La hermana Wendy Nelson comparte la experiencia que tuvo al orar para recibir respuesta en cuanto a su relación con el Presidente Russell M. Nelson. Ella no esperó la respuesta que recibió de los cielos.
Siempre me ha sorprendido lo generoso que es el Señor con su conocimiento si es que estamos dispuestos a buscarlo.
No hay mejor momento, en cualquier parte de nuestras vidas, para “crecer en el principio de revelación” que cuando estamos desesperados por saber la respuesta a una pregunta que tiene grandes implicaciones y ramificaciones para nuestras vidas. Preguntas como: “¿Debería casarme con esta persona?” “¿Debería mudarme?” “¿Debería empezar a estudiar?” “¿Debería aceptar este trabajo?”.
¿Por qué nos conformamos con las mejores respuestas que el mundo puede darnos cuando el Señor está listo para abrir los cielos para enseñarnos, guiarnos y hablarnos a través de los susurros del Espíritu?
La revelación personal es algo que todos queremos y necesitamos
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Recientemente, mi esposo me dijo: “El Señor está tan ansioso de brindarte revelación para tu vida como lo está para darle revelación a Sus profetas para Su Iglesia”.
He entendido ese principio durante la mayor parte de mi vida, pero fue maravilloso que el presidente Nelson confirmara espontáneamente esa gran verdad, la cual se aplica a cada uno de nosotros.
¡El Señor está tan ansioso de brindarte revelación para tu vida como lo está por darle revelación a Su profeta para Su Iglesia!
Cuando estamos dispuestos a hacer “el trabajo espiritual que se necesita para disfrutar del don del Espíritu Santo y oír la voz del Espíritu con mayor frecuencia y claridad”, como aconsejó el presidente Nelson, nuestra “capacidad espiritual actual para recibir revelación personal” aumentará, y seremos llevados a saber lo que el Señor quiere que hagamos (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”).
En esta época en particular, ¿por qué alguno de nosotros se dirigiría al internet para obtener la respuesta a algo que afectará nuestras vidas aquí y en el más allá?
Es cierto que podemos encontrar información fascinante y útil en internet sobre muchos temas, desde las palabras de un poema o la canción que nos gusta hasta cómo cocinar verduras hasta el mejor lugar cercano para comprar un bocadillo.
Pero también podemos encontrar mentiras obvias e intencionadas disfrazadas de verdad, así como toneladas de información incorrecta e información errónea.
¡Todo el tiempo, las 24 horas del día, los cielos están abiertos! Nuestro Padre Celestial espera nuestras oraciones.
¿Salir en citas con un apóstol?
Hace unos años tuve una necesidad particularmente apremiante que requería un trabajo espiritual serio de mi parte como súplica para que los cielos que se abrieran a mí.
¡No hay forma de que esto pueda ser correcto!
Ese fue mi pensamiento el lunes por la mañana cuando salía de la ciudad donde vivía en ese momento. Necesitaba algo de paz y tranquilidad, y un poco de tiempo a solas, para buscar una respuesta a una pregunta importante que había surgido en mi vida.
Durante varias semanas, el Élder Russell M. Nelson, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, de manera sutil me insinuó que deseaba conocerme mejor. Su esposa, Dantzel, ya llevaba un buen tiempo de haber fallecido, y últimamente, y a instancias de él, habíamos intercambiado libros que habíamos escrito, intercambiado un par de notas y hablado por teléfono un par de veces.
Tenía un historial de citas con hombres maravillosos, acercarnos al matrimonio para luego terminar la relación o, en varios casos, terminar nuestro compromiso.
No quería volver a pasar por eso, ¡y ciertamente no cuando se trataba de un apóstol! Y desde un punto de vista más práctico, me pregunté: “¿Cómo “salir en citas” con un Apóstol?”. No tenía ni idea. La idea me parecía inconcebible, y completamente fuera de lugar.
Tenía que averiguar si debía dejar que esta relación avanzara o no. Sentí que necesitaba tomar una decisión antes de meterme de lleno en aquella relación.
¿Cómo iba a hacer eso?
No quería tomar una decisión cuando se suponía que debía tomar otra. Sabía que el Señor sabía la respuesta. Todo lo que tenía que hacer era averiguar lo que Él sabía sobre esta relación, averiguar cuál era Su voluntad para mí.
El esposo que aún no conozco
Varios meses antes de que el Élder Nelson se pusiera en contacto conmigo, había pedido en oración: “Por favor, ayúdame a cumplir con la medida de mi creación”.
Inicialmente, dudé un poco en mi petición. ¿Estaba realmente lista para la respuesta? ¿Hablaba en serio al decir que haría lo que sea que el Señor quería, necesitaba, que hiciera? Respiré hondo y empecé.
Con el tiempo, a medida que seguía haciendo la misma oración todos los días, se me llevó a orar por mi esposo aún desconocido de una manera muy real.
No solo decía, “Por favor, ayúdame a encontrar a mi esposo”, sino que empecé a orar por mi esposo: “Por favor, ayuda a mi esposo”. Nunca antes había orado así en mi vida.
No sabía quién era mi esposo. No tenía ni idea. Pero estaba bastante segura de que sería viudo. También tuve la impresión de que tendría hijos cariñosos y atentos que extrañarían a su madre fallecida y derramarían todo su amor hacia sus padres en el cuidado, la crianza y el apoyo de su padre.
Así que mis oraciones incluían súplicas como: “Por favor, ayuda a que mi esposo tenga un gran día. Consuélalo y fortalécelo. Ayuda a que sus hijos se acerquen a él y que cuiden de él mientras llora por su esposa y madre [de sus hijos]”.
Una carta especial
Mis oraciones y mi búsqueda me llevaron a escribir una carta a mi esposo desconocido, una vez más, algo que nunca había hecho antes. En la carta, le dije que aunque no sabía quién era, sabía mucho sobre él.
Por ejemplo, sabía que amaba al Señor, amaba el templo, amaba las Escrituras, amaba a su esposa fallecida, amaba a sus hijos. Seguí y seguí contándole a mi esposo desconocido todo lo que sabía sobre sus maravillosas cualidades.
Basta decir que el Señor había estado sentando las bases para la gran pregunta que estaba enfrentando ese día cuando salía de la ciudad para buscar paz y tranquilidad.
Al día siguiente, ayuné, me sumergí en las Escrituras y derramé mi corazón en oración. Hice esto desde temprano en la mañana hasta las cuatro de la tarde. Fue entonces que se abrieron los cielos y me brindaron un mensaje que nunca esperé.
De tres maneras diferentes, recibí un mensaje muy claro. Hasta este momento puedo sentir el poder y la claridad con la que el Señor me hizo saber Su voluntad en cuanto a mi posible relación con el Élder Russell M. Nelson.
No esperaba esa respuesta y ciertamente no tenía idea de los cambios dramáticos en los que me vería envuelta, dejar mi profesión de más de treinta años, mudarme, casarme con un hombre veintiséis años mayor que yo con una familia muy numerosa, y unir mi vida a la de un hombre, cuya vida estaba completamente consagrada al Señor.
Pero, como dijo José Smith sobre el hecho de que había visto una visión y no podía negarla (véase José Smith — Historia 1:25), yo tampoco podía negar el claro mensaje que el Señor me dio en respuesta a mi búsqueda y ayuno sincero, estudio de las escrituras y mis súplicas en oración.
Los cielos se habían abierto, y mi vida nunca sería la misma.
Este artículo es una adaptación del libro “The heavens are open” y fue escrito originalmente por Wendy Nelsony fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “The Prayers that Led Sister Nelson to Meet Her Husband”