Seamos sinceros: cuando comparamos la justicia con la misericordia, la primera no es del todo bien vista.
Probablemente digamos que nos agrada. Sin embargo, ¿qué pasaría si las evidencias nos demostraran que amamos mucho más a la misericordia? Cuando compartimos nuestro testimonio, podríamos ser elocuentes respecto a la benevolencia de Dios. Al estudiar las escrituras, quizá resaltamos los versículos centrados en la compasión. No obstante, en el momento que leemos sobre el fuego del infierno y la condenación, lo hacemos rápidamente o nos incomodamos y comenzamos a hacernos preguntas.
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Y, aquí viene la pregunta: ¿Realmente sabemos qué es la justicia?
La guía de las escrituras SUD define a la justicia como:
“Bendiciones que se reciben como consecuencia infalible de los pensamientos y de los hechos rectos, y el castigo que también se recibe como consecuencia invariable de los pecados de los que no se hayan arrepentido.”
Atención. Existen dos partes importantes sobre la justicia:
- Bendiciones como consecuencia de hechos rectos.
- Castigo por los pecados.
Veamos con más detalle cada uno de estos componentes.
Bendiciones como consecuencia de hechos rectos
Sorprendentemente, cuando hablamos sobre la justicia a veces olvidamos esta parte.
Por ejemplo, ¿Sabías que esta escritura se trata sobre la justicia?
“Hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan – y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa.”
Doctrina y Convenios 130:20-21
Entonces, cuando guardas la ley del diezmo y recibes ese comprobante por correo o desarrollas mejores técnicas para conservar tus finanzas o tu familia se une más, eso es justicia.
Cuando vives la Palabra de Sabiduría, tu cuerpo, espíritu y mente están sanos, eso es justicia.
Si sigues esa ley, obtendrás bendiciones.
A veces, las bendiciones tardan incluso hasta la siguiente vida. Por ejemplo: podrías vivir la Palabra de Sabiduría y aun así, padecer de cáncer terminal y estar recostado en la cama de un hospital. Pero, también sabes que en la siguiente vida, realmente “correrás y no te cansarás; caminarás y no te fatigarás” (Isaías 40:31) La justicia te será servida.
Sin embargo, existe una diferencia entre el sentido de justicia y derecho. El derecho implica ingratitud. Aquellos que verdaderamente entienden la justicia, reconocen las bendiciones provenientes de Dios. Cuando las reciben, se percibe un sentimiento de aprecio debido a Su devoción y constancia.
Después de todo, no podemos recibir ninguna bendición salvo que la justicia se acompañe de la misericordia. El equilibrio perfecto de la justicia y misericordia solo es posible por medio de la Expiación de Jesucristo. Sin embargo, no todos tenemos el balance perfecto; “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23) Acaso, “¿No somos todos mendigos?” ¿No dependemos de Dios por todo lo que tenemos? De alguna manera, no merecemos ninguna de las bendiciones que tenemos, pero debido a la Expiación de Jesucristo, la ley de la justicia y misericordia pueden ejercer su completo poder en nuestras vidas.
Castigo por los pecados
Hablemos de la venganza por un momento.
La guía de las escrituras SUD define la venganza como “represalia por una ofensa o un daño.”
En un contexto secular, la venganza tiene usualmente una connotación negativa. Regularmente la asociamos con un intento malintencionado de tomar justicia por nuestras propias manos como una manera de sentirnos mejor después de una ofensa personal.
Aunque Dios nos dijo: “Mía es la venganza” (Romanos 12:19) ¿Puede un Dios perfecto y amoroso ser realmente vengativo?
La respuesta es Sí.
En términos de las escrituras, la venganza solo es otro nombre para este segundo componente de la justicia: castigo por los pecados. Aquí no existen acciones equivocadas, solo hay entendimiento, justicia e igualdad por completo. Solo Dios es capaz de entender completa e íntimamente nuestras motivaciones y acciones. Además, por eso, solo Él puede juzgar el castigo perfecto.
Por supuesto, existen momentos en nuestras vidas en los que también tendremos que actuar por las ofensas que se hacen a los demás y nosotros. Ya sea como juez de una sala de tribunal, víctima de una ofensa, padre, miembro de la Iglesia o simplemente como ser humano promedio, no podemos evitar hacer juicios de valor. El Elder Oaks, que también resultó ser un juez, ofrece excelentes consejos sobre cómo emitir juicios justos a medida que navegamos entre los eventos confusos y penosos de la vida. No obstante, como el Élder Oaks explica, solo Dios puede hacer el juicio final.
“Todo lo que es injusto en la vida se puede remediar por medio de la expiación de Jesucristo.”
Manual Predicad Mi Evangelio
La belleza de este principio está no solo en la justicia para las victimas sino que también en su amor por los pecadores.
¿Alguna vez has sido castigado por Dios o un ser humano pero todo lo que sentiste fue amor? Probablemente, se deba a que sabías que el castigo se basaba en la realidad y que subsecuentemente, te ayudaría a progresar.
Cuando Dios nos castiga por nuestros pecados, siempre es un acto de amor. Dios mismo dijo a José Smith:
“Vosotros a quienes amo, y a los que amo también disciplino para que les sean perdonados sus pecados, porque con la disciplina preparo un medio para librarlos de la tentación en todas las cosas, y yo os he amado.”
Doctrina y Convenios 95:1
Entonces, ya sea que se demuestre como bendiciones por actos justos o castigo por los pecados, la justicia de Dios es Su amor. Ahora, eso no suena tan mal, ¿verdad?
Artículo originalmente escrito por Melanie Blakely y publicado en mormonhub.com con el título “Why Justice is Not Mercy’s Evil Twin.”