¿Sabías que muchas tribus del Hemisferio Occidental tienen historias sobre la aparición de un “Dios blanco”?
En Perú, por ejemplo, existen 4 versiones muy interesantes sobre este personaje. Una de ellas fue registrada por Pedro Cieza de León, un soldado español que estuvo por esas tierras en 1548.
Pedro Cieza de León y la leyenda del Dios blanco
Pedro Cieza no era solo un soldado común; era curioso y le gustaba registrar todo lo que veía. En vez de dormir como los otros soldados, él se quedaba escribiendo hasta altas horas de la noche, y esas anotaciones acabaron convirtiéndose en un libro sobre el Perú.
En el prefacio de su primer libro “La crónica del Perú”, él escribió:
“Las cosas que escribo aquí son verdaderas, además de ser importantes y de gran beneficio, pues muchas veces, mientras otros soldados dormían, yo escribía hasta altas horas de la noche, hasta caer finalmente exhausto”.
En el quinto capítulo del libro “El señorío de los Incas”, Cieza cuenta la leyenda del Dios blanco, que circulaba entre los nativos:
“Antes que los Incas reinasen en estos reinos ni en ellos fuesen conocidos, cuentan estos indios otra cosa muy mayor que todas las [cosas] que ellos dicen, porque afirman que estuvieron mucho tiempo sin ver el sol y que, padeciendo gran trabajo con esta [falta], hacían grandes votos é plegarias á los que ellos tenían por dioses, pidiéndoles la lumbre de que carecían; y que estando [de esta] suerte, salió de la isla de Titicaca, [que está] dentro de la gran laguna del Collao, el sol muy resplandeciente, con que todos se alegraron.
Y luego [que esto] pasó, dicen que de hacia las partes del Mediodía vino y [permaneció] un hombre blanco de crecido cuerpo, el cual en su aspecto y persona mostraba gran autoridad y veneración, y [que este] varón, que así vieron, tenia tan gran poder, que de los cerros hacía llanuras y de las llanuras hacía cerros grandes, haciendo fuentes en piedras vivas; y como tal poder reconociesen, [llamádonle] Hacedor de todas las cosas [creadas], Principio [de estas], Padre del sol, porque, sin esto, dicen que hacia otras cosas mayores, porque [dio vida a los] hombres y animales, y que, en fin, por su mano les vino notable beneficio.
Y este tal, cuentan los indios que [a] mi me lo [dijeron], que oyeron [a] sus pasados, que ellos también oyeron en los cantares que ellos de lo muy antiguo tenían, que [fue] de largo hacia el NORTE, haciendo y obrando estas maravillas, por el camino de la serranía, y que nunca jamás lo volvieron á ver.
En muchos lugares [dice] que [dio] orden [a] los hombres cómo viviesen, y que les hablaba amorosamente y con mucha mansedumbre, amonestándoles que fuesen buenos y los unos á los otros no se hiciesen daño ni injuria, [antes], amándose, en todos [hubiese] caridad.
Generalmente le nombran en la mayor parte Ticiviracocha, aunque en la provincia del Collao le llaman Tuapaca, y en otros lugares [de la] Arnauan. Fuéronle en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra [a] su semejanza, y delante [de ellos] se [hacían] sacrificios: los bultos grandes [que están] en el pueblo de Tiahuanacu, se tiene que [fue] desde aquellos tiempos; y aunque, por fama que tienen de lo pasado, cuentan esto que digo de Ticiviracocha, no saben decir déI más, ni que volviese á parte ninguna [de este] reino”.
Paralelismos con el Libro de Mormón
Cuando comparas este relato con lo que se encuentra en el Libro de Mormón, la similitud es impresionante y le da una fuerza adicional a la veracidad del libro.
Cieza mencionó que antes de que los incas gobernaran o antes incluso de que se oyera hablar de ellos en estos reinos existió una civilización que presenció una “cosa muy mayor que todas las [cosas]”.
En el Libro de Mormón, encontramos algo similar:
“El acontecimiento de mayor trascendencia que se encuentra registrado en el Libro de Mormón es el ministerio personal del Señor Jesucristo entre los nefitas poco después de Su resurrección”. (Introducción del Libro de Mormón).
El profeta Alma también anticipó la venida de Cristo y dijo:
“Pues he aquí, os digo que muchas cosas han de venir; y he aquí, hay una que es más importante que todas las otras, pues he aquí, no está muy lejos el día en que el Redentor viva y venga entre su pueblo”. (Alma 7:7)
Además, Nefi, ancestro de Alma, tuvo una visión en la que supo que el Mesías visitaría a su descendencia en las Américas:
“Y aconteció que vi un vapor de tinieblas sobre la faz de la tierra de promisión; y vi relámpagos, y oí truenos y terremotos y toda clase de ruidos estrepitosos; y vi que se hendieron las rocas y la tierra; y vi montañas desplomarse en pedazos; y vi las llanuras tornarse escabrosas; y vi que se hundieron muchas ciudades; y vi que muchas otras fueron abrasadas por fuego; y vi muchas que cayeron a tierra por causa de los terremotos.
Y sucedió que después de presenciar estas cosas, vi que el vapor de tinieblas desaparecía de sobre la faz de la tierra; y he aquí, vi multitudes que no habían caído a causa de los grandes y terribles juicios del Señor.
Y vi abrirse los cielos, y al Cordero de Dios que descendía del cielo; y bajó y se manifestó a los que no habían caído”. (1 Nefi 12:4-6)
Cieza habla de los habitantes de la antigua América que “estuvieron mucho tiempo sin ver el sol” y que, al clamar a los dioses, la oscuridad se disipó y una poderosa luz surgió, lo que los hizo quedar “alegrarse”.
Esto se alinea con lo que Nefi vio cuando la tierra fue cubierta por oscuridad y, en seguida, el Cordero de Dios descendió de los cielo y se mostró a ese pueblo.
En sus registros, Cieza describe al Dios blanco como un hombre con gran autoridad y respeto, que tenía el poder de “que de los cerros hacía llanuras y de las llanuras hacía cerros grandes, haciendo fuentes en piedras vivas”.
En el Libro de Mormón también leemos sobre la gran destrucción en algunas ciudades en las Américas antes de la aparición de Cristo: Él, el “Dios blanco”, destruyó muchas ciudades y alteró la topografía, por causa de la iniquidad de esos pueblos. (3 Nefi 9:1-12)
Sabemos que es posible pues Cristo tiene todo el poder y autoridad, inclusive sobre la muerte (3 Nefi 27), y realizó muchos milagros, inclusive la restauración de la vida mortal (3 Nefi 17, 23:9-14).
Templos, sacrificios y leyendas
Otro detalle interesante es cuando Cieza menciona que “fuéronle en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra á su semejanza, y delante [de ellos] se [hacían] sacrificios”.
Esto también se alinea con el Libro de Mormón, que muestra la importancia de los templos y de los sacrificios en la cultura de los nefitas.
Algunas personas pueden argumentar que José Smith usó estas leyendas para crear el Libro de Mormón, pero hay un detalle importante: el primer libro de Cieza fue publicado en 1553 y su última obra, donde estas leyendas se mencionan, salió a la luz en 1880.
Es decir, el Libro de Mormón ya había estado en circulación por 50 años cuando estas leyendas fueron publicadas. Además, no hay ningún indicio de que José Smith tuvo acceso a estas obras, sobre todo porque no estaban disponibles antes o durante el período en que él tradujo el Libro de Mormón.
Las semejanzas entre la leyenda del “Dios blanco” y los relatos del Libro de Mormón no solo despiertan nuestra curiosidad sobre la historia de las Américas, sino también refuerzan nuestro conocimiento sobre los registros del Libro de Mormón como un testimonio de Jesucristo.
A medida que se realizan más descubrimientos e investigaciones, estas conexiones sirven como un poderoso recordatorio de que el Libro de Mormón es una obra divina que ofrece conocimiento, esperanza, fe y guía espiritual a todos aquellos que lo estudian.
Fuente: masife.org