Mi madre falleció hace poco. Yo la amo, pero no tengo los mejores recuerdos de ella. Mis padres han sido maravillosos y un gran ejemplo de servicio para otros; sin embargo, crecí siendo una solitaria niña que necesitaba mucha atención.
Mi madre siempre estaba ocupada y solo conversaba con mi hermana. En toda mi vida, solo recuerdo que me dio dos cumplidos, ya que usualmente solo me criticaba.
Limpiaba la casa esperando que me felicitara o que me agradeciera a fin de sentir su amor, pero no era así.
Mis padres no eran de dar abrazos o expresar su amor con sus hijos o entre sí. Nunca tuvimos un tiempo en familia.
Antes de fallecer, mi madre le dijo a mi hermana que ella era su hija favorita.
A pesar de todo eso, intento pensar que tuve una buena infancia. ¿Cómo puedo lidiar con todo esto?
Respuesta
Las heridas y los traumas de la infancia sí existen y son las que más se impregnan en nuestra vida, debido a que es nuestra etapa más dependiente y vulnerable.
Estas experiencias pueden crear patrones conductuales en nuestras relaciones con otras personas; además, pueden impactar en nuestra perspectiva de Dios.
Es sumamente difícil cuando tu hermana y su familia reciben el afecto y la atención que desesperadamente deseas, y es peor cuando sabes que no lo recibirás, porque tu madre ya no está más en esta vida.
Veamos cómo puedes encontrar soluciones a este conflicto de emociones.
El presidente Dallin H. Oaks nos recuerda que “nuestras mayores expresiones de gozo o de dolor en esta vida mortal las causan los miembros de nuestra familia”.
Al igual que todos nosotros, has experimentado las emociones más fuertes en tu relación con tu madre.
La tentación, especialmente cuando alguien fallece, es honrarla recordando únicamente los buenos recuerdos; el desafío, por supuesto, es saber qué hacer con los recuerdos negativos que continúan en nuestra mente.
Si solamente deseas recordar los buenos momentos con tu madre, entonces se te hará sumamente complicado honrarla y recordarla positivamente. Lo más saludable, y menos complicado, es aceptar y acoger ambas realidades.
Tu madre tenía muchas virtudes, las cuales contribuyeron en tu desarrollo, sin embargo, no te mostró el amor y la atención que deseabas.
Te animo a que aceptes esas dos verdades y te permitas experimentar al máximo ambas emociones: el gozo y el dolor, que representan tu relación con ella.
Esta relación es muy similar a la que experimenta Dios en la historia de Enoc en la Perla de Gran Precio, pues se aprecia cómo el Señor lloraba por la bondad y la maldad de Su creación.
Enoc se cuestiona naturalmente por aquellas lágrimas y Dios responde que las decisiones y desafíos de Sus hijos son dolorosas de presenciar.
Ciertamente, Él pudo haberse enfocado únicamente en el lado bueno, pero se permitió a sí mismo experimentar el máximo de gozo y dolor.
Honrar a nuestros padres no significa colocarlos en un pedestal o aprobar todas las decisiones que tomaron. Asimismo, no debemos enfocarnos únicamente en sus debilidades y desafíos para justificar nuestro dolor, y tampoco debemos pensar que ellos vivieron libres de pruebas y penas.
Debido a tus experiencias durante tu infancia, debo asumir que te propusiste brindarle más amor, atención y conexión a tus propios hijos.
Creo que honrar a nuestros padres también significa que aprendamos de sus errores y nos esforcemos por ser mejor.
Ciertamente, deseo que mis hijos no tengan miedo de reconocer los verdaderos problemas en nuestro hogar, pero también espero que escojan aprender de ellos y sean mejores.
No pienso que sea necesario juzgar los errores de nuestros padres con simples conclusiones sobre su persona; en cambio, creo que es importante que entendamos lo más que podamos sobre ellos en su jornada en esta vida.
Entender estos aspectos incrementará nuestra compasión por la complejidad de sus vidas.
Creo que nuestras relaciones familiares sanarán en cuanto hablemos con compasión por nosotros y los demás.
Esto no es nada sencillo, pero te ayudará a recordar y compartir tus experiencias con tu madre con más sinceridad, amor, gozo y melancolía.
Tu madre no puede restaurar lo que no te dio; sin embargo, a medida que te dirijas al Señor y le pidas que te llene con Su presencia, te inundará con el amor que necesitas.
Confío en que, mientras acojas con compasión todas las experiencias que tuviste con tu madre, verás que para ti y tu madre finalmente “la misericordia sobrepujará la justicia”. – Alma 34:15
Fuente: Meridian Magazine