Últimamente he tenido un caso complicado de falta de inspiración. Pero, ¿sabes qué? Eso no es algo de lo que pueda darme el lujo, ya que de escribir se trata toda mi pasantía.
Entonces, ¿qué es lo que hago cuando se me acaban la pasión y los pensamientos e ideas originales?
Cuento historias.
Por alguna razón, es muy fácil decepcionarnos del mundo que nos rodea. La gente es terrible. La forma en que el mundo funciona es terrible. El tener que trabajar de 9 a 5 o volverse loca en casa con los niños día tras día es algo terrible. Pagar la universidad sin la promesa de un trabajo bien remunerado en el futuro es terrible.
Y la lista continúa.
Por eso hoy hablaré de los momentos en que mi fe en la humanidad (y la vida) fueron restauradas.
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La primera es una historia de la misión
Me encontraba sirviendo en una pequeña ciudad de Muskogee, Oklahoma, y estaba entrenando a una nueva misionera. Una mañana, una de las llantas de nuestro auto se desinfló del todo.
Yo sabía que tenía una de repuesto en la maletera, pero no tenía idea de cómo cambiarla (no te preocupes, desde ese momento aprendí a ser una mujer fuerte e independiente).
Afortunadamente, uno de nuestros vecinos nos encontró afuera y se ofreció ayudarnos. Él nunca había hablado antes con nosotras y no era tan asequible, pero nos quedamos ahí y tuvimos una conversación agradable mientras él cambiaba la llanta.
En ese momento, otro vecino salió, él trabajaba en un establecimiento de reparación de neumáticos y se ofreció arreglar nuestra llanta hasta que pudiéramos llevarla para ser reemplazada (conducir con una llanta de repuesto por toda la ciudad no es una buena idea).
Parece algo muy pequeño al contar esta historia, pero nosotras éramos “mormonas” extrañas en una ciudad con creencias cristianas muy arraigadas, en donde las personas a menudo sentían miedo y odio por nosotras; aún así, ambos vecinos nos ofrecieron su ayuda sin dudarlo por un segundo.
Como una joven en un pueblo “extranjero”, que no estaba segura de qué hacer, eso significó mucho para mí.
La segunda es una historia de amor. O quizá no
Hubo un chico con el que salí después de mi primera ruptura amorosa, él me trató mejor que cualquier otro muchacho. Nos divertíamos mucho juntos, sin embargo algo no se sentía bien.
Él le puso fin a la relación porque se dio cuenta que yo no estaba sintiendo lo mismo que él (principalmente porque no había olvidado a mi ex). Luego, él regresó y me pidió otra oportunidad.
Y una vez más, la pasamos bien, pero mi corazón se sentía vacío, así que terminamos. Él lo tomó bien, pero yo sabía que estaba herido.
Después de unos meses, me enteré que mi ex estaba comprometido, quedé devastada. El chico con el que había terminado pasó por mi casa para dejarme un libro que le había prestado. No habíamos hablado en 2 meses (de hecho, no pensé que volveríamos a hablar), pero él se quedó conmigo el resto del día.
Él nunca me preguntó cuál había sido el problema, sólo me dio un fuerte abrazo y de una u otra manera encontró formas de hacerme reír.
Aunque él no lo supo, no podía creer que el chico cuyo corazón había roto estaba sentado junto a mí durante mi sufrimiento. No hubo una intención oculta, no hemos hablado desde ese entonces, él sólo fue un amigo que se preocupó lo suficiente como para hacer una pausa en su vida y ayudarme.
La tercera es mi historia favorita
Wendy es mi hermana mayor, tiene Síndrome de Down y cada año participa en un show de talentos con habilidades diferentes.
Casi todos los años es lo mismo. Está la joven que siempre muestra su álbum de recortes a todos, el chico que hace playback, la joven que cuenta chistes, entre otros.
Este año, hubo una cara nueva en el escenario.
Él era muy alto, tenía una tez oscura y un rostro gentil. Era un poco tímido pero aún así empezó a cantar con sentimiento (pero bastante desafinado) una canción de Jason Mraz.
Enseguida un grupo de jovencitas de secundaria que se encontraba ayudando con el show, corrió hacia los pies del escenario, alentando y levantando sus manos como fans en un concierto.
La sonrisa en el rostro del muchacho fue inolvidable. Él se inclinó hacia adelante para tocar sus manos como un cantante de moda y procedió a cantar aún más alto. El público enloqueció y empezó aplaudir al ritmo.
Nunca había estado tan orgullosa de formar parte de algo así.
En verdad, son esta clase de momentos los que me hacen seguir adelante. Te invito a hacer tu propia lista y conservar en un diario esos momentos de tu vida, para que te hagan tener fe una vez más en la humanidad.
Esos momentos están ahí. Te lo aseguro.
Este artículo fue escrito originalmente por Becca Baird y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “Faith in Humanity = Restored”