El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha compartido con frecuencia las reflexiones que obtiene de su estudio de las escrituras.
Una de sus muchas observaciones, la cual aborda el papel de José como padre del Salvador Jesucristo, se encuentra en su libro “Our Day Star Rising” y nos enseña muchos sobre este personaje.
El apóstol compartió que como padre, sobre todo en esta época del año, sus pensamientos se volvieron a José, aquel hombre del que no sabemos mucho, pero fue digno de ser el hombre que sería el padre y guía del Hijo viviente de Dios.
“José fue elegido de entre todos los hombres para ser quien le enseñara a Jesús a trabajar. Fue José quien le enseñó sobre los libros de la ley. Fue José quien, en la privacidad de su taller, lo ayudó a comenzar a comprender quién era y, finalmente, en quién se convertiría”.
El élder Holland comprendió, al meditar en sus días como un joven padre, todas las peripecias que atravesó José para proveer por su esposa e hijo. No fue fácil, pero perseveró.
“Comparo esos sentimientos… con lo que José debe haber sentido mientras caminaba por las calles de una ciudad que no era la suya, sin un amigo o pariente a la vista, ni nadie dispuesto a extenderle una mano amiga.
En estas últimas y más dolorosas horas de su “confinamiento”, María cabalgó y caminó casi 260 kilómetros desde Nazaret en Galilea hasta Belén en Judea. De seguro José debió haber llorado ante el silencioso acto de valentía de María.
Ahora, solos e inadvertidos, tuvieron que pasar de la compañía de seres humanos a un establo, un espacio lleno de animales, para traer al mundo al Hijo de Dios”.
Al pensar en aquellos momentos, el élder Holland registró lo siguiente:
“Me pregunto qué sentimientos pudo haber tenido José mientras limpiaba el estiércol y los escombros [del lugar]. Me pregunto si sintió el ardor de las lágrimas mientras trataba apresuradamente de encontrar la pila de paja más limpia y contener a los animales.
Me pregunto si él se preguntó: “¿Podría haber una circunstancia más insalubre, más plagada de enfermedades, más repugnante en la que pudiera nacer un niño? ¿Es este un lugar digno de un rey? ¿Se le debe pedir a la madre del Hijo de Dios que entre en el “valle de sobra de muerte” en un lugar tan inmundo y desconocido como este? ¿Está mal desearle algo de consuelo? ¿Es correcto que Él nazca aquí?”
El élder Holland expresó que a pesar de las adversidades y las circunstancias, José y María no murmuraron ni se quejaron, siguieron adelante aprovechando cada recurso que tenían porque sabían que se iba a llevar a cabo el acontecimiento que cambiaría el mundo.
Al pensar en los momentos después del nacimiento del Salvador, el élder Holland observó lo que que representa estos tres personajes.
“Una hermosa joven madre virgen llamada María (probablemente en sus… años de adolescencia, si es que las tradiciones de aquella época se aplicaban), cuyo valor y fe conspicua son tan sorprendentes como cualquier otra historia registrada en las Escrituras.
Su esposo llamado José, mayor que su joven esposa pero quien por definición debe haber sido el hombre más digno sobre la tierra para criar a un bebé que no era su hijo en la carne pero que, con el tiempo, se convertiría en el padre espiritual de José.
El último y más hermoso de todos, el Niño que se llamaría Jesús, acostado en pañales sobre el heno más limpio que un padre preocupado escogió”.
Todo esto sucedió para que Jesús pudiera llevar a cabo la redención total de la humanidad. Al cargar con todos los pecados y dolores, Él traería el inconmensurable regalo de la salvación a todo el género humano, desde Adán hasta el fin del mundo.
“Él sería el Pastor y Obispo de nuestras almas, el Gran Sumo Sacerdote de lo que profesamos, la Fuente de toda justicia que fluye libremente (1 Pedro 2:25; Hebreos 3:1; Éter 8 :26). Todos estos deberes y demandas de la mortalidad todavía no se habían cumplido, no en esa noche… En aquel momento Él era sólo un bebé en los brazos de una madre que lo adoraba, protegido por un padre que era amoroso y fuerte”.
Fuente: LdsLiving