Es de vital importancia recordar que Dios no nos ha enviado a la tierra a fracasar. Entonces, ¿cómo combatimos la inseguridad cuando esta se apodera de nosotros?
En una noche solitaria, me acurruqué en mi cama y pensé en todas las formas en que me sentía demasiado dañada como para ser amada.
Quizás tú también has sentido lo mismo en algún momento.
Tenía una lista en mi mente de todas las cosas por las que había pasado y cómo me habían impactado negativamente. Pensé en lo mucho que quería encontrar mi ayuda idónea y cuán desfavorecida me sentía.
Le dije a Dios mi lista, tratando de demostrar mi punto.
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-Estoy muy deprimida.
-Siento que estoy atrofiada emocionalmente.
-Me siento muy asustada.
-Me siento muy ansiosa.
-Soy demasiado tímida.
La lista seguía y seguía. Al final, tapé mi cara con la almohada y dejé salir mis frustraciones. A mi mente vino un pensamiento.
“Dios, al menos podrías haberme hecho hermosa”.
Esa noche, quedé convencida de que Dios me había dejado en completa desventaja en comparación a las demás. Pensé que no se me había dado nada.
Dios me demostró que estaba equivocada.
Momentos después de expresar mentalmente lo que sentía, Él me dijo lo que me había dado, una parte de mi naturaleza divina, y me preguntó si la cambiaría.
La respuesta obvia fue un rotundo no.
Creo que muchas personas han estado en una situación similar.
Puede que no esté relacionado con encontrar y recibir amor, pero muchos otros pueden experimentar sentimientos de vergüenza. Pueden sentirse dañados, sentirse demasiado quebrados como para obtener las bendiciones de los cielos. Podemos sentir que hay algo inherentemente mal en nosotros.
Es de vital importancia recordar que Dios no nos ha enviado a la tierra a fracasar. Dentro de cada uno de nosotros hay hermosos dones del espíritu. Podemos aprender estos atributos divinos.
El presidente Joseph F. Smith dijo:
“[Podemos] percibir una chispa de los recuerdos del alma inmortal, la cual ilumina todo nuestro ser como con la gloria de nuestra antigua morada”.
Somos humanos, pero también somos seres con naturaleza divina. A medida que tratamos de vislumbrar quiénes somos y en quiénes podemos convertirnos, podremos combatir la inseguridad, adquirir confianza y conectarnos más con nuestro Padre Celestial.
¿Cómo podemos hacer esto?
Primero, lee tu bendición patriarcal. Pregúntate: ¿Estoy viviendo como si creyera en estas promesas? ¿Estoy haciendo lo posible para alcanzarlas?
Segundo, ora para reconocer tus maravillosas cualidades y atributos divinos y cómo poder desarrollarlas mejor. También puedes ayunar y estudiar las escrituras.
Finalmente, haz una lista de las cosas por las que estás agradecido. Esto puede estar en tu diario personal, en un cuaderno a parte o en tus oraciones al finalizar tu día.
Al reconocer la mano de Dios en nuestras vidas, llegaremos a comprender que Él realmente desea que tengamos éxito y que nos ha proporcionado mucho más de lo que nosotros podemos comprender.
Fuente: ldsdaily