Muchos nos hemos preguntado alguna vez cómo habría sido la relación de Jesucristo con el templo. Sabemos que fue bautizado “para cumplir toda justicia”, aunque no tenía pecado. Entonces, ¿recibió también las demás ordenanzas del templo tal como las conocemos hoy?
Jesús y el templo de Su tiempo

Para entenderlo, necesitamos mirar el contexto en el que vivió. En los días de Jesús, el templo de Jerusalén era el centro de la vida espiritual de Israel. Allí se ofrecían sacrificios, se oraba y se adoraba a Dios según la ley de Moisés.
Jesús fue un judío fiel. Las Escrituras mencionan varios momentos en los que participó de las prácticas del templo:
- Cuando era bebé, Sus padres lo presentaron en el templo, cumpliendo el mandamiento dado para los primogénitos (Lucas 2:22–24).
- Pagó el impuesto del templo y enseñó a Sus discípulos a hacerlo, aunque también explicó Su relación única con la casa de Su Padre (Mateo 17:24–27).
- Enseñó en los patios del templo y defendió su santidad cuando lo purificó de los mercaderes (Mateo 21:12–13).
Sin embargo, las ceremonias y funciones del templo de entonces estaban bajo la autoridad del Sacerdocio Aarónico, un sacerdocio preparatorio limitado a los descendientes de Leví. Jesús, siendo del linaje de Judá, no participaba como sacerdote oficiador, sino como adorador fiel.
No hay registros en la Biblia que indiquen que Jesús recibiera otras ordenanzas más allá de las establecidas por la ley de Moisés.
Las ordenanzas del templo restauradas

En los templos actuales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, se realizan ordenanzas que preparan a los hijos de Dios para la exaltación y la vida eterna con sus familias. Incluyen el bautismo, las investiduras, las ordenanzas de sellamiento y otras bendiciones del sacerdocio.
Estas no son nuevas; son parte de la obra eterna del Señor, revelada a profetas desde Adán, Noé y Abraham, y restaurada en los últimos días por medio de José Smith.
El profeta enseñó que Jesucristo recibió la plenitud del sacerdocio y que Su misión cumplió cada ley y cada ordenanza de Dios. Algunos creen que ese momento pudo estar relacionado con el Monte de la Transfiguración, donde Jesús fue glorificado ante Pedro, Santiago y Juan.
Lo que sabemos y lo que no

Aunque José Smith habló sobre la plenitud del sacerdocio de Cristo, no existe ningún registro o revelación oficial que confirme que Jesús haya recibido las ordenanzas del templo exactamente como las conocemos hoy.
Los profetas modernos no han revelado detalles sobre ese aspecto. Por eso, cualquier respuesta más allá de lo que ya se ha enseñado entraría en el terreno de la suposición.
Lo que sí sabemos es que todas las ordenanzas del templo apuntan a Cristo. Él es el centro, el ejemplo y el propósito de cada convenio.
Jesús no solo enseñó el camino, Él es el camino. Cada promesa del templo nos acerca a Su poder y a Su amor redentor.
El templo en la misión de Cristo

Algunos se preguntan por qué, si Jesús restauró tantas verdades, no estableció templos ni reveló las ordenanzas en su plenitud durante Su ministerio. La respuesta tiene que ver con el tiempo y el propósito de Su obra.
Su ministerio en la tierra fue corto (apenas tres años) y estuvo lleno de oposición política y religiosa. En ese contexto, habría sido imposible introducir nuevas prácticas tan sagradas como las ordenanzas del templo.
Su misión principal era enseñar el Evangelio, ofrecer Su sacrificio expiatorio y preparar el camino para la Restauración futura.
Solo cuando llegara “la plenitud de los tiempos”, como Él mismo profetizó, sería restaurado todo lo necesario para la salvación de Sus hijos, incluyendo el poder y las ordenanzas del templo.
Cristo y las ordenanzas eternas

Aunque los detalles permanezcan velados, podemos confiar en que toda ordenanza sagrada nos enseña de Él. Su vida es el modelo perfecto de obediencia y consagración.
Jesús cumplió todas las leyes de Su Padre y nos mostró el camino hacia la vida eterna. En cada convenio que hacemos en el templo, recordamos Su ejemplo, Su amor y Su promesa de que, si lo seguimos, también podremos recibir la plenitud de las bendiciones del Padre.
“Porque no entró Cristo en el santuario hecho por manos, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”. – Hebreos 9:24
Fuente: Ask Gramps



