Lo que la vida de Gandhi le enseña a los Santos de los Últimos Días sobre el ayuno y la expiación

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“A través del ayuno y de poder del sufrimiento justo, Mahatma Gandhi, de 79 años, literalmente salvó a una nación.”

La fuerza nunca ha sido el cetro gobernante del Salvador. Por el contrario, enseña que el poder y la influencia divina vienen “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;” (DyC 121: 41).

Pero, ¿cómo es que la expiación motiva, invita y atrae a todos los hombres al Salvador? ¿Qué es lo que causa esta atracción, este impulso espiritual?

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Existe un cierto poder convincente que emana del sufrimiento justo, no del sufrimiento indiscriminado, tampoco del sufrimiento innecesario, sino del sufrimiento justo y voluntario hacia otra persona. Tal sufrimiento es la forma más grande y pura de motivación que podemos ofrecerle a quienes amamos.

Reflexiona por un momento en esto: ¿Cómo cambia uno la actitud o conducta de un ser querido cuyos pasos parecen estar destinados a la destrucción? Si el ejemplo de alguien no influye, las palabras de bondad pasarán desapercibidas y los poderes de la lógica se descartarán como palabras en el viento, entonces, ¿cual es el camino que toma?

Jag Parvesh Chader habló sobre agotar todas estas fuentes no violentas y luego agregó esta idea:

“Cuando no produce ningún beneficio, voluntariamente [uno] invita el sufrimiento en su propio cuerpo para abrir los ojos de la persona que está decidida a no ver la luz.” (Jones, Mahatma Gandhi, 110).

El ayuno a menudo se ha empleado para tal propósito. La abstinencia de alimentos hace mucho más que darnos hambre, hace más que refinar nuestros espíritus; tiene en sí un cierto poder motivacional inherente que puede cambiar y suavizar los corazones de los demás, particularmente cuando saben que estamos ayunando por ellos.

Ahí radica una fuerza que puede penetrar las paredes de granito del orgullo, reabastecer los vacíos depósitos de humildad y generar un mayor afecto y gratitud por quien sufre.

En palabras del evangelista misionero, E. Stanley Jones, el sufrimiento tiene “un intenso atractivo moral”. Jones le preguntó una vez a Mahatma Gandhi mientras se sentaba en un catre en un patio abierto de la cárcel de Yeravda: 

“¿Acaso no es tu ayuno una especie de coacción?” 

“Sí”, dijo muy lentamente. “El mismo tipo de coacción que Jesús ejerce sobre ti desde la cruz.”

Jones se quedó reflexionando aquella respuesta.

“Me quedé en silencio. Es muy obvio que permanezco en silencio cada vez que pienso en ello. Él tenía mucha razón. Los años lo han aclarado. Y ahora lo veo por lo que es: un poder redentor y moral muy potente si se usa correctamente. Tiene que usarse correctamente.” (Jones, Mahatma Gandhi, 112).

Mahatma Gandhi utilizó ese sufrimiento justo como una poderosa herramienta de motivación para el bien. Cada uno de sus ayunos poseyó un cierto poder motivacional, pero ninguno tuvo los efectos de tan grande alcance que sus ayunos en Calcuta y Delhi.

Calcuta fue el campo de batalla principal del odio. Gandhi, un hindú, se quedó en un hogar musulmán en el corazón del distrito de tales disturbios. Algunos hindúes estaban indignados por la conducta conciliadora de Gandhi hacia el enemigo. Un atentado contra su vida fracasó.

Varios grupos de jóvenes hindúes con ideas contrarias fueron enviados a Gandhi para hacerle ver el error en su manera de pensar. Cada vez que los jóvenes regresaban repetían: “El Mahatma tiene razón”. Pero la guerra continuó.

Finalmente, Gandhi anunció que realizaría un ayuno a muerte a menos que el grupo enemigo cambiaran de decisión. Significaba que habría paz para ellos o muerte para él. Después de tres días de ayuno, el sufrimiento de alguien admirado por una nación entera resultó ser demasiado difícil de soportar para la gente.

Los poderes persuasivos de su sufrimiento ablandaron los “corazones endurecidos”. 

Armas, desde cuchillos hasta pistolas Sten, fueron puestas a sus pies. Se produjo un cambio casi de la noche a la mañana. Lord Mountbatten, uno de los líderes militares presentes observó: 

“Lo que 50,000 soldados bien armados no pudieron hacer, Mahatma lo ha hecho. Ha traído paz.” (Jones, Mahatma Gandhi, 116-117). 

Y así lo hizo.

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Delhi fue su siguiente reto. La tensión era muy grande. Gandhi propuso ocho puntos sobre los cuales los hindúes y los musulmanes podían llegar a un acuerdo, o de nuevo él ayunaría hasta la muerte. Estos ocho puntos favorecerían a los musulmanes.

El riesgo era grandísimo, pero su objetivo era honorable, unificar una nación dividida. Después de seis días se firmó el tratado de paz. E. Stanley Jones, presente justo antes del ayuno, escribió:

 “Esto no fue una firma cualquiera de un tratado de paz común. Estaba presente una calidad moral que lo hacía diferente. Su sangre y sus lágrimas consolidaron el tratado… Su método y su objetivo eran correctos… Movió a esa nación hasta lo más profundo, la movió moralmente.” (Jones, Mahatma Gandhi, 117-118).

A través del poder del sufrimiento justo, un hombre diminuto, de 79 años, literalmente salvó a una nación.

Este artículo fue escrito originalmente por Tad R. Callister y es una adaptación del libro “The Infinite Atonement” y fue publicado originalmente por lsdliving.com bajo el título “What Gandhi’s Life Teaches Latter-day Saints About Fasting and the Atonement

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