La historia que publicó The Washington Post el pasado lunes sobre las finanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha recibido mucha atención, pero creemos que merece aún más.
No porque el tema de las propiedades de la iglesia sea de alguna manera nuevo, no lo es (la revista Time publicó una vez un artículo de portada titulado “MORMONS, INC”), sino porque el nuevo enfoque hacia las extensas propiedades de la religión que profesa el Libro de Mormón demuestra una vez más que la Iglesia de Jesucristo en realidad practica lo que predica con respecto a la vida providente y la autosuficiencia.
La Iglesia de Jesucristo ha tomado con seriedad el relato bíblico de José de Egipto sobre los siete años de abundancia seguidos de siete años de hambruna.
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En una época de crisis económica global, deudas estudiantiles masivas y promesas de pensiones fallidas, quizá deberíamos ser un poco más lentos en juzgar cuando una organización, una vez al borde de la ruina financiera, en realidad se mantiene libre de deudas y ahorra para los días de necesidad.
Esto es mucho más significativo en el caso de una Iglesia, un lugar en común al que las personas acuden en busca de ayuda en tiempos de dificultades económicas.
En cada nación, y especialmente como individuos, haríamos bien en esforzarnos más por emular este comportamiento.
A principios de este año, The Wall Street Journal clasificó a la Universidad Brigham Young, propiedad de la Iglesia de Jesucristo, como la universidad número uno en Estados Unidos en términos de valor con relación a su precio.
Gracias a los activos de la Iglesia, y específicamente a las inversiones financieras destacadas en el artículo de The Washington Post, la matrícula para los estudiantes de BYU sigue siendo sorprendentemente baja ($ 2,895 por semestre para los miembros de la Iglesia).
Incluso hace poco, The Wall Street Journal ha elogiado al estado de Utah por tener la mejor economía del país (con un gobierno estatal que pose un superávit y que también ahorra para una época de vacas flacas).
Telemundo hace poco elogió el crecimiento económico del estado de Utah, donde prevalece una gran población Santo de los Últimos Días y donde la iglesia de Jesucristo tiene una gran influencia en el día a día.
Asimismo, investigadores como Raj Chetty han destacado la manera en que las comunidades de Utah mantienen algunas de las tasas más altas de movilidad ascendente en Estados Unidos.
Gran parte de este éxito está influenciado por los principios financieros y caritativos enseñados, y evidentemente ejemplificados, por parte de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Esperamos que al resaltar las propiedades de la Iglesia, el artículo del Post y la crítica del autor dirijan la atención hacia un modelo organizacional que verdaderamente funciona.
La situación financiera de la Iglesia, que una vez estuvo en números rojos hace solo un siglo atrás, ahora, según algunas estimaciones, está a la par con entidades como La Fundación Bill y Melinda Gates, La Universidad de Harvard, la Iglesia Católica o la Iglesia de Inglaterra.
El artículo del Post sitúa los activos financieros de la Iglesia en $ 100 mil millones, sin embargo información filtrada el año pasado sobre dichas finanzas acercan las cifras a $ 32 mil millones.
Por supuesto, es válido cuestionar si las reservas son necesarias o excesivas, o si las acciones específicas que cuentan con fondos son las adecuadas, como lo hace el artículo del Post y el autor del mismo.
Los grandes activos que requieren control e inversión de reserva de organizaciones sin fines de lucro pueden parecer algo controversial.
En los últimos años, por ejemplo, el Congreso de Estados Unidos ha aprobado un impuesto dirigido a grandes reservas universitarias en instituciones con al menos 500 estudiantes matriculados y fondos de un total de más de $ 500,000 por estudiante.
Por ejemplo, la Universidad de Harvard tiene un fondo financiero cercano a los $ 41 mil millones, que cubre las necesidades de educación superior de unos 20,000 estudiantes.
La Iglesia, por el contrario, asiste a 16 millones de miembros y el alcance de su trabajo con frecuencia se extiende más allá de su propia membresía.
La Iglesia apoya los esfuerzos humanitarios y de bienestar internacional, servicios educativos extensos, bancos de alimentos, programas de empleo y recuperación de adicciones, servicios de terapia y asesoramiento familiar, iniciativas de historia familiar y de autosuficiencia y, por supuesto, sus amplias funciones eclesiásticas, que incluyen más de 30,000 congregaciones en todo el mundo.
Solo en educación, la Iglesia de Jesucristo administra una institución universitaria con un total de matriculas, tanto en línea como por medio de cuatro campus físicos, de casi 90,000 estudiantes.
Asimismo, el programa de educación de la Iglesia a nivel de escuelas secundarias brinda instrucción religiosa diaria y otros servicios a más de 400,000 estudiantes cada año.
Aunque este enfoque renovado en las finanzas de la Iglesia de Jesucristo sin duda llamará la atención sobre los elementos más dinámicos de su cartera de activos, es poco probable que cambie las actitudes de los miembros que ven cómo el dinero de las inversiones y los diezmos se canalizan para llevar a cabo una misión a nivel global.
Muchos asisten a BYU o clases de seminario de la Iglesia, sirven misiones en tierras extranjeras o reciben ayuda financiera por medio de líderes no remunerados cuando atraviesan tiempos de dificultad, participan en los esfuerzos de auxilio en casos de desastre y ayudan a multitudes de correligionarios a entregar alimentos y otros elementos de primera necesidad.
Después de publicar un análisis exhaustivo de 1,000 páginas sobre las finanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el destacado historiador de la Iglesia de antaño, D. Michael Quinn, caracterizó la amplia historia y narrativa de las finanzas de la Iglesia como “una historia que promueve enormemente la fe”.
Expresó que si las personas entendieran “el panorama general” de las finanzas de la Iglesia, “verían que la Iglesia no es parte de un negocio lucrativo”.
Sí, la Iglesia ahorra e invierte con juicio sus excedentes, pero también ayuda a reducir enormemente la deuda de los estudiantes universitarios, ayuda a los pobres sin importar su procedencia y apoya uno de los programas de bienestar no gubernamentales más grandes de los Estados Unidos ademas de los diferentes programas de ayuda social en todo Latinoamérica y España.
Lo más importante es que hace todo esto sin enriquecer a los que están en la más alta jerarquía.
Antes de que enfrentemos la próxima recesión, nuestros gobiernos y otras instituciones de la sociedad civil harían bien en seguir el ejemplo de la Iglesia.
Aunque algunos tildarán de “gran” noticia a esta ronda más reciente de titulares sobre las finanzas de la Iglesia, el actuar con sabiduría sigue siendo tan necesario como en los tiempos del antiguo Egipto como en la actualidad.
Fuente: Deseret News