Lo que una clase de supervivencia en el desierto me enseñó sobre el Salvador

Chispas. Una y otra vez solo chispas. Me senté en mi silla improvisada de campamento, una rama grande y caída, durante dos horas golpeando un “pedernal”, una piedra que encontré en el bosque, con mi  eslabón, frotando mis nudillos y nada.

Suspiré y me apoyé en el árbol detrás de mí. Tres meses antes, me inscribí en una clase de supervivencia en el desierto, y esa noche se suponía que debía demostrar mi capacidad para sobrevivir sola en el bosque. ¿Qué clase de persona preparada para lo peor no puede comenzar fuego con un pedernal y acero?

Sin embargo, la ineptitud que sentí se extendió más allá de mis preocupaciones de aprobar mi clase de supervivencia. Muchas veces, durante el año pasado, me sentí de la misma manera cuando me sentaba en ese tronco y golpeaba dos piedras, como si no importara cuánto me esforzara, no me convertiría en la persona que se suponía que fuera.

A veces, sentía que mi vida carecía del calor y la luz de un fuego interno y ardiente. Algunas veces, sentía que me sentaba solo en la oscuridad, simplemente echando chispas.

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Esa noche, mi experiencia con las chispas en el desierto me hizo recordar una escritura del Libro de Mormón que leí algunas semanas antes:

“He aquí, todos vosotros que encendéis fuego, que os rodeáis de centellas, andad a la luz de vuestro fuego y de las centellas que encendisteis. Esto os vendrá de mi mano: en angustia yaceréis” (2 Nefi 7:5).

De repente, comprendí mejor el significado de ese versículo.

Conocía muy bien esa sensación de rodearme de chispas: El fulgor de esperanza que tienes cuando sales de la oscuridad, ves un destello de luz, y golpeas cada vez más fuerte y obtienes chispa tras chispa sin atrapar ninguna y no se crea un verdadero calor.

Todo el “camino por la luz” de nuestros propios éxitos es temporal. Los éxitos son solo chispas, iluminan nuestra vida por un momento, pero se van tan rápido como vienen. No se atrapan.

Pero, hay esperanza.

Después de un par de horas golpeando esa piedra en mi clase de supervivencia, mi guía de supervivencia en el desierto salió del bosque. Trajo una tela de carbón para mis compañeros y para mí, al saber perfectamente acerca de la dificultad de encender fuego sin eso. Finalmente, las chispas de mi eslabón tenían algo que atrapar y cuando una chispa aterrizó perfectamente en el material de carbón, el pequeño nido de palos y fibra vegetal que hice se encendió. Por fin, tuve fuego.

Mis chispas solitarias no pudieron compararse con el fuego ardiente con el que terminé, al igual que mis intentos diarios de construir la paz y el éxito duraderos son inútiles sin el brillo del Evangelio y la ayuda del Salvador. Encendemos nuestras almas con esta luz cuando, según las palabras del Élder Gerrit W. Gong:

“la deseamos y la procuramos, si somos pacientes y obedientes a los mandamientos de Dios, si somos abiertos a la gracia, la sanación y los convenios de Dios” (Gerrit W. Gong, “Nuestra fogata de fe”, Liahona, noviembre de 2018).

Nuestros intentos de “hacerlo todo” – ser prósperos, felices, perfectos – por nosotros mismos, al seguir las chispas de nuestros propios éxitos, no son suficientes para construir un fuego perdurable de calor y luz. Principalmente, necesitamos algo en lo que podamos capturar, encender y hacer duraderas nuestras acciones, así como yo necesité una tela de carbón para encender mi fuego.

Irónicamente, la tela de carbón solo se puede hacer al utilizar otro fuego para encender la tela en primer lugar. Asimismo, debemos confiar en el fuego anterior de alguien más para darnos el material que pueda producir el nuestro. Esa persona para nosotros es Jesucristo. Sin Cristo, nuestras acciones solo son un destello de luz. Con Cristo, nuestras vidas pueden ser un fuego brillante que se extienda hasta las eternidades.

Él ha producido ese fuego original a través de Su Expiación y Él ha preparado para nosotros el material para crear el nuestro. Sin Cristo, nada en esta vida puede prenderse en llamas y sostenernos. Él es el fundamento sobre el que construimos el éxito y el significado duraderos en nuestras vidas.

Como nos lo recuerda David A. Bednar:

“Todas las oportunidades y bendiciones de consecuencia eterna se originan, son posibles y tienen un propósito gracias al Señor Jesucristo, y perduran por medio de Él. Como testificó Alma: ‘no hay otro modo o medio por el cual el hombre pueda ser salvo, sino en Cristo y por medio de Él. He aquí, Él es la vida y la luz del mundo’” (“Reunir todas las cosas en Cristo”, Liahona, noviembre de 2018).

Este artículo fue escrito originalmente por Jessica Grimaud y fue publicado en ldsliving.com con el título “What a Wilderness Survival Class Taught Me About the Savior.”

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