Al igual que tú, también oro. Hay cosas por las que he orado durante años. Conozco familias que han orado fervientemente para sobrellevar sus problemas de salud y quienes han orado para encontrar alivio cuando sus hijos han abandonado la fe.
Conozco mujeres que nunca se han casado, pero siguen orando por un compañero eterno; otros oran por tener hijos; otros por un trabajo; otros por paz en medio de guerras; por la unión de su familia; para dejar una adicción; otros oran por comida, ropa, hogar, por un milagro.
Luego, en la mayoría de los casos, esperamos. Esta es una oportunidad para obtener paciencia, fe y acercarnos a nuestro Padre Celestial para ampliar nuestra perspectiva eterna.
Cuando lo que queremos es también lo que Dios quiere, necesitamos confiar en Él y en Su tiempo; Él siempre tiene la mejor idea. Puede coincidir con la nuestra, como también puede que no. En cualquiera de los casos, solo tenemos que dar un paso atrás y dejar que Dios haga lo que sabe.
Ahora, cuando oramos para que una persona cambie, nos estamos pasando de la raya. No nos corresponde a nosotros juzgar a los demás y decidir lo que deben hacer y cómo hacerlo; en lugar de eso, podemos pedírselo a Dios y luego salir de en medio.
Imagina, si oras para que alguien recuerde su testimonio y regrese a la Iglesia, ¡felicidades! Dios también quiere eso, pero Él no quiere que estanquemos el proceso de estas personas con nuestras propias decisiones. Nuestra vista limitada e “intentos de ayudar” pueden ser contraproducentes.
Incluso podemos incomodar o “asustar” a aquella persona con un momento “espiritual” impertinente, lo que hará que no se sienta bienvenida.
Una vez que hemos hecho todo lo que razonablemente pudimos, realmente debemos dejar el resto en las manos del Señor. Así, nuestro trabajo es simplemente amar a esa persona, aceptarla, alegrarnos por sus virtudes, ayunar y llevar su nombre al templo.
Así desarrollaremos una fe resiliente y demostraremos, mediante nuestro ejemplo, cómo el evangelio bendice nuestras vidas. Por ello, dejemos de molestar a las personas exigiendo un resultado más rápido.
También se nos ha dicho que oremos por nuestros enemigos, pero ¿cuántos realmente lo hacemos? Si oras para que alguien deje de ser tu enemigo, tal vez necesitas ser su amigo; demuéstrale amor.
Si te sientes impotente ante una oración desesperada y no recibes, aparentemente, una respuesta, pide una bendición del sacerdocio. Esto podrá ayudarte a replantear tu punto de vista.
Pedirle a Dios en oración que te libere de una adicción es bueno, pero hacer eso y nada más es un problema. Existen grupos de apoyo y terapeutas para acabar con este asunto extremadamente difícil de dejar.
Junto a todo esto, el servicio también es lo más recomendado. Al olvidarnos de nuestros propios problemas durante algunas horas por ayudar a otras, abrimos los cielos para recibir revelación personal.
Todos queremos respuestas instantáneas a nuestras oraciones, pero ello no fortalecerá nuestros músculos espirituales. Necesitamos tener fe en que Dios nos escucha. Él conoce nuestras luchas y sabes cuál es la mejor manera de ayudarnos.
Dejémoslo obrar en Su infinita sabiduría.
Fuente: Meridian Magazine