“Haciendo estoy la historia de mi familia. Las razones porque lo hago yo, son claras para mí. Mi historia y libro de memorias, yo escribiré y un registro de familia, así siempre tendré.”
Lo sé, lo sé. Esas son palabras hermosas. Sin embargo, no puedo decir que son mías, provienen de un himno del libro de canciones para niños de la Iglesia.
Hasta hace sólo un par de años, la obra de mi historia familiar siempre ha sido responsabilidad de otros y no mía.
No tenía idea por dónde empezar, se convirtió en una de las cosas que “eventualmente aprendería algún día”. Sí, caí en la trampa de la procrastinación, demorando el día de mi aprendizaje, tal como Amulek lo enseñó.
Fue entonces que decidí tomar en serio el hecho en uno de mis barrios y llevar mis propios nombres al templo. Estaba decidido a encontrar al menos uno. Las puertas se abrieron, ¡encontré más de 30! Para mí eso fue increíble.
Aunque todavía estoy lejos de ser perfecto, he aprendido por mí mismo la importancia de esta obra sagrada. Verdaderamente, como los profetas han declarado, el espíritu de Elías está en la tierra. Al prestar atención a este espíritu, somos bendecidos de más formas de las que podemos imaginar.
Aquí hay una de las bendiciones más importantes que podemos recibir al hacer nuestra propia historia familiar. Tiene más que ver con nuestra salvación y exaltación que cualquier otra bendición que recibamos.
También te puede interesar: “Siete milagros modernos que te darán esperanza”
La presencia de los ángeles
Una de las mejores historias que se encuentra en el Antiguo Testamento es cuando Eliseo le mostró a su criado las legiones que lo protegían.
Eliseo le había aconsejado al rey de Israel qué lugares debía evitar para que los sirios no pudieran alcanzarlo. El rey de Siria se enteró de eso, se enteró del paradero de Eliseo y decidió destruirlo. Por la noche, ellos llegaron a la pequeña ciudad donde se alojaba Eliseo; rodearon toda la ciudad con caballos y carros.
El criado se despertó, sorprendido. “¡Ah, señor mío!, ¿qué haremos?” Estaban rodeados, no tenían a dónde ir ni dónde esconderse.
Eliseo no se preocupó. “No tengas miedo, porque son más los que están con nosotros que los que están con ellos.” (2 Reyes 6:16)
No sé tú, pero entiendo perfectamente el miedo que tenía el criado. Estaban rodeados por un ejército, en un pequeño pueblo, y al parecer con ellos casi nadie que les ayudara a defenderse.
Cuando el profeta le dijo, básicamente, “no te preocupes, tenemos más personas de nuestro lado que ellos”. Pienso que el criado tal vez haya pensado: “¿Has mirado a tu alrededor? Tenemos unos pocos hombres y algunas ovejas”. Eliseo oró al Señor para que su criado viera la ayuda que tenían.
“Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del joven, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo.” (2 Reyes 6:17).
De repente, el criado pudo ver. Dios no iba a abandonar a Sus siervos.
El Elder Holland lo expresó de esta manera:
“En el evangelio de Jesucristo tienen ayuda de ambos lados del velo, nunca deben olvidar eso.
Cuando la decepción y el desánimo golpeen, y lo harán, recuerden y nunca olviden que si pudiéramos abrir los ojos, veríamos caballos y carros de fuego hasta donde nos alcance la vista acudiendo a nuestra ayuda a toda velocidad.
Siempre estarán allí, los ejércitos del cielo, en defensa de la simiente de Abraham.”
Los ángeles nos rodean y nos ayudan a pelear nuestras batallas.
Nuestra relación con estos ángeles
Una de las cosas más significativas sobre estos ángeles es que tenemos ciertos lazos importantes con ellos.
¿Qué tipo de lazos?
Buena pregunta. El Señor le dio a José Smith una idea de quiénes son los ángeles ministrantes. Son aquellos que pertenecen o han pertenecido a esta tierra (DyC 130: 5).
Los ángeles enviados a luchar por nosotros y ayudarnos deben saber cómo es la vida en la tierra. Saben la mejor manera de atravesar las pruebas y desafíos que enfrentaremos en este mundo.
En su libro, “Doctrina del Evangelio”, Joseph F. Smith nos brinda una explicación aún mayor:
“No se envían mensajeros extraños a ministrar a los habitantes de esta tierra, sino a filas de nuestros familiares, amigos, y seres y compañeros de servicio. Los antiguos profetas que murieron fueron los que vinieron a visitar a sus semejantes en la tierra…
De la misma manera, nuestros padres y madres, hermanos, hermanas y amigos que han fallecido en esta tierra, habiendo sido fieles y dignos de disfrutar de estos derechos y privilegios, pueden recibir la misión de visitar a sus familiares y amigos en la tierra, trayendo nuevamente de la Presencia divina mensajes de amor, de advertencia, o de reprimenda e instrucción, a aquellos a quienes aprendieron a amar en la carne.”
Los lazos que tenemos con nuestros ángeles ministrantes no se limitan sólo a esta tierra. El evangelio fue creado para la salvación del género humano.
No debería de extrañarnos que nuestros antepasados quieran que tengamos éxito y que luchen por nosotros. Ellos nos dirigirán. Nuestros familiares nos cuidarán.
Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo
Sé lo que muchos de ustedes pueden estar pensando… “Todo esto es genial, pero ¿qué tiene que ver con la historia familiar?” Bueno, desafortunadamente, ¡nada! Sólo necesitaba un título para llamar tu atención.
¡Es una broma! En realidad tiene todo que ver con la historia familiar.
Piensa en nuestro progreso espiritual mientras estamos aquí en la tierra. Se nos da un camino a seguir, que a menudo nos referimos como el camino del convenio debido a las promesas y ordenanzas del Evangelio que hacemos y guardamos.
Ahora piensa en cada una de esas ordenanzas. ¿Cuáles son las bendiciones prometidas por los convenios que guardamos junto con la ordenanza?
Para el bautismo, recibimos la remisión de nuestros pecados, lo que nos califica para tener el Espíritu Santo con nosotros.
Para la confirmación, recibimos el don del Espíritu Santo, que es una promesa de que Él puede ser nuestro compañero constante siempre que seamos dignos.
Para la investidura, el Elder Robert D. Hales lo llamó “el eterno plan de estudios” (Return: Four Phases of Our Mortal Journey Home, p. 243) donde no sólo aprendemos “cómo llegar a ser como el Padre Celestial y Jesucristo para que podamos vivir en su presencia”, si no que también somos investidos con el poder para lograrlo.
Para el sellamiento en el templo, entramos en un compañerismo que nos permite crear una familia y calificar para la exaltación.
Cuando realizamos estas ordenanzas por nuestros antepasados en el templo, les damos la oportunidad de recibir esas mismas bendiciones. La remisión de pecados. La compañía del Espíritu Santo. El conocimiento y poder para llegar a ser como nuestro Padre Celestial y Su Hijo perfecto. Una familia eterna y la exaltación.
Pero, ¿cómo eso nos bendice?
¿A caso no nos dijo Nefi cómo nos ministran los ángeles? ¿Cómo se comunican?
Los ángeles se comunican por el poder del espíritu santo.
¿Cómo pueden hablar por el poder del Espíritu Santo, si no han recibido el don del Espíritu Santo? ¿Cómo pueden recibir el don del Espíritu Santo, si no han recibido la remisión de los pecados?
Cuando nos hablan, ¿de qué nos hablan? ¿Cómo pueden los ángeles guiarnos y dirigirnos hacia la exaltación, sin haber recibido el poder y el conocimiento para ello?
¿Por qué querrían ayudar a sus propios familiares si no tienen una conexión eterna con ellos?
La bendición de la salvación y la exaltación
La bendición más importante que podemos recibir al hacer la historia familiar no se olvida fácilmente. Nos esforzamos por ello a diario, sin embargo, casi nunca está directamente relacionada con esta sagrada obra.
En DyC 128, el profeta José Smith hace una audaz afirmación sobre nuestra salvación y perfección.
En esta sección, él escribió sobre el bautismo por los muertos, y declaró:
“La salvación de [nuestros antepasados] es necesaria y esencial para la nuestra… que ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos”.
¿No podemos ser perfeccionados sin nuestros muertos?
Bueno, sí. A medida que nos esforzamos diligentemente por encontrar a nuestros antepasados y hacemos las ordenanzas que necesitan en su nombre, no sólo estamos asegurando su salvación, también estamos asegurando la nuestra.
Al realizar estas ordenanzas, estamos habilitando a los mismos ángeles que acudirán en nuestra ayuda cuando más los necesitemos.
Muchos de los susurros e impresiones que recibimos del Espíritu provienen de nuestros antepasados que ya han fallecido y que han estado esperando una oportunidad para ayudarnos.
Entonces sí, la obra de la Historia Familiar nos ayudará a tener el Espíritu más fuerte en nuestras vidas. Nos permitirá aprender y crecer de las historias y relatos que leemos. Incluso nos ayudará a tener más paciencia, caridad y esperanza a través de Cristo.
Pero lo más importante, a medida que nos comprometemos a hacer la obra por los muertos, les estamos dando a quienes nos han precedido el conocimiento y el poder que necesitarán para guiarnos hacia la exaltación.
No es de extrañar que los profetas modernos hayan llamado a esta obra la obra más importante que haremos mientras estemos aquí en la tierra.
Nuestros antepasados son nuestra guía para alcanzar la exaltación, así que asegurémonos de que tengan las herramientas que necesitan para llevarnos allí.
Este artículo fue escrito originalmente por Conner Johnson y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “The Forgotten, and Probably Most Important Blessing of Family History”