A lo largo del tiempo, ciertos términos cambian naturalmente. Algunos evolucionan por el uso; otros, en cambio, son alterados intencionalmente. Y cuando se cambia el significado de una palabra, también cambian sus efectos. Algunas redefiniciones son triviales, mientras que otras pueden tener consecuencias eternas.
En la Conferencia General de 1979, el presidente Spencer W. Kimball profetizó que el mayor crecimiento de la Iglesia vendría por medio de mujeres justas, distintas y felices. Inmediatamente después, advirtió:

“El adversario se esfuerza, incluso ahora, por impedir que eso suceda… Él no se desvía en sus propósitos y es astuto e incansable en su persecución”.
Una de las tácticas astutas y persistentes del adversario para cumplir sus designios (Doctrina y Convenios 89:4) es redefinir palabras. Tiene experiencia en ello. Inició la guerra en los cielos con palabras. Y sigue haciéndolo hoy.
Palabras como caridad, verdad, albedrío y perfección no han sido alteradas por accidente o evolución natural. Han sido objeto de una campaña deliberada. Satanás, el gran engañador, busca distorsionar la verdad para confundir, dividir y destruir.
Caridad

El diccionario Merriam-Webster define la caridad como “generosidad y ayuda… asistencia a los necesitados” o “una institución que da a los pobres”. Bajo esas definiciones, la caridad se convierte en algo que se hace, una tarea que se puede tachar de la lista.
Pero en las Escrituras, la caridad es mucho más que eso.
Pablo enseñó que incluso si uno habla con la lengua de los ángeles, profetiza, entiende todos los misterios, tiene fe para mover montañas y da todos sus bienes a los pobres, si no tiene caridad, de nada le sirve. ¿Por qué?
Porque la caridad “es paciente, es bondadosa; no tiene envidia, no es jactanciosa, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor… no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

Y concluye: “Ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad” (1 Corintios 13:1–13).
El profeta Mormón, en su carta a Moroni, escribió:
“Si no tenéis caridad, nada sois, porque la caridad nunca deja de ser.”
¿Por qué nunca falla la caridad? Porque Jesucristo nunca falla.
“Por tanto, apegáos a la caridad, que es lo más grande de todo, porque todas las cosas han de perecer; mas la caridad es el puro amor de Cristo, y permanece para siempre; y a todo aquel que sea hallado poseedor de ella en el postrer día, le irá bien”. (Moroni 7:45–48)
La caridad no es solo algo que se hace. Es algo en lo que uno se convierte. Es un motivo puro, un estado del alma.
Verdad

Hoy muchos creen la mentira de Satanás de que la verdad es relativa, que es “lo que uno quiera creer”. El autor William Wolfe escribió:
“Sin un entendimiento compartido de la verdad, la sociedad se fragmenta… Cuando la verdad es subjetiva, ya no hay un estándar para juzgar lo correcto y lo incorrecto. Esto lleva al relativismo moral, donde cada acción se justifica según la propia ‘verdad’”.
Pero ¿qué es la verdad según las Escrituras?
“La verdad es el conocimiento de las cosas como son, como fueron y como han de ser; y todo lo que sea más o menos que esto proviene del espíritu de aquel inicuo que fue mentiroso desde el principio”. (Doctrina y Convenios 93:24–25)
“El Espíritu dice la verdad y no miente… por tanto, estas cosas nos son manifestadas claramente, para la salvación de nuestras almas”. (Jacob 4:13)

Jesús declaró:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”. (Juan 14:6)
José Smith enseñó: “El estandarte de la verdad ha sido levantado”.
Y lo cantamos en el himno:
“Aunque cielo y tierra dejaran de ser, la verdad, la esencia de todo vivir, seguiría por siempre jamás”. (Himnos, n.º 152)
Albedrío

Si buscas “albedrío” en un diccionario, encontrarás definiciones relacionadas con aspectos jurídicos así como de libertad. Sin embargo, en las Escrituras, el albedrío es una verdad fundamental.
Aunque no aparece en la Biblia, el Libro de Mormón la enseña con claridad:
“Por tanto, los hombres son libres… para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte”. (2 Nefi 2:27)
La palabra clave es: escoger. El albedrío aparece en Doctrina y Convenios y La Perla de Gran Precio. Es una verdad restaurada.
El élder D. Todd Christofferson explicó:

“La expresión ‘libre albedrío’ no aparece en las Escrituras. Estas hablan de que somos ‘libres para escoger’ y ‘libres para obrar’… y de hacer muchas cosas por nuestra propia ‘voluntad’. Pero la palabra ‘albedrío’ sí aparece, sola o con el calificativo ‘moral’.
…que todo hombre obre… conforme al albedrío moral que le he dado, para que sea responsable de sus propios pecados en el día del juicio. (D. y C. 101:78)”.
El albedrío no es un don espiritual, como la fe o la esperanza. Es más profundo. Sin él, el plan de salvación no tendría sentido.
El albedrío es poder para actuar. Usarlo con sabiduría trae felicidad, confianza, libertad y la compañía del Espíritu. Usarlo mal, ata con hilos sutiles que pueden convertirse en las cadenas del infierno (Alma 12:11).
Perfección

La perfección es una palabra que causa angustia en muchos. Algunos la entienden como una exigencia imposible. Otros como una meta inmediata, pero las Escrituras y los profetas enseñan algo diferente.
Jesús no afirmó ser perfecto hasta después de Su resurrección. Antes dijo:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. (Mateo 5:48)
Después de resucitar, dijo:
“Quisiera que fueseis perfectos así como yo, o como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”. (3 Nefi 12:48)
El presidente Russell M. Nelson enseñó que “la perfección está pendiente”. El élder Jeffrey R. Holland dijo: “Sed, pues, perfectos… eventualmente”.

Dios nos dio la vida terrenal para aprender, crecer y arrepentirnos. Si esperara la perfección en esta vida, ¿por qué nos proporcionaría un Salvador y un plan de redención?
Satanás ha usado la perfección como un arma. Nos distrae del Salvador. Nos llena de ansiedad. Nos hace pensar que somos menos. Exagera nuestras fallas y minimiza nuestras virtudes.
Por eso, propongo otra palabra: potencial.
La perfección es el destino final. El potencial es el camino. Potencial es crecer. Es línea sobre línea. Es descubrir lo que el Señor puede hacer contigo.

El presidente Nelson testificó:
“La perfección es inminente; llegara en su totalidad únicamente después de la resurrección y sólo por medio del Señor; esta en espera de todos los que le aman a El y guardan Sus mandamientos; abarca tronos, reinos, principados, potestades y dominios”.
Y el profeta José Smith enseñó:
“Debes comenzar desde abajo y ascender paso a paso hasta llegar a la cima; y así sucede con los principios del evangelio: debes empezar con el primero y continuar hasta aprender todos los principios de la exaltación [como la caridad, la verdad, el albedrío, la perfección]. Pero pasará mucho tiempo después de haber atravesado el velo antes de que los hayas aprendido. No todo puede comprenderse en este mundo; aprender acerca de nuestra salvación y exaltación será una gran obra incluso más allá de la tumba”.
Fuente: Meridian Magazine