“Se ponen el título de ‘santos’, pero son realmente unos hipócritas”.
A diferencia de los reality shows que intentan retratar nuestro estilo de vida mediante la trivialidad de los influencers, este artículo se basa en hechos reales.
En mis 19 —y ya casi 20— años como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En mi experiencia en 3 estacas y 3 barrios diferentes. Y en las distintas áreas en las que tuve el privilegio de servir durante mi misión.
Por supuesto que nadie, a excepción de Jesucristo, es perfecto. Eso todos lo sabemos. Cada persona tiene sus debilidades y errores. Quien pretenda llegar a la Iglesia y encontrar a familias y personas libres de pecados, debe despertar de ese sueño.
Todos somos pecadores. Pero hay una diferencia abismal entre nuestros tropiezos propios de hombres y mujeres naturales y tomar el papel de una persona hipócrita.
El arte del engaño
Del griego “hypokrites”, que significa “actor” o “recitador”, la palabra hipócrita era usada en la Antigua Grecia para nombrar a los intérpretes del hypocritai, quienes asumían una personalidad que no era la suya.
Ser hipócrita, entonces, no es un simple desafío o debilidad. Desde sus orígenes, ha sido un oficio que requiere de total conciencia. Es el arte de engañar.
El Manual para el alumno del Nuevo Testamento nos explica que un hipócrita finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene a fin de recibir reconocimiento:
“Cuando a un humilde seguidor de Dios se le hace notar que está equivocado, de inmediato se esfuerza por rectificar su proceder. En cambio, la persona hipócrita busca encubrir sus pecados y justificarse por ellos”.
El hipócrita es consciente de sus errores. Es el protagonista de una doble vida. Como el de los 5 escenarios —reales— que nombraremos a continuación:
1. Tengo el sacerdocio… y mando sobre mi pareja
Con su terno impecable, un nudo de corbata perfecto, su camisa libre de arrugas y zapatos de vestir brillando por su impresionante lustre, muchos de nuestros poseedores del sacerdocio imponen una imagen de respeto y admiración.
Especialmente cuando suben al púlpito y con la frente en alto testifican de su amor hacia Dios, pero —sobre todo— hacia sus novias o esposas, a quienes no dudan en llenar de elogios y declarar su afecto y devoción con una convicción encomiable.
Un acto que repiten cada domingo, pero el cual se olvidan de replicar el resto de la semana. Porque creen que, como los patriarcas del hogar o portadores de la autoridad de Dios, tienen el derecho a imponer decisiones sobre la mujer. Decirles qué ropa usar, con quiénes pueden hablar o revisar a placer su celular.
Sin embargo, el sacerdocio jamás ha funcionado bajo la manipulación o el abuso de poder. En la sección 121 de Doctrina y Convenios, leemos:
“Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero”.
No, no puedes llamarte un digno poseedor del sacerdocio si, a la vez, utilizas esa autoridad para ejercer un control abusivo sobre tu pareja. Recuerda que, “en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (1 Corintios 11:11).
Tú no amas realmente a tu pareja ni al santo sacerdocio de Dios que se te confío, amas el poder. Y eres un hipócrita.
2. Vivo la caridad… pero para ellos no
En sus fotos de Instagram, cita a los profetas y destaca la exhaustiva jornada que significó repartir comida a perritos abandonados en lo más alto de un cerro.
Resalta lo temprano que se tuvo que levantar un día feriado para poder hacer posible esta buena obra y utiliza hashtags invitando a todos sus amigos a tender una mano a quienes más lo necesiten.
Ojo, no está mal compartir nuestros actos de generosidad en las redes sociales. Especialmente si vienen acompañados de una invitación y palabras de inspiración de líderes de la Iglesia. El problema es la selectividad para ayudar.
“Si vienen a la actividad y no han pagado la cuota, no les des el refrigerio. Yo estoy pagando mi cuota y no voy a hacer caridad para nadie”.
Esas palabras provienen de la misma persona que públicamente en Internet predicaba sobre el servicio y amor a los menos favorecidos. Dispuesta, aparentemente, a ayudar a los perritos, con los fondos del barrio, pero en contra de pagar una cuota que pueda beneficiar a los jóvenes que no tienen el dinero para colaborar con el refrigerio.
¿Acaso hay restricciones sobre quién puede recibir buenas obras? El apóstol Pablo enseñó que la caridad nunca deja de ser, que no tiene envidia, que todo lo sufre y todo lo espera (1 Corintios 13:4-8).
No sé si esta joven tenía algún problema en particular con otros chicos o chicas del barrio (y por eso se resistía a compartir el refrigerio con los que no podían pagarlo), pero como hermanos y hermanas en Cristo, estas diferencias no son excusas para excluir a otros.
Sobre este amor cristiano hacia todos los hijos e hijas de Dios, el profeta José Smith enseñó:
“Si desean hacer lo que hizo Jesús, deben ensanchar su alma hacia los demás… Al ir aumentando su bondad, dejen que se ensanche su corazón hacia los demás; deben sobrellevar las faltas y los errores del género humano”.
No, no eres una persona caritativa si solo estás dispuesta a efectuar buenas obras a favor de quienes te agradan e, incluso, excluyes a los que no conoces.
Tú no tienes un deseo sincero de extender tu mano a los necesitados como ministró el Salvador, amas el reconocimiento. Y eres un hipócrita.
3. Soy modesta al vestir… ¡mira toda mi ropa!
Cada domingo, lucen sus mejores faldas y elegantes vestidos para la reunión sacramental. Prendas que no solo brillarían en una pasarela de moda, sino que también se alinean con las pautas de modestia que sugiere la Iglesia.
Testifican sobre el gozo de vestirse conforme enseñan nuestros líderes. Sobre el valor de nuestros cuerpos como templos puros de Dios, y no como objetos que buscan la aprobación del mundo o que se acomodan a las tendencias de las grandes marcas.
Pero mientras condenan la supuesta superficialidad de aquellas personas que no se ajustan a las normas del Señor, llenan sus armarios de colecciones de vestidos, blusas, faldas, zapatos, tacos y demás prendas que utilizan en una sola ocasión.
El entusiasmo por las conferencias o devocionales, antes de nacer por un hambre espiritual para encontrar guía y revelación divina, se basa en el deseo de escoger el mejor outfit para exhibir en la reunión y subir después en las historias de Instagram.
La modestia de estas prendas, entonces, se convierte en vanidad, la cual —según nos explica la Guía del Estudio para las Escrituras— está relacionada con la falsedad y el engaño:
“Los vocablos vano y vanidad también pueden significar estar vacío o no tener valor”.
Al enfocarte en lucir prendas aparentemente modestas, todo ese valor de tu cuerpo como templo de Dios se pierde por la adoración superflua y vacía hacia la colección de tu armario.
Tú no estás cuidando realmente tu cuerpo como regalo divino de Dios, lo que cuidas es tu reputación de belleza en las redes sociales. Y eres una hipócrita.
4. Soy casto… ¡qué ‘buena’ esa chica!
Vestidos de blancos, se preparan para recibir más luz y conocimiento en el templo. Renuevan promesas de castidad y no tienen miedo de compartir en sus redes sociales que son cristianos practicantes y quieren vivir la pureza sexual.
Exclaman en la clase que su meta es llegar limpios al templo para sellarse con su pareja por las eternidades. Publican fotos en lugares santos con sus novias y sacan lustre de su placa misional para recordar que, por siempre, van a ser representantes de Jesucristo.
Sin embargo, en reuniones más informales no tienen miedo de hablar groseramente sobre el físico de otras mujeres. De comparar sus cuerpos y minimizar su valor como simples objetos decorativos, usando adjetivos degradantes y justificando las denuncias por acoso de sus futbolistas favoritos: “Ella lo provocó por vestirse así”.
Porque creen que la castidad se limita a abstenerse de tener relaciones sexuales antes del matrimonio o ser fieles, pero en el Libro de Mormón, el profeta Alma enseñó que cuando Dios juzgue:
“[…] nuestros pensamientos también nos condenarán. Y en esta terrible condición no nos atreveremos a mirar a nuestro Dios” (Alma 12:14).
No basta con reservar la intimidad sexual para el matrimonio para vivir la ley de castidad, también se requiere que mantengamos puras nuestras palabras y pensamientos. Jesucristo lo explicó con claridad:
“Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28).
Así que no, no estás viviendo la ley de castidad si, a pesar de que te estás absteniendo de las relaciones sexuales antes del matrimonio, también te expresas vulgarmente de las mujeres y mantienes pensamientos impuros.
Tú no proteges el poder divino de la procreación, proteges tu ego de hombre natural. Y eres un hipócrita.
5. Amo a mi prójimo… a menos que sea LGTB+
Cada mañana, manda un mensaje de buenos días y aliento a todas las hermanas del barrio. Nos llena de gifs y stickers que le brindan color. Y no duda en dar una cálida bienvenida a las nuevas integrantes del grupo de WhatsApp de la Sociedad de Socorro.
Es la primera en dar su testimonio cada primer domingo y su participación en las clases es una garantía, sin importar el tema a abordar. Conmueve con sus palabras y aunque no siempre se sabe el nombre de las hermanas, no duda en darles un abrazo a todas al culminar las reuniones.
Pero esa actitud compasiva y benigna hacia su prójimo cambió por completo cuando comentaron sobre nuestros hermanos y hermanas que sienten atracción por personas de su mismo sexo. Como si se hablase de criminales que no merecen perdón.
Durante su ministerio terrenal, el Salvador priorizó su tiempo a velar por los marginados, rechazados, afligidos: nadie estaba excluido de Sus maravillosas obras. En las Américas, uno por uno invitó a que se acerquen a Él.
Entonces, ¿quiénes somos nosotros para decidir quién merece o no nuestra bienvenida?
“El Creador de todos nosotros hace el llamado de abandonar las actitudes de prejuicio contra cualquier grupo de los hijos de Dios. […] Corresponde hacer todo lo que podamos en nuestra esfera de influencia para preservar la dignidad que cada hijo e hija de Dios merece”.
Ese fue el contundente mensaje del presidente Russell M. Nelson sobre el respeto que debemos guardar por cada valiosa alma que habita la Tierra. Los prejuicios son destructivos y no son parte de un sincero seguidor de Cristo.
Al marginar a un grupo en particular, las preconcepciones del mundo se vuelven más importantes que las enseñanzas de inclusión y bondad que nos mostró el Redentor; y que reafirman nuestros profetas.
Tú, entonces, no amas a tu prójimo como exhortó el Salvador, amas tener una comunidad que piensa y actúa igual que tú, sin ningún tipo de tolerancia. Y eres un hipócrita.
El reconocimiento de las redes sociales y el público es efímero en comparación con Sus eternas bendiciones. Despojémonos del orgullo, abandonemos la hipocresía y permitamos, tal como declaró el élder Robert D. Hales, que Cristo transforme nuestras vidas:
“Al seguirle, Él nos bendice con dones, talentos y la fortaleza para hacer Su voluntad, y nos permite salir de nuestra comodidad y hacer cosas que jamás creímos posibles”.
El Padre Celestial es capaz de ver las intenciones detrás de cada escena en nuestra vida. Satanás, el padre de todas las mentiras, fue expulsado de Su presencia, ya que Dios jamás será engañado ni burlado. El Señor nos quiere en Su elenco, sigámoslo a Él.
Porque, como cristianos, el Salvador debe ser el coprotagonista en la película de nuestra vida.
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@masfe.org La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no solo enseña la doctrina y el evangelio puro de Jesucristo, sino que también cuenta con centros de reuniones con ambientes que ayudan al desarrollo de diversas actividades para los que participen de ella. ¡Si estás buscando un lugar en dónde congregarte, esta es la señal que estabas buscando! No encontrarás perfección en sus miembros, pero sí encontrarás personas reales como tú con muchas ganas de superarse día a día con la ayuda de Dios 😉 #iglesia #congregarse #iglesiadejesucristo #sud #mormones #cristianos #humorcristiano #expectativarealidad #predicar #domingo #masfe