Lo siento. Pero no extraño ir a la Iglesia. ¿Tú sí? Solo piénsalo por un minuto antes de contestar.
Esta declaración no es una señal de que mi testimonio o compromiso con los convenios que he hecho esté disminuyendo. No es una admisión de que no disfruto de la hermandad de mi barrio.
Tampoco es un grito de guerra en un esfuerzo por tratar de presionar al liderazgo de la Iglesia para que cambie nuestro el estilo tradicional de las reuniones dominicales en el futuro.
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Lo que sí significa
Lo que significa es que me di cuenta de que, para mí, como una persona altamente social, no necesito estar con un grupo de personas para poder adorar, o que otros me enseñen el evangelio o que me den una razón para cantar los himnos de Sión o estudiar mis escrituras.
He descubierto que soy buena separando espiritualmente la interacción social del estudio del evangelio y la adoración.
No pienses que no me encanta saludar y abrazar a mis amigos en la Iglesia. Sí, lo hago. Me encanta escuchar los comentarios y escuchar los testimonios de los demás. Esto fortalece mi testimonio.
Pero, durante esta verdadera oportunidad de adoración “centrada en el hogar, apoyada por la Iglesia”, descubrí que realmente me siento motivada a estudiar y fortalecer, incluso incrementar, mi testimonio, comprensión y compromiso con el Evangelio restaurado de Jesucristo. Y para mí, descubrir eso, fue algo muy positivo.
Adoración en el hogar
Sé que hay miembros de la Iglesia de un extremo del espectro del testimonio al otro. Muchos vienen a la Iglesia debido a la interacción y las relaciones que allí encontramos.
Como una persona que ha servido en una misión en tres ocasiones, reconozco que hay una conversión social y unidad que en ocasiones todos necesitamos en nuestras reuniones dominicales.
Otros asisten por tradición o hábito, o porque tienen un llamamiento o responsabilidad que cumplir. Lo que sea que te lleve a la puerta de la capilla te hace ir a la Iglesia. He pasado por lo mismo en un momento u otro. Lo entiendo.
Pero, durante los últimos dos meses, he estado adorando sin que nadie más aparte de mi esposo y el Señor sepan que lo que estoy haciendo. Me visto con mi mejor ropa de domingo para participar de la Santa Cena en mi hogar porque quiero mostrarle al Señor que entiendo lo sagrado de la ordenanza.
Me mantengo al día con el plan de estudios “Ven, sígueme” porque quiero aprender más sobre el Salvador y Su evangelio. Estoy asumiendo la responsabilidad de mi adoración y aprendizaje.
Actividad vs Conversión
La actividad en la Iglesia es diferente a la conversión al evangelio. Todos hemos participado de reuniones religiosas donde, al estar sentados en las bancas, nuestras mentes o espíritus se han encontrado a kilómetros de distancia.
Y por favor, no intentes decirme que soy la única que no ha leído el material asignado en las lecciones de la Escuela Dominical o de la Sociedad de Socorro antes de la clase, sabiendo que el maestro o maestra sí lo ha hecho. En ocasiones sólo me sentaba allí esperando a que me enseñaran la clase de la semana.
Aunque la adoración pública es importante, son las prácticas religiosas personales, como la lectura de las Escrituras, las oraciones personales y, ahora, la adoración en casa y tomar las riendas de nuestro estudio del Evangelio y la de nuestras familias, lo que crea una verdadera conversión.
La conversión no es una experiencia grupal. Es una experiencia privada y personal que se da en la tranquilidad de nuestros hogares, dormitorios y corazones.
El ejemplo de un grupo puede romper un mal hábito o crear uno bueno, hacernos alcanzar un objetivo y, a veces, ayudarnos en nuestra adoración. Es bueno saber que alguien en la Iglesia se da cuenta que no te encuentras en la reunión dominical, pero debemos volvernos espiritualmente automotivados.
Autodescubrimiento
Estoy segura de que pronto todos estaremos corriendo hacia el estacionamiento de la Iglesia, corriendo para sentarnos en “nuestros” bancos de siempre, minutos antes de que comience nuestra reunión. Tendremos el programa de la reunión sacramental, algunos tendrán colores y refrigerios que compartir con los más pequeños, para luego apresurarse a llevar a sus hijos a la Primaria.
Habrá personas que se quedarán en los pasillos durante la segunda hora en lugar de asistir a sus clases. Nos reuniremos y amaremos el uno al otro y sentiremos ese sentido de comunidad por el que somos tan conocidos.
Yo también seré feliz cuando las cosas vuelvan a la normalidad. Se nos ha dado el mandamiento de “reunirnos a menudo” (Mosíah 18:25, 3 Nefi 18:22, 4 Nefi 1:12) y asistiré a las reuniones a las que el Señor quiere que asista. Pero también extrañaré los tranquilos servicios de adoración en mi propia casa.
Extrañaré la responsabilidad, la verdadera responsabilidad, de valerme por mi misma espiritualmente. Y, aunque extraño muchísimo la adoración en el templo, no extraño la Iglesia.
¿Cómo ha sido tu experiencia de adoración en el hogar?
Este artículo fue escrito originalmente por Bethany Packard y fue publicado originalmente por womenstand.com bajo el título “I Don’t Miss Church”