Con el nuevo estudio de “Ven, sígueme” de este año, el Antiguo Testamento, es importante recordar que el Jesucristo preterrenal fue el Dios de los antiguos israelitas.
En mis estudios en la Universidad Hebrea de Jerusalén y como ex maestro de seminario e instituto, he encontrado una mayor comprensión del Antiguo Testamento al estudiar el hebreo original y las diferentes traducciones al inglés del texto bíblico.
Una forma de descubrir nuevos conocimientos sobre el carácter y la misión de Jesucristo es estudiar Sus diversos nombres y títulos en las Escrituras, muchos de los cuales provienen de personas que han experimentado Su influencia en sus vidas.
Aquí te compartimos tres títulos de Cristo, algunos de los cuales quizás nunca hayas escuchado antes, del Antiguo Testamento que me recuerdan que Él es real, accesible e infinitamente compasivo.
1. “El Dios que me ve”
“Entonces Agar llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres el Dios que me ve, porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve?”. – Génesis 16:13
En Génesis, llegamos a conocer a Agar, la sierva egipcia que fue dada a su esposo Abraham por Sara a causa de su esterilidad.
Agar iba a brindarle descendencia a Abraham y Sara, pero cuando ella concibió, esto provocó tensión entre las dos mujeres, y Agar huyó al desierto.
Agar se encontraba entre las personas más invisibles de la sociedad: era una sirvienta, extranjera, mujer y fugitiva. Encontrar ayuda mientras deambulaba por ese páramo desolado, sintiéndose sola, incomprendida, maltratada y asustada era algo poco probable.
Justo en este momento, el Dios de Abraham se manifestó a ella y le explicó que había escuchado su llanto. La esclava asombrada —¡ya no era invisible!— le dio el nombre de “el Dios que me ve”.
Dios le prometió a Agar que si volvía con Abraham y Sara, sería bendecida con una posteridad innumerable. El Dios que la ve le estaba dando a Agar una visión para el futuro. Ahora ella podía ver que Él estaba allí y tenía un plan para su vida, lo cual le dio esperanza y valor. Ella confió y obedeció Su palabra, y el Señor cumplió Su promesa.
Jesucristo es un Dios que nos ve y comprende a cada uno de nosotros. Cuando no te sientes visto, Él te ve. Cuando te sientes herido, Él te ve. Cuando crees que no vale la pena que seas visto, Él te ve. Cuando no te gusta de dónde vienes y no sabes a dónde vas, Él te ve.
Y porque Él ve, Él puede guiarte y levantarte, abriendo tus ojos a tus promesas y bendiciones. “El Dios que ve” te ve a ti.
2. “Sombra”
“Porque fuiste fortaleza para el pobre, fortaleza para el menesteroso en su aflicción, amparo contra la tempestad, sombra contra el calor, porque el ímpetu de los despiadados es como tormenta contra el muro”. -Isaías 25:4 (RV)
Los antiguos israelitas estaban familiarizados con las temperaturas abrasadoras del desierto y encontraban cierto grado de alivio a la sombra de los árboles, las tiendas de campaña o incluso las nubes.
Isaías pudo haber tenido este tipo de alivio en mente cuando llamó al Señor su “sombra contra el calor”.
El “calor” puede ser un símbolo para las ardientes demandas de la justicia que ni tú y yo estamos preparados para soportar. También podría simbolizar cualquier cosa que nos golpea: pruebas, tentaciones, persecución, soledad, expectativas, depresión, ansiedad.
Como una sombrilla, el sacrificio del Salvador por nosotros lo coloca entre nosotros y cada desafío que enfrentamos.
En consecuencia, Él tiene el poder de absorber la peor parte de la intensidad de cada prueba y eclipsar temporalmente su origen, ya sea que la prueba sea el resultado de nuestras propias malas decisiones, las acciones de otros, la salud, la economía, la muerte, el miedo, etc.
Él es la sombra espiritual muy necesaria que proporciona alivio sobre todos nosotros.
Si bien Cristo, como la sombra, no suele eliminar los rayos abrasadores de nuestra vida, los alivia y nos rejuvenece para que podamos seguir adelante.
Similar a una sombra, un salmista consideró al Señor como “tu sombra a tu mano derecha” (Salmo 121: 5), que también puede traducirse como “protección” o “defensa”.
En las guerras antiguas, la mano derecha empuñaba el arma mientras que la mano izquierda sostenía el escudo, dejando el lado derecho expuesto a los golpes del enemigo.
Esto enfatiza la influencia significativa que tiene el Salvador como nuestro protector. Somos guerreros que luchan desesperadamente por la causa de la verdad, empuñando pesadas espadas y escudos.
3. “Clavo”
“Y lo clavaré como un clavo en un lugar seguro, y será un trono de honra para la casa de su padre”. -Isaías 22:23
Se profetizó que el futuro Salvador sería un “clavo en un lugar seguro”.
Esto se debe a que las viviendas del antiguo oriente eran sencillas. En lugar de armarios y estantes, las personas usaban clavos para mantener colgados los utensilios de cocina, los suministros y la ropa fuera del piso de tierra y lejos de insectos y roedores.
Estos clavos tenían que ser resistentes, seguros y fiables.
Si la casa era de piedra en lugar de madera, sujetar tales clavos era un desafío. Algunos han afirmado que las varillas de metal del clavo se moldearon en el mortero blando durante el proceso de construcción de la casa, actuando como refuerzo para la estructura de la casa y sobresaliendo de la pared para servir como ganchos o clavos permanentes.
Era el lugar perfecto donde podían colgarse las cosas de manera segura.
De la misma manera, estos clavos reforzados, simbolizan a Jesucristo, la fuente inamovible sobre la cual “penderán… toda la honra de la casa de su padre, la descendencia y la posteridad” (Isa. 22: 24).
En otras palabras, a Él se le ha encomendado sostener toda la gloria y las bendiciones del Padre, así como la de Sus hijos. ¿Como lo hace? Tomando de cada uno de nosotros la deuda que tenemos y luego pagándola “clavándola en Su cruz”.
Él es el clavo en un lugar seguro, es en quién podemos confiar y apoyarnos, quien nunca fallará.
Fuente: Ldsliving