Quiero una familia eterna, ¿por dónde comienzo?

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Hace algunos días, estaba viendo una de esas típicas comedias románticas. Durante la escena de la boda, al intercambiar los votos, los protagonistas dijeron que se amarían hasta el final de sus vidas. En ese momento pensé lo siguiente: “¿Cómo ese amor puede ser eterno?”

Puede ser eterno

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La institución del matrimonio ha estado perdiendo fuerza en medio de tantos cambios en la sociedad. Las relaciones modernas son egoístas. Las personas se relacionan para satisfacer sus propias necesidades. No existe un sentimiento mutuo de amor. No existe la amistad o el compañerismo.

El divorcio se ha vuelto común “si no funciona, te divorcias”. “¿Para qué casarse?” “No voy a aferrarme a una persona durante el resto de mi vida”. Todos estos son conceptos de un mundo moderno y distorsionado.

Los conceptos verdaderos de matrimonio se basan en el amor verdadero e infinito que el Padre Celestial tiene por cada uno de sus hijos. Este concepto es celestial y eterno.

El primer paso

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El primer paso es elegir. En un devocional en BYU en 1976, el Presidente Kimball hizo la siguiente declaración:

“Cuando se elige a un compañero para esta vida y para la eternidad, se debe efectuar la más cuidadosa preparación, meditación, oración y ayuno para asegurarse de que, de todas las decisiones que se tomen, ésta sea la más acertada.

En un verdadero matrimonio debe existir una unión de mentes así como de corazones. Las decisiones no se deben tomar basándose totalmente en las emociones, sino que la mente y el corazón, fortalecidos por el ayuno, la oración y el haberlo considerado detenidamente, le dará a uno la máxima posibilidad de obtener felicidad en el matrimonio. Éste trae consigo la necesidad de sacrificarse y de compartir, y exige gran abnegación”.

Es importante saber que cuando tomamos la decisión de caminar con esa persona hacia el altar del templo, hicimos la mejor elección.

Más allá del encanto

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Y, ¿después? ¿Viviremos felices para siempre? No. Tendremos desafíos. La diferencia estará en la oportunidad de superar esos desafíos en pareja. En el mismo devocional, el Presidente Kimball dijo:

“Algunos consideran la felicidad como una vida fascinante de ocio, lujos y emociones constantes; pero un verdadero matrimonio se basa en una felicidad que es más que eso, una que se logra al dar, servir, compartir, sacrificar, y en la que se destaca el abnegación”.

Cuando formamos una familia, debemos entender que el “yo” se fue y ahora es el momento del “nosotros”. Antes del matrimonio, tienes la libertad de hacer planes para “ti mismo”, no dependes de nadie.  Tus decisiones son personales y no afectan a nadie más.

Después de casarte, haces sacrificios que antes no eran necesarios, tienes que compartir lo que antes fue “tuyo” y debes comprender que tu libertad individual será restringida.

Un desafío y una bendición

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Recuerdo que casi un año después de casarnos, mi esposo y yo decidimos que era hora de tener nuestro primer hijo. En ese tiempo, estaba en la universidad y mi esposo, en medio de su maestría y esa decisión nos afectaría para siempre.

Nos haríamos cargo de un pequeño ser, que dependería de nuestros cuidados por el resto de su vida. Seguimos adelante y, luego, recibimos la gran noticia. Nunca nos sentimos tan felices. Cada mes era un nuevo descubrimiento. Ahora, nuestra hija tiene 5 años y continuamos descubriéndonos como familia.

El Presidente Kimball dijo:

“Dos personas que estén considerando ir al altar matrimonial deben darse cuenta de que para lograr el matrimonio feliz que esperan tener, deben saber que la ceremonia del casamiento en sí no resuelve todos los problemas, sino que significa sacrificarse, compartir y aun renunciar a ciertas libertades personales; significa una larga y ardua frugalidad; significa hijos que traen consigo cargas económicas, de servicio, de cuidado y preocupación; pero también significa la más profunda y dulce de todas las emociones”.

Nunca una decisión fue tan acertada en nuestras vidas. La abnegación de dejar nuestra vida de casados para convertirnos en una familia, fue una decisión que tomamos con el Padre Celestial y nos trajo felicidad duradera.

La flor del amor

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El matrimonio es una extensión del cortejo. No solo porque nos casamos, el romance entre la pareja debe parar. La pareja necesita un tiempo para sí, lejos del trabajo, los quehaceres del hogar, los estudios y los hijos.

Necesitamos cuidar de nuestro cónyuge y demostrar con gestos y palabras lo mucho que lo amamos. Cultivar el amor en el matrimonio es tan importante como cualquier otro mandamiento que Señor nos dio. El Presidente Kimball dijo:

El amor es como una flor y, al igual que el cuerpo, necesita que se le alimente constantemente. El cuerpo mortal pronto se consumiría y moriría si no se le alimentara con frecuencia. La tierna flor se marchitaría y moriría si no se le diera alimento y agua.

Así también sucede con el amor; no se puede esperar que el amor perdure por siempre a menos que se le alimente continuamente con porciones de cariño, manifestaciones de aprecio y admiración, expresiones de gratitud y generosidad.

La decisión más importante en todo matrimonio es vivir el Evangelio de Jesucristo en familia. El Élder Clayton declaró:

“Los matrimonios de éxito se construyen sobre el fundamento de la fe en el Señor Jesucristo y la observancia de Sus enseñanzas.

He observado que las parejas que han logrado que su matrimonio sea invaluable, practican los modelos de la fe: asisten a la reunión sacramental y a las demás reuniones todas las semanas, llevan a cabo la noche de hogar, oran y estudian las Escrituras juntos e individualmente, y pagan un diezmo íntegro.

Su búsqueda común es la de ser obedientes y buenos. No consideran que los mandamientos sean opciones como en un restaurante de autoservicio, en el que pueden seleccionar sólo las propuestas más atractivas”.

La familia en la actualidad

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A medida que basemos nuestros matrimonios en los principios del Evangelio de Jesucristo, crearemos un hogar sólido que tendrá gran impacto en la vida de nuestros hijos.

Hubo una época en que el Evangelio se centraba en las capillas. En la actualidad, el Padre Celestial nos ha mostrado cuánto se preocupa por las familias al llevar el Evangelio a los hogares. El programa “Ven, Sígueme” es otra forma de fortalecer a las familias, estrechar los lazos entre el marido y la mujer, y nutrir el amor en el hogar.

En mis pocos años de casada he aprendido mucho. Mi esposo y yo no somos una pareja perfecta, pero estamos en la carrera donde la eternidad nos espera. Por lo tanto, nos esforzamos por sobreponer nuestro compañerismo en todos los aspectos de nuestra relación. Queremos llegar a la meta juntos. Por eso, seguimos el consejo del Presidente Monson cuando dice:

“Escoge a quien amar, ama a quien escojas”.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Vanessa Pozete y fue publicado en maisfe.org con el título “Quero uma família eterna, por onde começo?

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