La relación entre padres e hijos es muy importante y en esta ocasión hablaremos sobre nuestro deber como hijos de honrar a nuestros padres. El mejor ejemplo que hemos recibido ha sido el del Salvador.
Empezaremos con el joven rico que vino a Jesús para saber qué debía hacer para heredar la vida eterna. Jesús le dijo:
“Los mandamientos sabes: …Honra a tu padre ya tu madre” (Lucas 18:18, 20; Mateo 19:16, 18; Marcos 10:17, 19).
De acuerdo con los registros de Marcos y Lucas, después de que Jesús le mencionó varios de los Diez Mandamientos a este joven. Luego, concluyó su lista declarando la obligación de una persona para con sus padres, poniendo así un fuerte énfasis en este mandamiento.
No evadimos esta responsabilidad incluso cuando guardamos los otros, como Jesús le recordó a un grupo de fariseos acerca de todos los mandamientos de Dios:
“Esto era menester hacer, sin dejar de hacer lo otro.” (Mateo 23:23; Lucas 11:42).
Para el hombre, la manera en que él podía honrar a su padre y a su madre sería cuidándolos hasta que envejezcan. El hecho de que Jesús estaba en compañía de los discípulos significa que sus palabras al joven también estaban dirigidas a ellos.
El requisito de honrar a los padres no surge sólo cuando nuestro padres están enfermos o discapacitados. También está dirigido para los niños pequeños, se espera que respeten y obedezcan a sus padres. Por lo tanto, las personas de todas las edades deben honrar a sus padres.
Jesús se convirtió en el primer ejemplo de honrar a los padres. Leemos que, después de que Sus padres lo encontraron en el templo de Jerusalén y conversaron con Él por qué se había quedado atrás (Lucas 2: 41–49), “Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos.”
Uno de los resultados importantes de su sumisión, un punto que la Escritura deja muy claro, es que “[creció] en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2: 51–52).
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Parábolas sobre honrar a los padres
Otros ejemplos de jóvenes que honran a sus padres aparecen en as escrituras. Uno surge en una parábola que Jesús compartió dentro de los terrenos del templo de Jerusalén, donde tuvo una gran audiencia.
La parábola del hombre que era dueño de una viña y que la arrendó a unos laboradores, cuando llegó el momento de la liquidación, el propietario envió a un siervo, pero los inquilinos golpearon y los enviaron con las manos vacías. Luego envió a otro siervo, que también fue maltratado físicamente. Pare ese momento, el propietario sabía lo que le pasaría a sus siervos.
Sin embargo, él envió a su “hijo amado”, el heredero de la viña, para hacerle frente a la situación. Los labradores al mataron hijo. (Mateo 21: 33–41; Marcos 12: 1–9; Lucas 20: 9–16).
En este punto, podríamos hacer la pregunta: ¿Por qué el hijo aceptó ir? Él sabía el terrible abuso que habían sufrido los siervos de su padre, no obstante él obedeció.
La respuesta a la pregunta es porque él era obediente. Para decirlo de otra manera, estaba honrando a su padre haciendo lo que le pidió que hiciera.
Claramente, esta parábola enmarca una ilustración atemporal de cómo un niño honra a un padre, así como Jesús honró a Su Padre. El mismo punto puede ser encontrado en la parábola del hijo pródigo.
El hijo mayor en esta historia, por supuesto, honró a sus padres y permaneció en el campo para ayudar a su padre. Por el contrario, el hijo menor pidió su parte de la herencia, pero poco después, el hijo menor “se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.” (Lucas 15).
Incluso después de “volver en sí” y regresar a casa, él supo que todo había cambiado. Por lo tanto, decidió rogar para ser uno de “los jornaleros [de su padre]”. Su padre lo recibió con alegría, un sentimiento que el hijo mayor no compartió.
Pero el malestar del hijo mayor es un pequeño fracaso en comparación con la falta que mostró el hijo menor desde el principio. Esa grave falta acarreó enormes consecuencias., el hijo menor perdió todo lo que era suyo, un precio terrible que pagar por deshonrar a sus padres.
Cómo Pedro honró a su madre
Además de los ejemplos que se encuentran en las parábolas, tenemos un caso real de una pareja que honra a una madre. Se trata de Pedro, su esposa y la madre de su esposa.
En uno de los primeros registros del ministerio de Jesús, leemos que, después de un servicio en la sinagoga en Capernaum, Jesús acompañó a Pedro a su casa cuando llegó la suegra de Pedro enferma y con fiebre.
Jesús sanó a esta mujer e inmediatamente ella le agradeció sirviéndole y a los miembros de su familia (Marcos 1: 29–31; Lucas 4: 38–39). Podemos hacernos la pregunta: ¿Qué estaba haciendo esta mujer en la casa de Pedro y su esposa? La respuesta es que la estaban cuidando.
No sabemos su circunstancia, si era viuda o no. Pero el hecho de que su esposo no se encuentre en el registro indica que ella estaba sola y se había mudado con su hija y su yerno. En este sentido, Pedro y su esposa son para nosotros ejemplo de cómo honrar a nuestros padres en sus necesidades.
Lo que también es importante es el hecho de que esta responsabilidad no disminuyó después del llamado de Pedro como apóstol de Jesús. El mandamiento “Honra a tu padre y a tu madre” se mantuvo vigente.
Cómo Jesús honró a su madre
El ejemplo más grade de cómo cumplir fielmente con esta responsabilidad es Jesús mismo.
Todos conocemos la historia de Jesús dirigiéndose a su madre y a su discípulo mientras estaba colgado en la cruz. En ese momento, mirando a su madre, Jesús dijo: “Mujer, he ahí a tu hijo” El se refería a Su discípulo, no a él mismo. Jesús le dijo al discípulo: “He ahí a tu madre.”
El discípulo comprendió el mandato implícito que Jesús le dio, que cuidara a su madre y él “la recibió en su casa” (Juan 19: 25-27).
Jesús sabía que su madre requeriría atención a medida que los años pasasen y le confió su cuidado a un discípulo fiel. Jesús atendió las necesidades de su madre hasta Su último momento.
Este artículo fue escrito originalmente por S. Kent Brown y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “How Jesus Honored His Family Despite Complicated Relationships”