“Amar a Dios y a Sus hijos es un poder habilitador”, la hermana Reyna I. Aburto, segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, enseñó durante un devocional en BYU-Idaho el 4 de junio.
“Nuestra relación con Dios y nuestras relaciones justas con los demás son divinas y pueden ayudarnos a convertirnos en lo que vinimos a llegar a ser en esta tierra. Pueden ayudarnos a convertirnos en nuestra mejor versión y cumplir con la medida de nuestra creación”, dijo.
El Señor ha prometido que aquellos que guarden Sus mandamientos recibirán la plenitud del Padre, que incluye la vida eterna. Durante Su ministerio terrenal, Jesucristo resumió los mandamientos, al decir: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22: 37 – 39).
Esta enseñanza demuestra la importancia de aprender a amar a Dios y al prójimo.
Entonces, ¿cómo se pueden cultivar estas relaciones divinas? La hermana Aburto dio cinco principios a considerar:
Sigue el ejemplo de Jesucristo
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“Jesucristo es el ejemplo perfecto de cómo cultivar las relaciones divinas. Él tiene una relación estrecha con Su Padre, que se demuestra con la forma en que lo respeta, honra y siempre sigue Su voluntad”, explicó la hermana Aburto.
Él también ama a cada uno de los hijos de Dios, “lo manifestó en la forma en que se acercó a aquellos que lo buscaron durante Su ministerio en esta tierra y en la forma en que podemos sentir Su influencia en nuestra vida cuando recurrimos a él”.
“Para amar a alguien en específico, uno necesita el deseo de conocerlo y pasar tiempo juntos, preferiblemente cara a cara. Asimismo, para amar al Padre Celestial y al Salvador, debemos leer las Escrituras y las palabras de los profetas, que testifican de ellos. Debemos orar con verdadera intención. Debemos ayunar y seguir los mandamientos para que nuestra vida se pueda alinear con la voluntad de Dios”, dijo la hermana Aburto.
Arrepentirse y ministrar
Los actos de arrepentimiento y ministración trabajan conjuntamente porque cumplen los mandamientos de amar a Dios y al prójimo. El arrepentimiento nos acerca al Padre Celestial y ministrar nos acerca a nuestro prójimo, al hacer que el amor crezca para cada uno.
Además, explicó, “cuando nos arrepintamos, nuestro amor por los demás crecerá y cuando ministremos a los demás, nuestro amor por Dios crecerá”.
La hermana Aburto compartió una experiencia que tuvo poco después de unirse a la Iglesia a los 26 años. Como madre soltera y divorciada, no tenía mucho dinero y no pudo pagar un diezmo íntegro durante unos años.
Una noche mientras estaba con un grupo de amigos, sintió la impresión de expresar su deseo de pagar un diezmo íntegro.
“Me escucharon con atención y amor, y de pronto, el salón se llenó del Espíritu”.
Cada uno de sus amigos testificó sobre la ley del diezmo, le aconsejaron que pagara el diezmo antes de pagar sus otras deudas y que le permitiera al Padre Celestial abrir las ventanas de los cielos y derramar las bendiciones sobre ella y su familia. En lugar de juzgarla o señalarla, los amigos de la hermana Aburto se preocuparon por ella y la quisieron ayudar.
“Me dieron fuerzas y me invitaron gentilmente a venir a Cristo. Ejemplificaron lo que es tener un amor puro como el de Cristo”, dijo la hermana.
“Despréndete de tu coraza”
Los seres humanos tienden a construir una coraza a su alrededor para protegerse del daño. Aunque es bueno discernir entre lo bueno y lo malo, la hermana Aburto dijo, “Me pregunto si iremos demasiado lejos, hasta el punto en que prefiramos aislarnos en lugar de abrirnos a la amistad y al amor”.
Al gastar demasiado tiempo y esfuerzo en construir esa coraza, corremos el riesgo de distanciarnos de la influencia de Dios y de los demás en nuestra vida. Esto va en contra de la naturaleza del Evangelio de Jesucristo.
“No vinimos a esta tierra a aislarnos”.
La hermana Aburto les aconsejó a los alumnos a abrirse en lugar de cerrarse. “Nos hacemos más fuertes y crecemos cuando ayudamos a los demás y también cuando aceptamos la ayuda de otros”.
Las relaciones necesitan tiempo para crecer y dar frutos. Explicó que su amistad con muchos de sus mejores amigos no comenzó con una fuerte compatibilidad. Pasaron tres años después de conocer a su esposo, el hermano Carlos Aburto, antes de que se dieran cuenta de que podían formar una familia juntos .
Se un participante activo de los quórums del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro
La hermana Aburto testificó que relacionarse con un quórum o la Sociedad de Socorro “nos ayuda a formar parte de la obra más importante que existe”.
“El Presidente Nelson nos ha invitado a reunir a Israel en ambos lados del velo. Si queremos lograr ‘el desafío más grande, la causa más sublime y la obra más grandiosa de la tierra hoy en día’; debemos trabajar juntos a nivel individual, a nivel familiar, como miembros de los quórums del sacerdocio divinamente organizados y la Sociedad de Socorro, dependiendo uno del otro como miembros de nuestros barrios, estacas y la Iglesia en general, y bajo la dirección de las llaves del sacerdocio”.
Ora para amar y ser paciente
Todos están aprendiendo a amar, a amar mejor, y a amar al Padre Celestial y Jesucristo.
“Cultivar relaciones es una decisión. Todos deciden en quién esforzarse y en quién no. Todos podemos usar nuestro albedrío para tener más intención al cultivar nuestras relaciones divinas con Dios y nuestro prójimo”, dijo.
La hermana Aburto les pidió a los alumnos que no abandonaran su fe, que se esforzaran por vivir los mandamientos, acercarse a Dios y desarrollar amor por los demás.
“Sean pacientes consigo mismos y con las personas que los rodean”.
El Salvador siempre está listo para “elevarnos, cada vez que nos acercamos a Él. Su fuerza es suficiente para sostenernos y darnos fortaleza para soportar”.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Valerie Johnson y fue compartido en thechurchews.com con el título “Sister Aburto gives 5 steps that will strengthen your divine relationships”.