“Aquí hay cinco puntos que a veces podemos malentender sobre el poder del sacerdocio y las mujeres.”
Como una joven misionera, después de haber sido apartada por mi padre, quien era el presidente de estaca, me preguntaba cómo era posible que pudiera predicar el evangelio a la maravillosa gente de Los Ángeles cuando no tenía la autoridad del sacerdocio que tenían los élderes.
Con obediencia enseñada el Evangelio y sentía fuertemente la influencia del Espíritu, incluso exhortaba y hacía promesas, pero me preguntaba cómo eso era posible.
Sabía que no estaba ordenada a un oficio del sacerdocio y que, por lo tanto, no podía realizar las ordenanzas del sacerdocio fuera del templo, pero aún sentía que tenía la autoridad para ser una misionera de tiempo completo, había sido apartada y asignada por el profeta para ayudar a que las personas tengan la salvación.
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Sentía, aunque no entendía cómo, que el Señor me había autorizado a este llamamiento. Esto es lo que he encontrado sobre el tema, aquí hay cinco aspectos, a veces confusos, sobre el poder del sacerdocio y las mujeres.
1. Las mujeres reciben la autoridad del sacerdocio al ser apartadas
En una ocasión, me senté junto a mi compañera, una hermana sabia, sensata, humilde, digna, inteligente, indagadora y audaz, cuando le advirtió a un investigador que “si no obedecía las impresiones del Espíritu Santo en ese momento, Dios lo haría responsable de ello en la vida venidera”.
Aunque este no siempre es el caso, en ese momento, tanto el investigador como yo supimos y sentimos que ella hablaba con la autoridad de Dios. Él fue bautizado y todos nos sentimos agradecidos por ellos.
No fue sino hasta años después, cuando escuché al presidente Dallin H. Oaks hablar sobre la autoridad del sacerdocio, que me di cuenta de que lo que sentía era realmente correcto.
Mi compañera y yo, y todas las misioneras, teníamos la autoridad del sacerdocio porque habíamos sido llamadas y apartadas por un presidente de estaca que tenía las llaves del sacerdocio. Comprendí que también servíamos bajo la dirección del presidente de misión, que también tenía las llaves del sacerdocio para dirigir a los misioneros
Aunque no fuimos ordenadas al oficio de Élder, que autoriza a un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec a bautizar y confirmar, habíamos sido apartadas como misioneras de tiempo completo, lo que nos daba la autoridad de Dios para enseñar y llevar personas a Cristo.
2. Los hombres y mujeres tienen la misma autoridad del sacerdocio en sus llamamientos, a menos que se diga lo contrario por la persona que posee las llaves del sacerdocio
Cuando enseño este concepto a mis alumnos, a menudo pregunto:
“Si una estaca está teniendo una reunión de presidencias de hombres y mujeres jóvenes en la que no hay ningún miembro de la presidencia de estaca, y nadie ha sido designado específicamente para presidir la reunión, ¿quién la preside?”
Debido a que tanto la presidenta de las Mujeres Jóvenes de estaca como el presidente de los Hombres Jóvenes de la estaca fueron llamados y apartados por uno que posee las llaves del sacerdocio (el presidente de estaca o uno de sus consejeros al cual se le ha delegado la responsabilidad para hacerlo), tanto el presidente de los Hombres Jóvenes como la presidenta de las Mujeres Jóvenes tienen la misma autoridad del sacerdocio para sus respectivos llamamientos.
Dado que ninguno de ellos posee las llaves del sacerdocio, a menos que el poseedor de las llaves del sacerdocio de esta estaca especifique lo contrario, ninguno presidirá sobre el otro. Presidir se convierte en una decisión tomada por ambas partes en conjunto.
3. Presidir en los llamamientos de la Iglesia no se determina por el género
Presidir en la Iglesia no depende del género ni de la ordenación al sacerdocio, sino que se basa en el funcionamiento de las llaves del sacerdocio.
Si un esposo y una esposa, por ejemplo, fueran llamados a ser maestros de la misma clase de Primaria, ni el esposo ni la esposa presidirían sobre el otro en la clase. A menudo se ha entendido mal que la frase “presidir” se refiere que los hombres poseen autoridad sobre las mujeres.
Dado que tanto el hombre como la mujer, en este caso, poseen la autoridad del sacerdocio, dada a través de alguien que posee las llaves del sacerdocio, ambos pueden presidir en la clase.
Es completamente apropiado que el esposo o la esposa llame a alguien de la clase para hacer la oración, y es también apropiado que cada uno de ellos se turne para dar la lección.
4. Los hombres no son “el sacerdocio”
Como el Élder Neil L. Andersen enseñó:
“Un hombre podrá descorrer las cortinas para que la cálida luz del sol entre en el cuarto, pero él no es el dueño del sol ni de la luz ni del calor que brinda. Las bendiciones del sacerdocio son infinitamente mayores que aquél a quien se le pide que administre ese don.”
Recientemente, en una reunión sacramental a la que asistí, después de la Santa Cena, un miembro del obispado agradeció a “los jóvenes por haber pasado la Santa Cena”. Casi grité de alegría, ya que fue una de las primeras veces que escuchaba a un miembro de el obispado agradecer a los jóvenes y “al sacerdocio” por pasar la Santa Cena.
Tal como el presidente Oaks y otros líderes han repetido una y otra vez: “los hombres no son el sacerdocio”.
El sacerdocio no es algo que somos. Es el poder de Dios que autoriza a Sus siervos para que usen para el beneficio de los demás.
5. Tanto los hombres como las mujeres reciben todas las bendiciones del sacerdocio
Citando al presidente Joseph Fielding Smith, el presidente M. Russell Ballard instruyó cuidadosamente:
“Las bendiciones del sacerdocio no se limitan sólo a los hombres. Estas bendiciones también se derraman… sobre todas las mujeres fieles de la Iglesia… El Señor le ofrece a Sus hijas todos los dones y bendiciones espirituales que pueden obtener Sus hijos.”
Por lo tanto, cada vez que al poseedor del sacerdocio se le prometen bendiciones asociadas con la posesión dicho sacerdocio, estas bendiciones se pueden aplicar a todos los miembros que guardan sus convenios, incluidas las mujeres no ordenadas a los oficios del sacerdocio.
Es importante que todos los miembros de la Iglesia sepan que, independientemente de la ordenación del sacerdocio, pueden ser bendecidos para recibir “todo lo que [Su] Padre tiene”.
Para aquellos que enseñan el Evangelio, independientemente del género de una persona, Dios promete que Él “irá delante de [nuestra] faz”. Él también nos promete que “estará a [nuestra] diestra y a [nuestra] siniestra, y [que Su] Espíritu estará en [nuestro] corazón, y [que Sus] ángeles alrededor de [nosotros], para sosteneros” (Doctrina y Convenios 84:38, 88).
En la Iglesia, es igualmente importante que tanto las niñas como los niños comprendan lo que es el sacerdocio, la autoridad del sacerdocio, las llaves del sacerdocio y el poder del sacerdocio.
Es importante no sólo alentar a los niños a prepararse para ser ordenados a un oficio en el sacerdocio, sino también a enseñarles a ser justos en cuanto a su de la autoridad del sacerdocio que se les ha conferido mientras todavía están en la Primaria.
Este artículo fue escrito originalmente por Barbara Morgan Gardner y es una adaptación del Libro “The Priesthood Power of Women: In the Temple, Church, and Family” y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “6 Commonly Misunderstood Facts About Women and Priesthood Power”