Recientemente, estaba leyendo un informe sobre los estados más caritativos de Estados Unidos y me sorprendí con el resultado.
¿El estado con la tasa más alta de voluntarios? Utah, empatado con Minnesota. ¿El estado con el mayor porcentaje de ingresos donados? Utah, empatado con Arkansas, Georgia y Wyoming. ¿El estado con el mayor porcentaje de población que se ofrece como voluntario? Utah. ¿El estado con el mayor porcentaje de personas que donan dinero? Utah.
Que un estado mediano como Utah domine cuatro listas de generosidad es estadísticamente improbable. No es que Utah requiera ser voluntario o tenga exenciones fiscales especiales para donaciones caritativas. Tampoco es que Utah sea particularmente rico, es más Utah tiene el decimotercer ingreso per cápita más alto.
Entonces, ¿cómo se explica la notable generosidad de Utah?
Respuesta corta, es el tabernáculo.
Respuesta larga, si bien menos del 2% de los estadounidenses son miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más de la mitad de las personas que viven en Utah lo son.
Los Santos de los Últimos Días son muy religiosos, según todas las métricas tradicionales y según cada comparación.
De acuerdo con el Centro de Investigación Pew, más del 75% de los Santos de los Últimos Días leen las Escrituras al menos una vez a la semana, oran al menos a diario y asisten a los servicios religiosos al menos una vez por semana, cifras que eclipsan a casi todas las demás religiones.
Algunas prácticas comunes de los Santos de los Últimos Días
Comencé a observar estas dinámicas cuando era niño.
Soy judío y crecí cerca de una iglesia de los Santos de los Últimos Días en Short Hills, Nueva Jersey. Siempre vi que la iglesia estaba llena los domingos (y otros días) y lo amigables que eran sus miembros.
Esta amabilidad también fue evidente en nuestras vacaciones familiares en Utah en 1985.
No recuerdo por dónde hacíamos el recorrido, pero sí recuerdo que el guía turístico nos preguntó sobre nuestra religión. Le dijimos que éramos judíos y él respondió con entusiasmo: “¡Ustedes son nuestros primos!”
A fines de la década de 1990, cuando me mudé a la ciudad de Nueva York cuando era joven, solía jugar baloncesto todos los fines de semana en La Iglesia de Jesucristo en Columbus Circle.
Me sorprendió que la iglesia estuviera abierta para todos en todo momento y cómo después de cada juego los compañeros de equipo Santos de los Últimos Días solían tomar la iniciativa en la limpieza del piso.
¿Por qué limpiaban el suelo del gimnasio después de cada partido? Nunca pregunté, pero la respuesta estuvo en su acción y su espíritu.
No lo hicieron por razones prácticas, estábamos a punto de volver a jugar. Más bien, lo hicieron por un sentido de responsabilidad y respeto.
Era su iglesia y, por supuesto, debían limpiar el piso. La iglesia era un santuario digno del mayor respeto y, por supuesto, merecía ser tratado con el respeto que transmitía el acto de limpieza.
Llevar vidas más felices, mejores y más significativas
Recuerdo todo esto cuando se acerca la mayor festividad judía de la Pascua.
En preparación a ello, estoy contemplando algunas de sus muchas grandes enseñanzas en el camino hacia el cumplimiento de su asombroso propósito: ayudarnos a llevar vidas más felices, mejores y más significativas.
Una de las muchas y siempre muy prácticas lecciones de vida que se pueden aprender de la festividad de la Pascua proviene del hecho de que Dios “endureció” el corazón del Faraón en la segunda serie de cinco plagas, después de que el Faraón endureció su propio corazón en la primera serie.
Dios no le estaba negando al Faraón el libre albedrío en la segunda serie. Dios estaba mostrando lo que sucede con los corazones.
No vuelven a ser lo que eran antes. Siempre cambian en respuesta a lo que elegimos hacer.
No actuamos, enseña el judaísmo, por quiénes somos. En cambio, nos convertimos en el producto de lo que hacemos. Podemos elegir qué hacer. Así, podemos elegir quiénes queremos ser.
En ese sentido, las prácticas de los Santos de los Últimos Días antes mencionadas se explican entre sí.
Un pueblo que limpia la cancha de baloncesto después de cada partido reflejará y cultivará el respeto en cada acto. Un pueblo que cultiva ese respeto querrá adorar en unión con la misma regularidad. Un pueblo que adora en unión con regularidad siempre preguntará: ¿Qué podemos hacer juntos?
La respuesta de los Santos de los Últimos Días, como se evidencia en la acción es “da más, en tiempo, y en todas las cosas”.
Fuente: Deseret News