Recientemente, en una noche de citas, mi esposo y yo alquilamos una película, basada en una historia real, sobre mujeres aliadas que se infiltraron como espías en Francia durante los terribles y oscuros días de la Segunda Guerra Mundial.
Como dijo un estadista británico en aquel momento:
“Las lámparas se apagan por toda Europa, puede que no volvamos a verlas brillar en nuestras vidas”.
Su misión, como lo expresó una de las mujeres, era compartir luz. La luz de la libertad. La luz de la esperanza.
Esta es una analogía poderosa, especialmente cuando se toman en cuenta los apagones que fueron instituidos en Londres, donde las luces se apagaban y se cubrían las ventanas para hacer más difícil que el ejército enemigo los atacara.
Todas las luces físicas de Europa se estaban apagando, pero aquellas mujeres brindaron otro tipo de luz para ayudar a combatir la oscuridad que vino a causa del ejército nazi.
Muchas de estas mujeres se sintieron llamadas a esa obra. No todos salieron con vida, pero cada una de ellas dio su mayor esfuerzo en la lucha por mantener encendidas las luces de la libertad y la esperanza.
En la actualidad, también estamos en conflicto. El continuo conflicto entre el bien y el mal. El élder Quentin L. Cook explicó:
“Nunca ha sido fácil lograr ni conservar la libertad y la luz. Desde la guerra en los Cielos, las fuerzas de la maldad han utilizado todo medio posible para destruir el albedrío y extinguir la luz. El ataque contra los principios morales y la libertad religiosa nunca han sido tan potentes”.
Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, nosotros también somos llamados a llevar luz a un mundo en constante oscuridad.
Entonces, ¿cómo compartimos nuestra luz con el mundo? ¿A compartir la luz de la esperanza, la luz de la libertad y la luz de la verdad? Aquí te brindamos 3 maneras de hacerlo.
1. Busca a Cristo, la fuente de luz
Antes de que podamos compartir la luz, debemos buscar a Cristo, quien es la fuente principal de luz. Las Escrituras enseñan que es por la Luz de Cristo que “podemos distinguir el bien del mal” (Doctrina y Convenios 88: 11-13). El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó:
“Cuanto más volcamos nuestro corazón y mente hacia Dios, más luz celestial se destila sobre nuestra alma; y cada vez que voluntaria y sinceramente procuramos esa luz, indicamos a Dios nuestra disposición para recibir más luz. Gradualmente, las cosas que antes parecían confusas, oscuras y lejanas se vuelven claras, brillantes y conocidas para nosotros”.
Buscamos a Cristo y nos acercamos a Él al estudiar nuestras Escrituras y las palabras de los profetas, al hacer nuestras oraciones personales por la mañana y por la noche, y al obedecer los mandamientos de Dios.
Sin embargo, lo contrario también es cierto, el élder Uchtdorf advirtió:
“De la misma manera, si nos privamos de la luz del Evangelio, nuestra propia luz comienza a atenuarse —no en un día ni en una semana, sino gradualmente, a través del tiempo— hasta que miramos hacia atrás y no podemos entender por qué alguna vez creímos que el Evangelio era verdadero.
Es posible que nuestro conocimiento previo parezca insensato porque lo que alguna vez era tan claro, nuevamente se volvió borroso, confuso y lejano”.
Cuanto más aprendamos de Cristo y lo sigamos, nos volveremos más como Él. Y a medida que nos volvamos más como Él, Su luz podrá brillar por medio de nosotros.
2. Sigue las impresiones del Espíritu Santo
Vivimos en una época en donde las distracciones están a nuestro alrededor. Recibimos notificaciones diarias de las últimas noticias, las aplicaciones de juegos o las publicaciones más recientes en las redes sociales. Parte de la información que recibimos es buena para nosotros, la otra no.
Con frecuencia, los peligros que nos acechan están ocultos. Lo que parece ser una publicación o una película inofensiva puede tener elementos sutiles que debilitan nuestro espíritu.
En la película, se muestran diferentes ejemplos de personas que no siguieron las impresiones de advertencia en situaciones donde no tuvieron un buen presentimiento y las consecuencias fueron terribles.
Es fácil ver nuestros errores en retrospectiva, pero la clave está en aprender a discernir las impresiones en el momento en que las recibimos.
El Espíritu Santo puede ser nuestro compañero constante y advertirnos del peligro inminente si nos esforzamos por ser dignos y seguimos las impresiones que nos brinda. El élder Robert D. Hales dijo:
“Cuando se reciben dichas indicaciones, éstas no suelen detenernos de inmediato, pues el Espíritu de Dios no habla con voz de trueno. La voz será suave como un susurro que llega a nuestra mente o en forma de sentimientos al corazón.
Si damos oído a estas indicaciones, seremos protegidos de las destructivas consecuencias del pecado, pero si las ignoramos, la luz del Espíritu se extinguirá”.
El Espíritu Santo no solo puede advertirnos del peligro inminente, sino que también puede impulsarnos a hablar y compartir nuestra luz con los demás.
Hace muchos años, estaba teniendo un día difícil, no estaba segura de que Dios estaba al tanto de mí. Pero ese día un amiga me llamó y me dijo: “No sé por qué, pero sentí que necesitaba traerte este presente”.
Al prestar atención a las impresiones, ella cambió mi día y fue una respuesta a mi oración: Dios en verdad estaba al tanto de mí.
3. Respeta el albedrío de los demás
Podemos compartir nuestra luz con otras personas y ofrecerles la luz de la libertad y la esperanza, pero no podemos obligarlos a aceptarla.
Uno de los peligros del mundo en el que vivimos hoy en día es el concepto de relatividad moral, donde la moral está dictada por lo que se siente bien y no por las leyes de Dios.
No podemos ser una luz para el mundo si aceptamos esa filosofía. Asimismo, también debemos entender que no todos sentirán o creerán lo mismo que nosotros. Respetar el albedrío de los demás debe ser algo que se aplique en ambos partes. El élder Hales enseñó:
“Algunos se ofenden cuando llevamos nuestra religión a esos lugares públicos, pero esas mismas personas que insisten en que la sociedad tolere sus puntos de vista y sus acciones, a menudo son muy lentas para ofrecer esa misma tolerancia a los creyentes que también desean que sus puntos de vista y acciones sean tolerados.
La falta general de respeto hacia los puntos de vista religiosos está rápidamente degenerando en intolerancia social y política hacia la gente y las instituciones religiosas”.
Brindamos luz al mundo al conversar sobre nuestros problemas y al escucharnos los unos a los otros.
Puede que no siempre estemos de acuerdo con alguien, pero eso no debe hacernos menos corteses. Podemos trabajar juntos para satisfacer las necesidades de nuestras comunidades.
Compartiendo la luz con otros
Para las mujeres aliadas de la película, compartir su luz en una Europa devastada por la guerra requirió mucho valor, pero su fuerza ayudó a otros a sobrellevar sus cargas y continuar en la lucha.
Asimismo, también se necesita valor para compartir nuestra luz con los demás y aunque la batalla actual es espiritual, no significa que ésta sea menos intensa. El élder Uchtdorf dijo:
“Mientras buscamos aumentar nuestro amor por Dios y nos esforzamos por amar a nuestro prójimo, la luz del evangelio nos rodeará y nos elevará. La oscuridad seguramente se desvanecerá, porque no puede existir en presencia de la luz.
Al acercarnos a Dios, Él se acercará a nosotros. Y día a día, la esperanza de la luz de Dios crecerá dentro de nosotros, “más y más brillante hasta el día perfecto”.
Compartimos nuestra luz con otros en la forma en que vivimos. Compartimos nuestra luz cuando mostramos bondad y caridad a nuestros semejantes en todo lo que hacemos. Compartimos nuestra luz cuando somos sinceros en nuestro trato con los demás.
Al compartir nuestra luz con los demás iluminamos el mundo. Una luz a la vez.
Este artículo fue escrito originalmente por Lisa Montague y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “3 Ways to Share the Light of Christ in a Darkening World”