Este es un extracto del libro de Wendy Nelson “The Heavens Are Open”.
Soy una persona creyente.
No recuerdo haber dejado de creer en Dios, nuestro Padre Celestial, y Su Hijo, Jesucristo, y el Espíritu Santo durante mi vida.
Creo en los ángeles ministrantes, en los sueños que traen mensajeros y mensajes; en las letras de los himnos que aparecen en nuestra mente en el momento exacto en que los necesitamos; y en las Escrituras que están abiertas para responder las preguntas importantes de la vida.
Yo creo en milagros. De hecho, cuento con ellos.
Además, en este momento de mi vida, creo que el Señor nos trae los milagros precisos que nos ayudarán a convertirnos en lo que realmente somos y nos ayudarán a hacer Su obra.
Creo que en los templos de Dios podemos recibir Su poder a través de las ordenanzas que iluminan nuestra mente, fortalecen nuestro espíritu, sanan nuestro corazón y nuestro cuerpo, y brindan la perspectiva eterna que ayuda a que las cosas tengan sentido.
Creo en el poder sanador de las bendiciones del sacerdocio.
Mi padre viudo recibió una “sentencia de muerte” por parte de un médico. Este especialista le dijo a mi padre que le quedaban dos semanas de vida porque el cáncer de colon (que se había extirpado hace 17 meses) estaba haciendo metástasis en su hígado y, por otro lado, sus riñones estaban dejando de funcionar.
Le dijeron a mi padre que fuera a casa y se pusiera al día con sus asuntos.
Antes de salir del hospital, mi cuñado le dio una bendición del sacerdocio a mi papá.
Mi papá estaba en paz con su diagnóstico y no quería ningún tipo de “heroísmo”.
Entonces, no tuvo radiación, ni quimioterapia, ni siquiera una dieta especial – aunque tratábamos de darle la mayor cantidad posible de batidos de chocolate.
Continuó sirviendo a los demás como lo había hecho toda su vida. Siguió siendo bondadoso, brillante y optimista. Tuvo que pasar por hemodiálisis debido a su insuficiencia renal.
Según mi padre, sus 15 minutos de fama llegaron un día de septiembre, cinco meses después de que su médico le dijera que tenía dos semanas de vida.
Estaba empezando a verse y sentirse mejor. Entonces, lo llevé a una biopsia de hígado guiada por ultrasonido.
El momento de gloria de mi papá llegó cuando el médico, que llamó a otros dos médicos a la habitación porque no podía creer lo que estaba viendo en el ultrasonido, dijo que no podría hacer la biopsia. ¿Por qué?
¡Porque ya no había cáncer! Papá vivió otros siete años, amando y aprendiendo todos los días, brindando alegría a su familia durante 82 años de una vida maravillosa.
Asimismo, creo que hay momentos en que la sanidad prometida en una bendición del sacerdocio es una sanidad completa y total, desde la perspectiva del Señor.
Esta bendición sanadora se traduce en que las personas se liberan de todo el sufrimiento que las acompañó en los altibajos de la vida mortal.
Creo en el poder de Jesucristo para limpiarnos, sanarnos, redimirnos y fortalecernos. Me siento muy agradecida con nuestro Padre Celestial por Su plan de felicidad, de progreso continuo, que nos proporcionó un Salvador.
Siempre estaré en deuda con Jesucristo por ser mi coautor y editar la historia de mi vida.
Con todo este poder disponible y con mi firme creencia en todo este poder, ¿significa que recibí todo lo que siempre quise en mi vida?
Difícilmente.
Por ejemplo, siempre sentí que me casaría a los 20 y tendría 10 hijos. Sin embargo, me casé cuando tenía poco más de 50 años y soy más joven que el mayor de los 10 hijos de mi esposo.
El Señor fue y es la fuente del amor, la esperanza, la paz y la alegría que mi esposo y yo sentimos ahora que estamos juntos. Nuestros convenios con Dios, incluido el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio, se vuelven más reales para nosotros cada día.
Entonces, ¿qué me ayudó cuando las cosas no salieron como esperaba o planeaba? En primer lugar, sabía que mis padres me amaban. Esa certeza marcó la diferencia.
Así que, hacer con regularidad todas las cosas espirituales y fortalecedoras que tú y yo sabemos, me ayudó a seguir adelante: orar, ayunar, servir a los demás, cumplir con los llamamientos de la Iglesia, asistir al templo y leer las Escrituras.
Muchas veces, el consejo del Señor al profeta José Smith me ha ayudado a mirar más allá del presente durante momentos de desilusión, dificultad e incluso momentos aterradores:
“Todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien”. (DyC 122:7)
Fuente: LDS Living