“Somos hijos imperfectos de un perfecto Padre Celestial, somos pecadores, pero tenemos algo que nos da la oportunidad de perseverar y de ser cada vez mejores.”
Recientemente, visité a un amigo que no había entrado en una capilla de la Iglesia en años. Este hombre, verdaderamente bueno, cree que incluso la asistencia esporádica a la Iglesia debe basarse en algún nivel básico de obediencia a los mandamientos como requisito.
También te puede interesar: “La Perseverancia: Un padre que no se da por vencido”
“Simplemente no estoy cumpliendo los mandamientos suficientes [para asistir]. No me siento digno de asistir [a la capilla] los domingos.”
Me quedé boquiabierto, podrías haber metido las dos tablas de los 10 mandamientos del profeta Moisés en mi boca.
“¿Eres un pecador?” Le pregunté.
“Obviamente”, bromeó.
“¡Genial!” Canté la palabra con un toque de estilo dramático. “¡Yo también! ¿Adivina qué? La Iglesia es para los pecadores.”
¿Acaso no es eso milagroso?
Podemos reflexionar en esto
Cristo, el Hijo de Dios, sin ningún pecado, invita a las personas imperfectas a participar en Su perfecto Evangelio. Luego, en un impresionante acto de gracia, el Señor nos promete estar con nosotros cuando lo hagamos.
“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18:20).
¿A qué miembros de la Iglesia admiras? ¿Tu obispo? Él es un pecador. ¿El Presidente de Estaca? Él también lo es.
¿Qué hay del Presidente Russell M. Nelson?
Sabemos que se le ha dado una vida de servicio dedicado al Señor y que está viviendo el tipo de vida consagrada que veneramos y al que todos aspiramos.
No obstante, nuestro Profeta y aquellos con quienes sirve son pecadores como nosotros, que van a las capillas de todo el mundo todos los domingos como hijos imperfectos de un perfecto Padre Celestial.
¿Son pecadores arrepentidos que luchan por ser mejores? ¡Por supuesto! Pero aún así son pecadores.
En Romanos, Pablo lo expresó sin rodeos:
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Probablemente todos hemos escuchado que la Iglesia es referida como un hospital para los enfermos espirituales. Siempre he apreciado la metáfora, pero hay mucho más que eso.
La Iglesia no es sólo un hospital en general. Es una sala de emergencias, un centro de rehabilitación, un centro para el cáncer y una clínica especializada para cada enfermedad espiritual imaginable.
Jesucristo no es sólo un sanador. Él es el único Maestro Sanador. Él conoce cada diagnóstico y cada prescripción posible.
¿Tienes un problema con las drogas? Ven a la Iglesia
¿Tienes desafíos con la pornografía? Ven a la Iglesia
¿Estás luchando con pensamientos inapropiados? Ven a la Iglesia
¿A veces te equivocas y tomas el nombre del Señor en vano? Trae ese hábito el domingo y pide ayuda para poder dejarlo atrás.
¿Tienes desafíos con decir la verdad? Reúnete con tus compañeros pecadores y sumérgete en la verdad más grande jamás contada.
Finalmente, para aquellos de nosotros que ya estamos sentados en las bancas cada semana, recordemos que nuestro trabajo no es criticar y preguntarnos por qué Brenda invitó al chismoso del vecindario o por qué Ivan invitó a su amigo que huele a whisky.
Nuestra única responsabilidad es amar a todos y cada uno de los que reúnen el valor suficiente de pasar por las puertas de la Iglesia.
Si nos damos cuenta que eso nos cuesta, si nos preguntamos por qué estamos rodeados de tantos pecadores, quizá debemos recordar que no importa qué tan bien creamos que lo estamos haciendo, cada mañana cuando nos miramos en el espejo, también encontramos un pecador en el reflejo.
Entonces, ¿eres un pecador?
¡Genial! ¡Yo también! Ven y únete a nosotros el domingo. Te guardaremos un asiento.
Este artículo fue escrito originalmente por Jason F. Wright y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “Church Is for Sinners So Let’s Embrace Each Other Where We Are”