuevamente. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Luego de su proceso de disciplina y un largo camino de sanación y desintoxicación física, espiritual y mental, Jason fue rebautizado, entró al templo nuevamente y reconstruyó su vida.

¿Cómo termina su historia? Pues hoy:

  • Dirige Brick House Recovery, un reconocido centro de recuperación en Idaho.
  • Da conferencias.
  • Es un escritor de libros.
  • Y acompaña a familias a encontrar sanación en medio de la desesperanza.

Esta historia refleja una verdad profunda que empieza cuando, sin querer, ejercemos presiones innecesarias con pensamientos como: ¿Cómo es posible que el hijo, nieto… de una autoridad de la Iglesia pasara por esto? La historia de Jason rompe creencias tradicionales para enseñarnos que tener un apellido reconocido o nacer en una familia de fe no nos hace los “modelos perfectos” ni mucho menos nos hace exentos de errar.

Si estás luchando con una adicción o alguien que amas está atrapado en la debilidad y no sabes qué hacer, esto es lo que Jason te dice: No te rindas porque Cristo no lo hará contigo. Confía en Él y regresa a los brazos de Su amor porque como Él enseñó:

“¿Acaso se olvidará la mujer de su niño de pecho y dejará de compadecerse del hijo de su vientre? Pues, aunque se olviden ellas, yo no me olvidaré de ti.”

Fuente: Leading Saints

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