Nadie es perfecto, y aquellos a quienes el Señor ha llamado a presidir Su Iglesia no son la excepción.
Es importante reconocer que nuestros líderes pueden cometer errores, pero también lo es no exagerarlos.
Aunque los profetas, de la misma manera que todos nosotros, poseen debilidades, aquellos que llevan sobre sí el manto del apostolado han sido son llamados “santos”, “espíritus escogidos” y “los grandes y nobles” a causa de su fidelidad al Señor y su dedicación por ser lo que Él quiere que sean (DyC 107: 29; 138: 55-56; Abraham 3: 22-23).
Estos hombres se esfuerzan al máximo por arrepentirse diariamente y refinarse espiritualmente.
En una ocasión, el élder Boyd K. Packer lo expresó de esta manera:
“Los que hemos sido llamados para dirigir la Iglesia somos hombres y mujeres ordinarios con capacidades ordinarias.
Aquellos que deseen buscar fallas en nosotros, las encontrarán fácilmente, no obstante, ellos no llegan a examinarnos tan minuciosamente como lo hacemos nosotros mismos”.
Podríamos preguntarnos que significa “examinarse minuciosamente”.
Aquí hay una pista.
Una vez, el presidente Howard W. Hunter, quien sirvió como Apóstol y Profeta por más de treinta años, le pidió una bendición a su presidente de estaca.
¿Por qué?
Porque había tenido un pensamiento negativo sobre alguien y sentía que no podía cumplir con su llamamiento apostólico si tenía tan solo un pensamiento negativo en su mente.
Esto es lo que quiere decir “examinarse minuciosamente”.
Y es también la razón por la que alguien es llamado por el Señor.
Es debido a que ellos no son autocomplacientes, soberbios u ociosos que el Señor los sostiene, fortalece y defiende.
Están calificados para su llamamiento no porque sean perfectos, sino porque se esfuerzan continuamente por servir a Dios, quien sí es perfecto.
Los Apóstoles y los Profetas tienen muchos detractores y ellos aceptan eso como parte de su llamamiento.
Pero la pregunta es:
¿Cuántos de esos detractores podrían siquiera tratar de medirse de acuerdo con el estándar que el presidente Hunter usaba para sí mismo?
Hay quienes se deleitan en criticar y cuestionar a los profetas, incluso ridiculizándolos y despreciándolos, en forma impresa y pública.
Tal vez se sentirían menos impulsados a hacerlo si supieran cuán sincera e intensamente, al menos como lo indicó uno de ellos, los profetas evitan despreciarlos y criticarlos a ellos.
Fuente: Meridian Magazine