Es hora de decirlo.
Desde que tenía ocho años, me he enfrentado la atracción hacia personas del mismo sexo. Esto no quiere decir que nunca me sentí atraído por las mujeres, pero siempre encontré a las personas del sexo masculino más atractivas.
No sé por qué, y créeme, he tratado de buscar las respuestas a esto. Pensé que tal vez era por cómo me criaron o tal vez porque siempre me llevaba mucho mejor con las chicas y con las justas podía hacerme amigos de los niños.
De hecho, puedo contar los amigos hombres que tengo en una mano, cosa que no puedo hacer con la cantidad de amigas que tengo.
Pensé que tal vez nací así. Y la ciencia comenzó a probar que tal vez ese podía ser el caso. Sin embargo, no creo que la ciencia sea 100% certera.
Amo la biología, y eso demuestra que también tomo la religión muy en serio. Las dos, para muchas personas y para mí, van siempre de la mano.
Al crecer, me criaron en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y sí, estoy muy orgulloso de ser miembro. En la Iglesia nos enseñan que los actos homosexuales son un pecado, no solo el mero pensamiento.
A lo largo de mi adolescencia, fui una persona extremadamente cerrada e introvertida. No quería tener una interacción social con hombres, porque de alguna manera sentía que no podía estar cerca de ellos y que no encajaba.
Tampoco quería sentirme atraídos a ellos porque sabía que no era eso lo que quería. La mayoría de mis amigos me dijeron que era quien era y que solo necesitaba aceptar esto para ser feliz.
Una vez, un amigo me dijo que dejara de formar parte de la Iglesia Yo le dije que no podía, porque sabía que era verdadera. Cuando uno sabe que algo es verdadero, tan cierto como la puesta del sol, entonces no se puede negar. Negarlo solo causaría un conflicto interior extremo.
Finalmente decidí servir en una misión, pensando que de alguna manera debía que pagarle a mi Padre Celestial por todas las bendiciones que había recibido. Sabía que no podría pagarle nada, sino que recibiría aún más bendiciones.
Mi misión fue crucial en mi viaje por convertirme en la persona que soy ahora y estoy extremadamente agradecido por la oportunidad que tuve de servir.
Al principio, estaba un poco aprensivo porque no deseaba estar con un hombre las 24 horas del día, me preocupaba no llegar a ser la persona en quien quería convertirme o quién necesitaba ser.
Durante mi misión, hablé con el presidente sobre todo, y me preguntó si quería hablar con una psicóloga.
Inmediatamente dije que sí, y fue así que emprendí mi viaje de ocho meses, hablando con alguien que me ayudaría a moldear mi vida para mejor.
Estoy eternamente agradecido por haber tenido un presidente de misión amoroso y una psicóloga que estaba dispuesto a entenderme y ayudarme a comprender aún más sobre el Evangelio de Jesucristo.
Durante mis sesiones con la psicóloga, hablé de cómo había sido mi semana, cuáles eran mis pensamientos y más. Ella me ayudó a trabajar en todos ellos y a entender toda esa situación.
Lo único que sé, sin lugar a dudas, es que siempre tenemos una opción en todo. En TODO.
Ansiaba ser en lo que Dios deseaba convertirme. Cambié mucho sobre mí mismo para ser lo que Él quería y sigo esforzándome por cambiar aún más.
La mayoría de la gente piensa que es algo tonto o loco, que Dios requiere mucho de nosotros y que si realmente nos ama, entonces no nos requerirá que hagamos todas estas cosas. Bueno, a estas personas les digo: Dios los ama, y por eso requiere ciertas cosas. Él sabe más que nosotros.
Todo lo que tenemos que hacer es ejercer un poco de fe en Él y dar el primer paso. De hecho, somos extremadamente egoístas y nos equivocamos al creer que sabemos más que un Ser Omnisciente y Supremo el cual es Padre de nuestros espíritus.
Durante mis veinticuatro meses de misión, aprendí que el albedrío es extremadamente importante en nuestro viaje aquí en la Tierra. Sin él, no podríamos elegir amar a Dios, lo cual es algo muy importante para Él.
Dios no quiere hacer que lo ames o que vivas con Él, si es que esa no es tu elección. Él solo desea ver quién está dispuesto a hacerlo.
Amo a Dios con todo mi corazón. Lo conozco bien, y todavía estoy tratando de aprender a conocerlo aún mejor. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17: 3).
Las personas me dicen ciego e ignorante porque supuestamente sigo las enseñanzas de la Iglesia sin un estudio o pensamiento apropiado.
Permíteme decir lo siguiente, estudié las Escrituras, oré, ayuné, viví y probé por mí mismo los mandamientos para ver si las promesas contenidas en ellas son verdaderas. Y puedo decir, por mis propias experiencias, que todo es cierto.
Ahora, podrías preguntarte: “¿Cómo puede estar de acuerdo con una Iglesia que no le permite ser quién es”? A eso respondo: “Porque la homosexualidad no es quien soy. No es algo que alguien realmente sea.
Dios nos creó a todos, y no crearía nada contrario a Su plan. Si lo hiciera, no sería un Dios amoroso, porque Él ya nos habría condenado. ¡Y Él aún no lo ha hecho!
Es cierto que las personas se enfrentan a este sentimiento; tienen estas atracciones hacia el mismo género. ¡Yo las tengo! Así que por favor, por favor, no me digas que no entiendo el tema, ¡porque lo entiendo a la perfección!
Estos sentimientos son dados a ciertas personas porque son su prueba. Él quiere ver si podemos y queremos superarla. “… Elegid hoy a quien servir” (Josué 24:15). ¿A quién quieres servir? Esta es Su gran pregunta.
Él nos prometió la vida eterna si lo seguimos. ¿Y qué prometió Lucifer? Una vida de felicidad y una eternidad de miseria y sufrimiento.
Nadie puede disputar las verdades que conozco. Y la gente podría decir mucho en contra de esto, pero eso no cambiará nada. Pasaré mi vida declarando el Evangelio de Jesucristo, hasta el último aliento. Porque sé que la verdadera felicidad se alcanza por medio de la vida en el evangelio de Jesucristo.
Sí, ¡no es fácil! Pero recuerda que nos prometió que, si confiamos en Él, nuestras cargas serían aligeradas. Aun cuando Su camino nos parezca ilógico, esa sigue siendo nuestra mejor opción. Él sabe más que tú y que yo.
Ahora, no quiero que esto moleste a nadie, pero quizá lo haga, porque algunas personas encuentran entretenimiento en la controversia. Puedes creer lo que deseas, así que te pido me des el mismo privilegio.
Yo simplemente afirmo las cosas como las conozco. No tengo dudas. Lo que sé que es verdad, es algo que nadie me quitará. Tampoco quiero que nadie interprete que apoyo o no los derechos de los homosexuales. Para mí, los llamados “derechos homosexuales” no existen.
Todos tenemos derechos; todos tienen los mismos derechos que otros. Puedes elegir vivir tu vida como desees, así que una vez más, dame el mismo privilegio y déjame vivir mi vida como lo deseo.
Amo a todos y cada uno de los hijos de Dios, sin importar cómo elijan vivir sus vidas. Es su vida, no la mía.
Es extremadamente difícil para mí hablar abiertamente sobre este tema porque lucho con la atracción hacia el mismo sexo, y por cómo me siento con la homosexualidad. Y también porque no quiero ofender a nadie.
Tengo amigos y familiares que son abiertamente gay y los amo mucho. Ese es el estilo de vida que eligieron y aun así los amo, aunque no estoy de acuerdo con su elección.
Los trato como mis iguales porque lo son. No soy mejor que ellos o que cualquier otra persona. Tengo mis propios desafíos. Tengo mis propias debilidades.
Sin embargo, sé que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la verdadera Iglesia. Esto no quiere decir que no haya una verdad que se debe obtener en otras cosas, pero es la única Iglesia que enseña la plenitud del Evangelio de Jesucristo.
Es la única Iglesia que posee el poder y la autoridad de Dios para actuar en Su nombre, para realizar las ordenanzas que Él nos pidió realizar para la salvación de Sus hijos.
Sé que somos guiados por un profeta viviente llamado por Dios, el profeta Russell M. Nelson. Vivir el verdadero Evangelio de Jesucristo es la única manera de encontrar la felicidad para la eternidad (esto incluye esta vida y la venidera).
Fuente: maisfe.org