La doctrina de que todos los hijos espirituales de Dios existieron antes de la creación de la tierra constituye una de las enseñanzas más distintivas del Libro de Moisés.

Este texto afirma que Dios creó todas las cosas espiritualmente antes de que existieran de manera física, incluidos los seres humanos. La creación terrenal, por tanto, no marca el inicio de la vida humana, sino una etapa posterior dentro de un plan divino más amplio.

En este marco doctrinal, Adán, presentado como el “primer hombre”, no surgió únicamente del polvo de la tierra. Él ya existía espiritualmente antes de recibir un cuerpo físico. Esta enseñanza amplía la comprensión tradicional de la Creación y sitúa el origen de la vida humana en un ámbito preterrenal, bajo la dirección directa de Dios.

Otros textos de la Restauración desarrollan esta idea con mayor profundidad. Estos textos enseñan que Adán desempeñó un papel de liderazgo en la vida preterrenal. Bajo la dirección del Padre Celestial y de Jesucristo, Adán fue conocido como Miguel, el arcángel. En ese estado, recibió autoridad y llaves antes de la creación del mundo.

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Adán y Eva recibían visitas celestiales. Adam and Eve, by unknown

José Smith enseñó que Dios confirió el sacerdocio primero a Adán y que él recibió estas llaves incluso antes de que la tierra existiera. En el contexto cristiano del siglo XIX, estas afirmaciones resultaban profundamente inusuales y chocaban con las creencias tradicionales sobre la creación y la naturaleza humana.

Sin embargo, investigaciones modernas muestran que ideas similares existieron en antiguas corrientes del pensamiento judío.

El judaísmo antiguo no formó una tradición uniforme. Más bien, incluyó diversas escuelas, interpretaciones y debates teológicos que, en ocasiones, sostuvieron posturas opuestas.

Algunos textos rabínicos, como el Talmud babilónico, afirman que Dios creó a Adán al final de la creación. Con ello buscaban evitar que los “herejes” afirmaran que Dios tuvo un colaborador en la obra creadora. Esta afirmación no elimina el debate.

Al contrario, sugiere que existieron grupos que defendieron la idea opuesta: que Adán tuvo un rol previo o celestial en la creación.

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Varios midrashim tempranos apoyan esta posibilidad. Comentarios judíos del siglo III enseñan que Dios tomó consejo con las almas de los justos al crear el universo. Estos intérpretes leyeron ciertos pasajes bíblicos como alusiones a seres premortales que participaron en la creación.

En estas lecturas, los agentes divinos no solo aconsejan. También actúan como “formadores”, un lenguaje que remite directamente al relato de la creación del hombre en Génesis.

Compilaciones posteriores, como Las leyendas de los judíos, desarrollan esta idea aún más. Estos relatos enseñan que, antes de la creación del mundo, Dios creó a los ángeles, los cielos y también a Adán, con el propósito de que todos lo glorificaran.

Estas concepciones no se limitan al judaísmo rabínico tardío. Algunos estudiosos han identificado rastros más antiguos de esta tradición en el propio texto bíblico, especialmente en el libro de Job.

En Job 15, Elifaz cuestiona a Job y le pregunta si fue “nacido antes que los collados” o si escuchó en el consejo de Dios. Aunque el discurso busca mostrar que Job carece de tal conocimiento, el lenguaje presupone que existió un ser humano que sí pudo haberlo tenido: el primer hombre.

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Adán y Eva. Imagem: Masfe.org

Estudios académicos señalan que el verbo hebreo utilizado en este pasaje se relaciona con el nacimiento, no con la formación material. Este detalle apunta a una existencia previa.

Además, la expresión “antes que los collados” coincide con el lenguaje que describe a la Sabiduría en Proverbios, una figura que existe antes de la creación física. Este paralelismo refuerza la idea de que el autor de Job concibió a Adán como un ser con origen anterior al mundo terrenal.

El discurso de Dios en Job 38 refuerza esta lectura. Allí se describe la creación como un evento presenciado por las “estrellas del alba” y los “hijos de Dios”. Algunos estudiosos concluyen que el “primer hombre” forma parte de este grupo exaltado, presente en la creación y poseedor de conocimiento divino.

En conjunto, estas fuentes muestran que la doctrina de un Adán preterrenal no representa una invención moderna. Más bien, refleja una idea con raíces profundas en el pensamiento judío antiguo.

Lo que el Libro de Moisés presenta como revelación restaurada encuentra paralelos claros en tradiciones antiguas que, aunque debatidas y marginadas en su tiempo, formaron parte del complejo mundo teológico del antiguo Israel.

Fuente: Meridian Magazine

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