Participé activamente en mis clases de las Mujeres Jóvenes, terminé mi Progreso Personal a los 15 años, me encantaba ir al campamento con las Mujeres Jóvenes y asistir a todas las reuniones y actividades.
Mi amiga y yo incluso comenzamos a escribir un “diccionario S.U.D.” para definir todos los términos más usados dentro de la cultura de la Iglesia, que incluía términos como “domingos de ayuno”, “retornados”, “sobre blanco” y “HLJ”.
Todos los domingos, recuerdo vívidamente levantarme de la silla de mi clase de las Mujeres Jóvenes y decir al unísono: “Somos hijas de un Padre Celestial que nos ama y nosotras lo amamos a Él”.
Con aquellas palabras resonando en mi mente durante toda la semana, estaba segura de mi identidad divina.
Incluso cuando me mudé al otro lado del país de Virginia a Utah, dejando a todos mis amigos y teniendo que empezar una nueva vida en un lugar diferente, además de tener que dejar la escuela, nunca cuestioné las verdades que había aprendido durante ese tiempo.
El evangelio fue mi gozo, mi seguridad, mi fortaleza.
Crisis de identidad divina
Fue mi primer año en BYU cuando pasé por mi primera “crisis de identidad divina”. Ninguna clase, maestro, amigo o influencia me había llevado a tener estas dudas en mi mente.
Recuerdo haber leído la visión de Joseph F. Smith en D. y C. 138 sobre los nobles y grandes espíritus y darme cuenta de que de los más de 20 versículos que describen a los diferentes nobles y grandes espíritus, solo uno menciona a las mujeres.
“Y nuestra gloriosa madre Eva, con muchas de sus fieles hijas que habían vivido en el curso de las edades y adorado al Dios verdadero y viviente”. –Doctrina y Convenios 138: 39
A medida que se intensificaba mi crisis de identidad divina, vi aquel versículo como algo despectivo en lugar de algo que pudiera empoderarme.
Comencé a cuestionar no solo mi lugar como mujer en la Iglesia, sino también mi lugar en la eternidad.
¿Fueron solo los hombres parte de la creación de la tierra? ¿Participaron las mujeres del consejo de los cielos?
En busca de una respuesta
Oré con respecto a estos versículos durante mucho tiempo, preguntándome si yo era importante para Dios como mujer.
Dupliqué mi tiempo de estudio de las Escrituras para tratar de encontrar una respuesta o escuchar las impresiones del Espíritu, estaba desesperada por obtener alguna respuesta del Señor.
De repente, mis repetidas declaraciones del lema de las Mujeres Jóvenes me parecieron muy lejanas. Necesitaba la confirmación de que el Padre Celestial realmente me amaba, no solo como una hija, sino como alguien que es igual a sus hijos.
No hay mucha privacidad en un dormitorio de estudiantes, así que cuando necesitaba estar a solas, recurría al silencio de mi auto.
Recuerdo el lugar exacto por el que conducía en mi auto, cuando miré al cielo y el Espíritu abrió mi mente y me inundó con la que fue una de las mayores revelaciones que había recibido hasta ese momento.
Su participación en la creación
Si “todas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella” y si creemos que lo que sucede en la Tierra es equivalente a lo que sucede en el cielo, entonces la creación en la que participamos en la Tierra es similar a la creación de los cielos.
Por lo tanto, la creación en la Tierra no puede suceder sin un hombre y una mujer, por lo que se puede decir lo mismo de la creación de los cielos.
No solo tenemos una Madre Celestial que nos creó espiritualmente con el Padre, sino que que juntos fueron co-creadores en la elaboración del mundo y el plan de salvación.
¿Será posible que nuestro Padre Celestial haya querido que siempre supiéramos esto?
En la Biblia hebrea, esto se expresa en el primer versículo del libro de Génesis. Donde, en español, leemos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, en hebreo, Dios es “אללההיים” o “Elohim”, cuyo sufijo “im” indica que es un sustantivo en plural.
Nuestros Padres Celestiales
Este no es un solo Dios, que crea los cielos y la tierra, sino múltiples Dioses. Esto se enfatiza aún más en Abraham 4:27 cuando dice:
De modo que los Dioses descendieron para organizar al hombre a su propia imagen, para formarlo a imagen de los Dioses, para formarlos varón y hembra”.
El concepto de los dioses es masculino y femenino.
Saber que soy la hija de los Padres Celestiales y que estoy hecha a la imagen de una Madre Celestial, es saber que hay una obra importante por hacer y que algún día habrá un lugar para mí en las huestes celestiales y en el recogimiento de Israel.
Así como creemos que “el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente”, aquí en la Tierra, nuestro Padre y nuestra Madre también son compañeros iguales en sus cortes celestiales.
Sabemos muy poco acerca de Su función y características específicas, pero la mayor mención de los Padres Celestiales en la conferencia general, y con el nuevo lema de las mujeres jóvenes que declaran: “Soy una hija amada de Padres Celestiales”, son una indicación de que la antigua creencia de que ella era “demasiado sagrada como para hablar de Ella” es un mito usado en las ideas humanas y no en la doctrina de la Iglesia.
Nuestra Madre Celestial
Por ejemplo, Hoyt W. Brewster Jr., un erudito Santo de los Últimos Días, dijo:
“El santo nombre de Dios es blasfemado cuando se usa junto con el lenguaje común y cuando se usa incorrectamente en expresiones cotidianas… ¿acaso no es de esperarse que nuestro Padre Celestial sea igual de protector con respecto a la identidad de nuestra Madre Celestial?”
Aunque este pensamiento común, de que el Padre Celestial está tratando de proteger a la Madre Celestial, su nombre e identidad, y que se ha repetido culturalmente para crear este “silencio sagrado” alrededor de Ella, solo perpetúa la noción de un compañerito desigual entre los Padres celestiales, en lugar de Dioses con el mismo poder y propósito.
Para mí y para todas las demás mujeres miembros de la Iglesia, saber que Ella existe y que participa de manera equitativa en la eternidad es una señal de que tenemos el poder del sacerdocio en nuestros convenios y la responsabilidad de ayudar en el recogimiento de Sus hijos como líderes que tienen derecho a recibir una revelación, una guía y una influencia rectas.
Mi lugar como hija de una Madre Celestial
Cuando a veces consideramos justificadamente nuestro lugar, encontramos que cualquier sentimiento de desánimo o falta de pertenencia es una herramienta de Satanás y no una muestra de que nuestros Padres Celestiales tienen menos consideración por las mujeres o menos deseo de darles conocimiento y oportunidades para hacer Su obra.
Para aquellas mujeres que como yo, que se preguntaron cuál es su lugar en la Iglesia, les comparto las palabras del élder Glenn L. Pace, del Primer Quórum de los Setenta, en su discurso en un devocional de BYU en 2010. Él dijo:
“Hermanas, testifico que cuando se paren frente a sus Padres Celestiales en las cortes reales y los miran a los ojos, y contemplen sus rostros, cualquier pregunta que hayan tenido sobre el papel de las mujeres en el reino se evaporará en el vivo aire celestial, porque en ese momento verán frente a ustedes, su divina naturaleza y destino”.
Suceden “crisis de identidad divina”, es parte de los desafíos de la vida mortal y de luchar por obtener un mayor entendimiento.
Sin embargo, durante estas crisis, las cosas se aclararán cuando buscamos conocer a nuestros Padres Celestiales y ver a través de Sus ojos.
Al reconocer a las mujeres que nos rodean, que nutren y fortalecen nuestras débiles rodillas, piensen que estas mismas características son similares a las de una Madre Celestial, que es tan poderosa como bondadosa y está al tanto de Sus hijas en todo el mundo.
Fuente: Meridian Magazine